¿Se puede medir la felicidad?
Meik Wiking, el director ejecutivo del Instituto de Investigación sobre la Felicidad de Copenhague, cree que sí y va todavía más allá.
En su libro Hygge (2016, Libros Cúpula), el experto descubre por qué los daneses son los más felices del mundo —más allá del estado de bienestar de los países nórdicos— y cómo tú también puedes serlo.
"Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia también disfrutan de niveles relativamente altos de bienestar. Sin embargo, tal vez el ejemplo del hygge es lo que distingue a Dinamarca del resto de los países nórdicos. Creo que el hygge y la felicidad podrían estar relacionados", escribe allí.
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Hygge, de Meik Wiking.
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Junto con un clima frío y hostil —en pleno invierno Dinamarca tiene apenas cuatro horas de sol al día y las temperaturas promedian los 0ºC—, los daneses tienen los impuestos más altos del mundo, aunque lo anterior les permite contar con un elogiado estado de bienestar que asegura acceso gratuito a salud y a la univerisdad, buenas pensiones e igualdad entre hombres y mujeres.
"Estamos comprando calidad de vida", explica Meik Wiking en Hygge, aunque hace una distinción.
"Los daneses somos excepcionalmente buenos para disociar la riqueza y el bienestar. Una vez que se satisfacen nuestras necesidades básicas, nos damos cuenta de que más dinero no conduce a la felicidad y, en cambio, nos enfocamos en lo que nos brinda una mejor calidad de vida", contó a La Tercera.
A medio camino entre el mundo político y el académico, y entre la sociedad civil y las empresas, el think tank danés al que pertenece Wiking —"con nosotros trabajan economistas, filósofos, sociólogos, antropólogos, psicólogos, politólogos"— sintetiza en una idea lo que podríamos llamar las bases del estado de bienestar danés: "Reduce el riesgo, la incertidumbre y la ansiedad", pero el experto que apenas unas semanas atrás visitó Chile cifra el secreto de la felicidad en el hygge.
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Meik Wiking. Foto: Instituto de Investigación sobre la Felicidad.[/caption]
Tenue, rústico, lento
¿Hygge? ¿Qué es realmente ese sonido tan raro?
Parecido al gemütlichkeit alemán, al koselig noruego y al hominess canadiense, el cientista político cita a Winnie the Pooh para explicarlo:
No se escribe, se siente.
El hygge es, por así decirlo, el arte de crear intimidad; la ausencia de molestias y el placer de la presencia de cosas reconfortantes. O, como escribe Wiking: "una taza de cacao a la luz de las velas".
Si bien puede ser un concepto intangible y abstracto, el experto cree que podemos emplear todos los sentidos para detectarlo.
El hygge —explica en su libro— tiene sabor, sonido, olor y textura.
"El sabor es un elemento importante en el hygge porque a menudo implica comer algo (...) El sabor del hygge es casi siempre familiar, dulce y reconfortante", dice.
¿Más claro? Wiking anota que "el chisporroteo y el animado crepitar de la leña al quemarse son probablemente el sonido más hygge que existe, pero muchos sonidos pueden serlo. En realidad, el hygge tiene que ver con la ausencia de sonidos, lo que te permite oír hasta ruidos muy leves como las gotas de lluvia sobre el techo, el viento que sopla al otro lado de la ventana, el sonido de los árboles agitándose al viento o el de los tablones de madera cuando se camina sobre ellos".
"Cualquier sonido de un entorno seguro será la banda sonora del hygge. Por ejemplo, el ruido de un trueno puede ser muy hyggeligt si estás dentro de casa y te sientes protegido; si estás fuera, ya no tanto", resume.
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Ilustración: Milo Hachim.[/caption]
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Las cosas viejas de fabricación casera que se han tardado mucho en hacer son más hygge que las cosas nuevas y compradas, y las cosas pequeñas son siempre más hygge que las grandes.
En Copenhague, ejemplifica Wiking, casi todos los edificios tienen solo tres o cuatro pisos de altura. Las casas nuevas hechas de hormigón, vidrio y acero no tienen nada que hacer contra el factor hygge de los edificios antiguos.
A la vista, el hygge aparece contemplando cosas que se mueven muy despacio, por ejemplo, la nieve cayendo suavemente o las llamas perezosas de una hoguera.
Los movimientos cortos, lentos y orgánicos y los colores oscuros y naturales son hygge. La vista de un hospital aséptico y luminoso o de vehículos moviéndose rápidamente en una carretera no lo son.
El hygge es tenue, rústico, lento.
"Una intimidad emocional"
Según el libro de Wiking, no hay una receta válida para el hygge si no hay velas. De hecho, un apabullante 85% de los habitantes de Dinamarca relaciona el hygge con las velas.
De hecho, la palabra "aguafiestas" en danés es lyseslukker, que literalmente significa "el que apaga las velas" y no es casualidad. Según el experto: "No hay forma más rápida de alcanzar el hygge que encender unas velas o, como se las llama en danés, 'luces vivientes'".
