Aprender a cultivar es todo un desafío: conlleva trabajo, perseverancia, atención y empatía con la tierra. Un huerto ofrece la oportunidad no solo de ahorrar algo en tu consumo de hierbas y hortalizas, sino que también de aliviar el estrés, mejorar la consciencia sobre lo que comemos y además de sorprenderte a ti mismo con lo que puede salir del suelo bajo tus cuidados. De seguro será muy nutritivo, considerando que estará absolutamente fresco y libre de pesticidas y otros químicos.
“Hay algo que siempre se aprende”, dice Camila Pinto, cofundadora de De la huerta a la raíz, proyecto hasta hace poco enclavado en Calera de Tango —pero que ahora se mudó a Paine— donde producen verduras y hortalizas completamente orgánicas, las que luego despachan por toda la Región Metropolitana.
“Conectarse con la naturaleza y con cómo se producen los alimentos —cómo es que surge un tomate o crece un pimentón— siempre tiene alguna enseñanza para nosotros, en especial para los niños o niñas que haya en la casa”, explica.
Lo más difícil de hacer una huerta, eso sí, es atreverse y empezar. “De repente nos empezamos a limitar solos y solas antes de comenzar, pero es necesario salir de la inercia y persistir. Darnos la oportunidad de producir nuestra propia comida, aprender de cómo funciona y dejar sorprendernos por la naturaleza y cómo nos entrega alimento es impagable”, profundiza.
1. ¿Qué se puede plantar en primavera?
Óscar Contreras, también cofundador de De la huerta a la raíz, destaca que esta fecha en particular (mediados de septiembre y principios de octubre) es maravillosa. “Todo crece muy rápido y se puede producir una gran variedad de cosas”.
En el caso de las hierbas, menciona que estas semanas son ideales para empezar a reproducir menta, orégano, ciboulette, romero y casi todas en general. Lo bueno de estas especies es que una vez que crecen uno puede ir sacando lo que necesita —una ramita o algunas hojas— sin tener que sacarla completa de la tierra.
También es el momento preciso, dice Contreras, para hacer almácigos (o brotes de plantas que luego se traspasarán a su maceta o suelo definitivo) de un montón de hortalizas que luego madurarán en verano. Plantas de tomates, ajíes, pimientos, albahaca o zapallos italianos están esperando a nacer por estos días.
“Con los almácigos”, cuenta, “optimizamos tiempo y también fortalecemos el crecimiento de la planta”, explica Contreras. Ellos lo hacen en implementos especialmente diseñados para eso, sin embargo para una huerta casera lo ideal es “reutilizar cosas que están a la mano, como las cajas de huevo, los potes de yogur o las casatas de helado. Cualquier recipiente que nos sirva para poner un poco de sustrato junto con la semilla será maravilloso”.
Cuando los almácigos ya hayan brotado y sacado algunas hojas —algo que ocurre después de algunas semanas—, será momento de trasplantarlos a macetas más profundas y amplias. Allí crecerán a sus anchas, aunque hay que estar atentos, porque distintas especies tienen diferentes requerimientos de agua, luz y espacio.
2. El factor luz
“Lo más importante al cultivar en espacios reducidos es ver la orientación del sol y la sombra que tenemos en la terraza”, dice Anita Vega, fundadora de Huertoorganico, proyecto donde realiza talleres, asesorías y también venta de insumos para el cultivo doméstico.
Según la intensidad de luz solar que llegue sabremos qué clase de hortalizas o hierbas podremos plantar. Por ejemplo, “si te llega mucho sol, el balcón o la terraza es ideal para plantar tomates, berenjenas y pepinos, mientras que donde hay menos luz igual pueden funcionar muy bien los vegetales de hojas, como la lechuga”.
“Mucha gente piensa que cuando uno no tiene sol directo, y en cambio solo sombra, no se puede cultivar nada ahí. Pero no es así”, asegura. En concreto, dice que en esas condiciones más oscuras se pueden dar bien las lechugas, los berros, las betarragas, zanahorias —si tienes profundidad de suelo—, las mostazas, albahaca, perejil, cilantro, ciboulette, orégano, tomillo, rúcula o espinaca. “Todo lo que es hoja y que no tiene frutos se da muy bien en estos lugares con poca luz”, apunta.
3. Planificar lo que quieres
Aunque tengas un enfoque más relajado y no te quieras complicar la vida, es necesario identificar bien los cultivos qué tienes y qué requerimientos necesitan.
“Puedes plantar en maceteros —de plástico, de greda o de cerámica— o tener una mesa de cultivo”. Esta última es mucho más funcional, dice, porque en ella puedes cultivar de todo”, analiza Vega. Si tienes espacio es una gran alternativa, puesto puedes mezclar hortalizas grandes con chicas.
Mesa de cultivo de madera Mamita Tierra (1 metro)
En caso de preferir maceteros, sugiere que tengas cuidado con la profundidad. “Un tomate grande, por ejemplo, necesita una maceta de al menos 20 litros, con 40 cm de profundidad”, calcula rápidamente.
