Lo primero es lo primero, quien escribe esto es un hombre heterosexual. Por ello, aunque trataré de dilucidar, en especial como lingüista, cómo deberían ser las conversaciones con fines románticos en el final de la segunda década del siglo XXI, mi condición y mi perspectiva es seguro que estará llena de contradicciones y "puntos ciegos". De todos modos, y muy humildemente, haré el esfuerzo.
Hace un par de años me obsesioné con leer libros y ver videos y hasta charlas TED de los que se autodenominaban como "Los Maestros del Levante". Se trataba de propuestas que daban las claves para "conseguir chicas" y con pelos y señales dictaban los métodos o técnicas más promisorios para irse acompañado a casa luego del happy hour. Era un desastre. Las habilidades que proponían dichos maestros, que además solían costar una fortuna en términos del valor de los cursos y libros, estaban plagadas de estereotipos, heteronormas y machismo.
https://www.latercera.com/practico/noticia/hombres-temor-a-conversar-mujeres/791695/
Mi interés estribaba en que hace ya un cuarto de siglo, en clases de Pragmática, una de las subdisciplinas de los estudios del lenguaje, había leído a Deborah Tannen, una lingüista neoyorquina que escribió muy sesudamente acerca de cómo interactuaban hombres y mujeres en el mundo, en dos libros que hoy quizá ya están un poco desactualizados, pero que eran muy serios y académicos (a pesar de que en las librerías se encontraban en los anaqueles de autoayuda y no en los de ciencias sociales): No es lo que quería decir y Tú no me entiendes.
En estos libros, Tannen indagaba muy profundamente en cómo conversaban los hombres y las mujeres y llegaba a la conclusión de que los "estilos conversacionales" eran diferentes y, en gran medida, resultado de la socialización y el contexto cultural.
Ya han transcurrido cerca de tres décadas de los estudios de Tannen y el feminismo, con argumentos robustos, ha colaborado a deconstruir esas socializaciones y contextos. ¿Ha acabado el romanticismo por ello?
Una columna de The Conversation, "Is feminism killing romance?" responde que no. No, lo que ha cambiado son los roles asignados en la cultura occidental contemporánea. Aprendimos de Hollywood que los hombres cortejaban y las mujeres se dejaban cortejar. Que los hombres estaban permanentemente dedicados a "conseguir chicas". Y barbaridades como "no es quizá y quizá es sí", entre otras cosas que hoy nos parecen atroces.
Melissa Fabello, de "Every Day Feminism", da algunas pistas sobre cómo, y sobre todo, cómo no acercarse a una mujer en estos días.
https://www.latercera.com/practico/noticia/manual-del-poliamor-relacion/817057/
No, ellas no tienen por qué aceptar que se les acerquen
Fabello documenta que, una vez calculó caminando por la calle, recibió en promedio diez piropos cada cuarenta minutos. Ya sea que ella se encuentre leyendo un libro en la plaza, o escuchando música en sus audífonos, o simplemente caminando hacia una diligencia, "no es necesariamente el mejor momento para confesar tu amor eterno por mí". Los especialistas en comunicación llaman a la invasión del espacio personal, que puede incluso darse con cumplidos que no se consideren piropos ni acoso, proxémica. La proxémica es el estudio de la manera como las distancias físicas entre las personas son una manera de comunicación. Involucra no solo las distancias mismas, sino que también otros recursos de lenguaje corporal. Hay señales en el lenguaje corporal que indican que la persona realmente quiere su espacio personal y que este no sea invadido.
Observar el entorno
Fabello continúa relatando una serie de relatos en que mujeres solas —y en ocasiones en grupo— son acosadas y atacadas por hombres. Esto les ha sucedido a millones de mujeres a lo largo de la historia. No solo se trata del callejón en la noche, o un ascensor que nunca llega al piso en que se detiene. Incluso si el entorno parece menos hostil, es muy importante que el hombre que quiere acercarse a una mujer sea lo más cauto y honesto en el inicio del diálogo. La especialista sostiene que un "espero no molestarte…" o "espero no ofenderte…" son necesarios para intentar iniciar un diálogo, pero que esto no se debe realizar nunca en esos lugares hostiles. Del mismo modo, que aún cuando se tengan todas estas precauciones, todas las mujeres tienen el derecho de negarse a interactuar.
https://www.latercera.com/practico/noticia/aprender-a-decir-que-no/852005/
La apertura honesta
Un "¿cómo estás?" es mucho más honesto que un "linda, ¿me das tu número?" o algún "piropo". Algo que debe considerarse la regla número uno es que estamos en una interacción con un otro, con una otra, y que, en consecuencia, la interacción es un diálogo y no una "cacería". Ese es uno de los rasgos y de los roles que más ha cambiado en los últimos años.
El diálogo no es solo verbal, es corporal
Las personas nos comunicamos con nuestra postura, nuestros movimientos, la manera en que manipulamos los objetos que están en nuestro entorno. Fabella sostiene que el más importante signo de lenguaje corporal que hay que leer es el de la incomodidad. Si la persona con la que estás interactuando da alguna señal de incomodidad, no es timidez, realmente la estás incomodando.
No es no, y sí no tiene por qué ser sí
Solía decirse que las mujeres decían que "no" cuando en realidad se trataba de un "quizá". Eso es uno de los legados más perdurables -y peligrosos- del machismo. Pensar que las mujeres se están haciendo las "difíciles". Al mismo tiempo, muchos "sí" pueden darse por temor o incomodidad. Aquí el punto anterior debe repetirse: atender a las señales no verbales. Y también al tono de la voz. Hay muchas maneras de pronunciar un "sí".
[caption id="attachment_944971" align="alignnone" width="3000"]
Ilustración: César Mejías.[/caption]
Escuchar
El feminismo ha desarrollado una serie de términos para referirse a las maneras como los hombres hablan con las mujeres, mucho más allá de las conversaciones románticas. Uno es el "mansplaining", donde el hombre empieza a explicarle a una mujer algo que ella sabe a menudo incluso mejor que él. Lo mismo con las "tomas de turnos" (el momento en que se habla, en un diálogo), "las cesiones de turnos" (los modos de indicarle a la otra persona que dejamos de hablar y esperamos que ella hable) y las "interrupciones" (cuando se "roba el turno" a la otra persona). La misma Deborah Tannen, en sus últimos estudios, de esta década, indica que los hombres hablan más, no ceden turnos e interrumpen.
Ha llegado el momento de escuchar.
Y un simple, "hum", en señal de que estamos escuchando (pero, de verdad), puede ser mucho más fluido que cualquier otra cosa, como ha documentado el lingüista James W. Pennebaker.
https://www.latercera.com/practico/noticia/terminar-una-relacion/801906/
¿Es que, entonces, no se puede hacer nada?
Fabella cuenta que los hombres heterosexuales suelen decirle, por Twitter, que "entonces, no se puede hacer nada". Eso es quizá la última de las falsedades. En el cambio de roles y los roles más fluidos de los últimos años, nos encontramos en que las conversaciones románticas en realidad son una cosa de dos personas. Las mujeres hoy "toman la iniciativa" con mucha mayor frecuencia que en el pasado y, en consecuencia, las interacciones son dialógicas y no monológicas. Y eso, al final, es mucho mejor, más sano y más honesto.
Sobre el autor:
Doctor en Lingüística, Investigador del Centro de Estudios Cognitivos de la Universidad de Chile y autor de The Libro y Clásicos AM: historia de la balada romántica latinoamericana.