El embajador estadounidense en Dinamarca durante la era Obama, Rufus Gifford, comentó la particular relación de los daneses con las velas: "No es solo en la sala de estar. Están en todas partes. En sus aulas, en sus salas de juntas. Como estadounidense uno piensa: '¡Peligro de incendio! ¿Cómo se puede tener una llama abierta en un aula?' Es una especie de felicidad emocional, una intimidad emocional".
Según la Asociación Europea de la Vela, Dinamarca quema más velas per cápita que cualquier otro lugar de Europa, a pesar de los problemas de salud que puede generar el hollín.
Cada danés enciende alrededor de seis kilos de cera al año, casi el doble del segundo lugar, que ocupa Austria, donde sus habitantes queman apenas 3,16 kilos por año.
Aunque Wiking explica que no es cualquier tipo de vela. Por ejemplo, las aromáticas no sirven. "Las velas perfumadas se consideran artificiales y los daneses prefieren productos naturales y orgánicos".
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Ilustración: Milo Hachim.[/caption]
¿Se puede medir la felicidad?
Meik Wiking dice que mucha gente es escéptica acerca de la posibilidad de medir un intangible como la felicidad. "Una de las cuestiones que plantean es que hay diferentes percepciones de lo que es la felicidad", explica.
Pero cuando el Instituto de Investigación sobre la Felicidad, la ONU y la OCDE tratan de medirla y cuantificar la calidad de vida, podemos considerar al menos tres dimensiones de la felicidad.
1- La satisfacción ante la vida
Wiking propone un ejercicio simple: toma perspectiva y evalúa tu vida. Piensa en la mejor vida posible que pudieras tener y en la peor posible: ¿dónde sientes que estás en este momento? "Aquí es donde Dinamarca saca la mayor puntuación del mundo", asegura.
2- La dimensión afectiva o hedónica
Otro ejercicio: "¿Qué tipos de emociones experimentas con las personas cada día? Si nos centramos en ayer, ¿te sentiste enfadado, triste, solo? ¿Te reíste? ¿Te sentiste feliz? ¿Te sentiste amado?".
3- La dimensión eudemónica
Se basa en la percepción de Aristóteles de la felicidad. Para él, una buena vida era una vida significativa. Entonces, ¿las personas experimentan una sensación de finalidad?
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Según Wiking: "Si tienes una vida cotidiana llena de emociones positivas, es más probable que muestres niveles más altos de satisfacción ante la vida. Pero la segunda dimensión es mucho más volátil. Aquí podemos detectar un efecto 'fin de semana'. La gente manifiesta tener más emociones positivas durante los fines de semana que entre semana. Esto no es ninguna sorpresa para la mayoría, ya que es más probable que participemos en actividades que produzcan emociones positivas durante el fin de semana".
Por otra parte, las diferentes dimensiones de la felicidad están relacionadas biológicamente. "Por ejemplo —anota—, el bienestar hedónico y el eudemónico están correlacionados, y muchos de los mecanismos cerebrales implicados en la experiencia hedónica del placer sensorial también están activos en la experiencia más eudemónica".
Lo que hacen en el Instituto de Investigación sobre la Felicidad de Copenhague, cuenta Wiking, es seguir a diez mil personas o más durante diez años. "Esto porque durante la próxima década algunos de nosotros tendremos un ascenso, algunos perderemos el trabajo y algunos nos casaremos".
"Llevamos años haciendo esto en lo que respecta a la salud, por ejemplo, analizando los denominadores comunes de las personas que viven hasta los cien años de edad. Y, gracias a estos estudios, sabemos que el alcohol, el tabaco, el ejercicio y la dieta tienen un efecto sobre nuestra esperanza de vida. Nosotros usamos los mismos métodos para entender qué es relevante para la felicidad", puntualiza.
La pregunta es: ¿cómo afectan los cambios en las circunstancias de la vida a las diferentes dimensiones de la felicidad? ¿Qué tienen en común las personas felices, ya sean de Dinamarca, Chile, Estados Unidos, China o India? ¿Cuál es el efecto medio sobre la felicidad de, por ejemplo, duplicar los ingresos o casarse? ¿Cuáles son los denominadores comunes de la felicidad?
Uno de los hallazgos más interesantes de Wiking es que experimentar emociones positivas es más importante para nuestro bienestar general, medido en términos de satisfacción con la vida, que la ausencia de emociones negativas.
Ahí entra el hygge, que puede funcionar como un desencadenante de la felicidad en el día a día.
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Ilustración: Milo Hachim.[/caption]
El hygge nos da el lenguaje, el objetivo y los métodos para planificar y preservar la felicidad, y para experimentarla un poco todos los días.
"El hygge puede ser lo más cercano a la felicidad cuando llegamos a casa después de una larga jornada laboral en un día frío y lluvioso. Al final de cuentas, aquí es donde se desarrolla la mayor parte de nuestra vida. No en los días fríos, sino en el día a día", escribe.
Y luego sigue: "Una vez al año —o más, si tenemos suerte— podemos encontrarnos en una playa de algún país exótico y hallar tanto el hygge como la felicidad en esas costas lejanas. Pero el hygge consiste en sacar lo mejor de lo que tenemos en abundancia: el día a día".
Tal vez Benjamin Franklin lo dijo mejor: "La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días".
Sobre el autor:
Periodista. Editor de Culto y Práctico de La Tercera.