4. Preparación de suelo
Según plantean tanto Camila como Óscar, la preparación del suelo depende del resultado que andes buscando. En su huerta, ellos necesitan hacerlo porque tienen un enfoque comercial y deben producir una gran cantidad de vegetales. “Tenemos que asegurarnos de que todo tenga un buen rendimiento y que todos los cultivos salgan bien”, dicen.
Sin embargo, no ven este paso como algo que pudiese significar una limitación para una huerta casera. “No es necesario comprar mucho compost o fertilizantes naturales. Ya con el sustrato que tengas puedes usarlo e intentar.
Ahora bien, si buscas resultados más intensivos, o tienes planes de cultivar muchas especies, sí será necesario que inviertas recursos y tiempos en la calidad del suelo.
“Un muy buen sustrato es bueno para espacios reducidos”, dice Vega, porque de esta forma la huerta tendrá más nutrientes y será más eficiente. “Lo importante es que esté húmedo, que ojalá tenga fibra de coco, perlita —para retener mejor la humedad— y abonar una vez al mes con un puñadito de bokashi —un abono orgánico que tiene estiércol—, compost o humus”, asegura.
Bokashi Arantruf 3 litros
5. Abonar (de vez en cuando)
“Hay cultivos que requieren de muchos nutrientes, especialmente las hortalizas de verano como los tomates, los ajíes, el pimentón y los zapallos. Para esas especies hay que abonar muy bien”, explica Pinto.
“Hay varios abonos orgánicos que son una maravilla para estos efectos, y que nos van a dar todos los nutrientes que necesitamos para que el suelo se mantenga vivo, lo que además es muy importante para no tener plagas”, afirma.
Ahora bien, para cultivos de hoja como las lechugas no es tan fundamental el abono periódico, “puesto que son cultivos rápidos”, dice. “En unos 30-40 días de plantada uno ya la puede cosechar”, dice. “Con abonarla bien al inicio de la temporada es suficiente”.
6. Las hierbas se mantienen, las hortalizas se vuelven a sembrar
Este es un dato clave para no confundirse. “Las hierbas —como la menta, el orégano, el tomillo o el ciboulette— debes mantenerlas, solo usando lo que necesitas en el momento. Así seguirán creciendo y su cultivo continuará”, dice Pinto. Las hortalizas, en cambio, duran solo una temporada. Una vez que termina, la planta morirá.
Como consejo, sugiere observar con atención cómo se comportaron durante el cultivo anterior. Es decir, “si tuvieron plagas, si crecieron bien o si les faltó espacio. De esa manera se pueden corregir cosas para tener mejores resultados al ciclo siguiente”.
“Debes tomar en cuenta toda la información que te entregó el cultivo anterior y tomar decisiones”, agrega. Quizá esa especie no era la mejor para las condiciones de tu casa, a lo mejor conviene intentarlo con otras variedades.
Una vez que retiraste tu pequeña cosecha, debes limpiar lo que puede quedar de raíces, hojas o tallos. “Siempre es bueno echarle algún nutriente si queremos seguir en el proceso con ese suelo. Podemos poner poquito de compost o algo más para que se mantenga nutrido y aprovecharlo para sembrar o cultivar especies de otoño e invierno”, aconseja.
7. Inspírate
“La clave está en ponerse creativos y creativas”, dice la fundadora en De la huerta a la raíz. “De repente uno tiene una tendencia a ser conservador, o de hacer lo que vio en otra parte, pero también nos podemos poner innovadores en una huerta. Pensar en aprovechar las alturas con huertos verticales, como botellas plásticas que se ponen en los muros y se les instalan plantitas. Es bueno ser creativos para aprovechar los espacios, aunque sean chiquititos”, comenta.
Todo va a depender del contexto y los recursos naturales que tengas a tu disposición. “Puedes empezar a priorizar, ver qué es lo que te gustaría tener o lo que más te conviene. Incluso tus plantas de interior pueden ser comestibles”, analiza.
8. ¿No se te da? Puedes buscar ayuda
“Creo que cultivar —da lo mismo si es una pequeña matita de menta o un racimo de tomates— es una experiencia súper rica para todas las personas”, dice Contreras. Todos crecemos un poco más si sabemos de dónde vienen nuestros alimentos”.
Estar a cargo de lo que comes y presenciar su desarrollo —la autonomía alimentaria, que le llaman— brinda una satisfacción que puede volarte la cabeza. Si crees que esto sena exagerado es porque nunca has comido una ensalada que brotó de tu jardín.
“Se puede, más aún en estas épocas donde todo sube de precio. El huerto es una buena instancia para ahorrar y alimentarnos bien”, asegura Vega. Otro añadido es el factor social que entregan los cultivos, ya que pueden crear nuevas y ricas dinámicas entre la familia, los vecinos o los amigos. “Además de entregarnos alimentos, nos ayuda como terapia. Aporta mucha tranquilidad y paz a las comunidades, aparte de mucho aprendizaje”, dice.
Pero si crees que no cuentas con las habilidades o que te falta conocimiento para partir, puedes tomar clases o talleres. Hay una amplia oferta online, especialmente en redes sociales, donde abundan las y los huerteros que comparten sus experiencias, tanto presencialmente como online.
*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 19 de noviembre de 2024. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.