Infomaníacos: cómo enfrentar la adicción a las noticias

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Irónicamente, la tecnología más avanzada apunta a nuestras emociones más primitivas para capturar nuestra atención. Expertos advierten sobre los riesgos de dejarse atrapar por el scroll eterno y comparten consejos para sacar la cabeza de la avalancha de noticias, al menos por un rato.




Se habla de “indiferencia sexy” para referirse a quien, con una actitud de no importarle mucho nada, resulta magnéticamente atractivo para el resto. El concepto aplica perfecto para el filósofo Byung-Chul Han y su relación con las redes sociales, tecnologías, medios digitales y en general con el universo de internet.

Sus libros son superventas y sus diagnósticos psicopolíticos son de los más influyentes del planeta. Su visión, aclamada y al mismo tiempo calificada de lúgubre, apunta a la dependencia de la sociedad actual a los datos, los celulares, las selfies, la sobre transparencia, la adicción a la información y todo lo que tiene que ver con la vida moderna gobernada por pixeles y algoritmos.

Paradójicamente —imposible saber si es a propósito—, su estilo de escritura, con frases cortas que parecen tuits, son petit-bouchés que funcionan como exquisitos clickbaits en el ecosistema que él mismo crítica y rechaza con su sensual indiferencia.

En su más reciente libro, No-Cosas: Quiebras en el mundo de hoy, Han da a entender que la humanidad se ha mudado desde el planeta Tierra a Google Earth. Que de un mundo material, formado por átomos y partículas, hemos pasado a uno de datos, abstracto, y que en esa mudanza se perdieron entre las cajas importantes valores como la empatía, la tranquilidad e incluso el erotismo, siendo todo esto desplazado por ansiedad, egolatría y exhibicionismo.

No-Cosas: Quiebras en el mundo de hoy - Byung-Chul Han (Taurus, 2021)

No-cosas Byung-Chul Han

“Hoy estamos obsesionados no con las cosas, sino con informaciones y datos, es decir, no-cosas. Hoy todos somos infómanos. Se ha llegado ya a hablar de datasexuales, personas que recopilan y comparten obsesivamente información sobre su vida personal”, dijo el filoso filósofo en una reciente y viralizada entrevista al diario español El Pais.

Aunque da la impresión de ser una especie de fetiche nuevo, lo cierto es que la “datasexualidad” tiene registro al menos desde el 2012.

En su momento el concepto no pegó tanto, pero fue un intento del marketing por hacer trendy las apps y tecnologías para registrar y compartir la geolocalización y la información de cuando hacemos deporte, por ejemplo. Había un supuesto erotismo en compartir nuestro pulso cardiaco o las calorías quemadas.

Otro crítico insigne del zeitgeist digital es el popular Yuval Noah Harari, el historiador súperventas israelí, que en su libro Homo Deus: Breve historia del mañana, publicado en 2016, profundiza respecto del “Dataísmo” como filosofía.

Homo Deus: Breve historia del mañana - Yuval Noah Harari (Debatre, 2017)


“El dataísmo declara que el universo consiste en flujos de datos y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos”, dicta en él.

Noticiólicos anónimos

“Hola, mi nombre es Rolf y soy un noticiólico”, escribió el suizo Rolf Dobelli en un ensayo del año 2013, que luego desarrolló y mutó a un libro titulado Stop reading the news: a manifesto for a happier, calmer and wiser life, que se podría traducir como “Deja de consumir noticias: manifesto para una vida más feliz, calmada y sabia”.

Allí, el también creador de la fundación World Minds reflexiona sobre lo que califica como una adicción a las noticias. “No me permitía perderme de nada. Era algo intoxicante. Como el alcohol, salvo que yo pensaba que en vez de aturdir mi mente, me la afilaba”.

Asegura que las noticias son igual de peligrosas que las drogas, y que incluso pueden ser más nocivas y más difíciles de dejar. “Las noticias están en todos lados, la mayoría son gratis y se meten casi automáticamente en tu cerebro”, advierte.

Luego de toda una vida tragando noticias de forma compulsiva, dice que la bandera roja que lo llevó a cambiar radicalmente su consumo mediático apareció después de hacerse dos sencillas preguntas: ¿Entiendo mejor el mundo consumiendo tantas noticias? ¿Tomo mejores decisiones? “Las dos respuestas fueron un rotundo no”, dijo.

Al contrario: como explica en una famosa charla TED —que también le ha traído sus críticas—, el consumo de noticias aumentaba la ansiedad y el cinismo en Dorbelli, mientras disminuía su capacidad de leer y comprender textos largos.

“Era como si mi atención hubiera sido mutilada en pequeños pedacitos”, confiesa. Dice que las noticias son para la mente lo que el azúcar es al cuerpo: apetitosas, fácilmente digeribles, pero extremadamente dañinas.

Advierte que consumir noticias libera el cortisol, la hormona del estrés, que ponen al organismo en un estado de alerta crónico, lo cual daña desde el sistema digestivo hasta el nervioso.

“La diaria repetición de eventos sobre los cuales no tenemos ninguna opción de incidir nos vuelve pasivos. Desgasta al punto de moldearnos una idea pesimista, desensibilizada, sarcástica y fatalista del mundo”, plantea.

Su sugerencia es simple pero drástica: informarse por medio de revistas y libros que presenten al mundo “en toda su complejidad”. “Mi consejo es ir hacia lo profundo en vez de hacia la amplitud; de esa forma serás más feliz, sano y eficiente”, propone.

En su experiencia, los efectos de abandonar totalmente el consumo de noticias derivaron en menor distracción, mayor capacidad de foco, menos ansiedad, capacidad de pensamiento más profundo, más tiempo libre y mayor creatividad. “No es fácil”, concluye, “pero vale la pena”.

Control asistido

En jerga memística, está esa foto de un perro mirándose al espejo, que con cara de arrepentimiento dice: “¿Por qué eres así?”.

Es una buena pregunta existencial, que de seguro ha asaltado a todo ser humano luego de haberse ido por un largo scroll de noticias que afectaron negativamente su estado anímico para mal y/o le quitaron una importante cantidad de minutos de sueño, trabajo o descanso.

La respuesta es a la vez tranquilizadora e inquietante: no es nuestra culpa, está en nuestro organismo. Hay un concepto en inglés —que podría traducirse como “scroll de la perdición”— que se llama Doomscrolling, y se refiere a una especie de obsesión por consumir noticias, generalmente malas.

Dean McKay, profesor de psicología en la universidad neoyorquina de Fordham, experto en comportamiento compulsivo y desórdenes de ansiedad, ha explicado que las personas hacen esto como una especie de retorcido calmante. “Como pensar inconscientemente que ‘las cosas están muy mal pero yo estoy cómodo, así que voy a poder dormir bien esta noche’”.

Por otro lado, sospecha que esta dependencia podría tener un origen evolutivo. Cree que exponernos a sentir miedos, indignación o desazón hace que nuestro organismo “practique mecanismos de adaptación desarrollados” para luego enfrentar situaciones adversas.

Daniel Halpern, académico de la Universidad Católica y experto en tecnologías de comunicación, también dice que esta dependencia tiene un componente de emociones primitivas, de modo supervivencia. Dice que nuestro cerebro está calibrado para reaccionar de acuerdo a emociones, “y por eso tenemos debilidad por conocer lo novedoso. El breaking news apela a destapar muchos sistemas de recompensa, y esa necesidad de saber qué pasó o qué va pasar crea esa dependencia”.

Sobre si podemos auto-regular esta ansiedad, una necesidad ya enquistada de estar al tanto de absolutamente cada nimiedad que sucede, la respuesta de Halpern es clara: no podemos.

Pero calma. Como consejo, él sugiere fijarse en la opción que tienen nuestros celulares, muchas veces llamada “salud digital”, que permite llevar la cuenta de cuánto tiempo pasamos en tal o cual aplicación. Aunque parezca irónico, Halpern señala que los estudios demuestran que si no son las mismas tecnologías las que nos ayudan a regular nuestro uso de ellas, es casi imposible hacerlo.

Aún así, apuesta por un trabajo de des-infoxicación. Aprender a distinguir lo relevante de lo urgente y romper el hábito de que todo lo que se publica es importante. “Uno puede estar perfectamente sin actualizarse un par de horas y no pasa nada, pero los medios buscan generar esa sensación del FOMO (sigla que en inglés significa “miedo a perderse de algo”) para así alimentar esa necesidad”.

Si Byung-Chul Han plantea que el smartphone actúa como rosario moderno y elemento de subyugación, Halpern responde que, si bien es complicado resistir a los impulsos emocionales a los que apunta la tecnología, también existe el libre albedrío. Básicamente, lo que propone es mantener una indiferencia sexy hacia la avalancha imparable de noticias.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 20 de octubre de 2021. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.

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