Es cuestión de cada mañana de verano. Cecilia, una corredora de seguros, llega a su puesto de trabajo en el centro de Santiago —el mismo en el que se sienta desde hace diez años— y lo primero que la recibe es una bofetada climática: como si cruzar el umbral de la entrada la teletransportase sin escalas de Santiago a la Antártica.
“No siempre puedo ir en mi auto, porque el estacionamiento sale un ojo de la cara”, cuenta, “así que me voy en transporte público. A veces llego corriendo, toda acalorada. Pero entro a la oficina y me muero de frío”.
El gélido clima que siente Cecilia al interior de su oficina, cuando en el exterior el verano ofrece temperaturas que superan los 30 grados, se debe al aire acondicionado, ese artefacto electrónico que representa una bendición para algunos y una maldición para otros.
En el caso de la oficina de Cecilia, se trata de un equipo individual y no de un sistema centralizado, por lo que es común que sean los propios trabajadores —cuando no es el jefe— quienes programan su funcionamiento. “No siempre está a la misma temperatura”, dice. “A veces lo podemos poner a 23 grados, pero cuando afuera hace mucho calor, lo bajan a 17″.
Cecilia es del grupo de los y las “friolentas”, que sufren y se quejan cuando la oficina parece un témpano. Si fuera por ella, que el equipo se mantenga fijo en los 24 grados. Pero basta que tome el control remoto para que el bando de los “acalorados” la culpen del ambiente sofocante que los azota. Es un tira y afloja de todos los días.
¿Cómo hacer para que Cecilia —como tantos otros oficinistas, trabajadores e incluso integrantes de una familia— recobren la paz climática?
El derroche energético
Este tira y afloja implica que en un mismo día se suba y baje la temperatura según el (des)criterio individual. Eso tiene un costo tanto energético como monetario. A estas alturas del cambio climático y el alza de precios, bien debiéramos saber que no estamos en condiciones de derrochar.
“Al subir y bajar la temperatura, aumenta el consumo de energía”, sostiene Alfonso Flores, local category manager de Electrolux. Los usuarios, dice, “tienden a pensar equivocadamente que al encender un aire acondicionado la temperatura baja de forma inmediata. Sin embargo, toma tiempo y consume mayor energía en este proceso, ya que debe regular el clima del ambiente”.
Ese es uno de los principales errores que se cometen con el aire acondicionado. Así lo cree María Luisa del Campo, académica y directora del centro tecnológico Kipus, de la Universidad de Talca: “Cuando un recinto está a muy alta temperatura, lo único que uno quiere es que ésta baje rápido: por eso lo colocan a 17 grados”.
Sin embargo, ésta graduación es mucho más baja de lo recomendable, y cuando el ambiente parezca tornarse más confortable, la temperatura continuará bajando. “Recién nos vamos a dar cuenta de eso cuando nos dé frío, y querremos volver a subirla. Eso significa una pérdida energética”.
Lo recomendable, según Del Campo, es configurar inmediatamente el equipo a una temperatura de confort y no tocarlo más. ¿Qué es lo que ocurrirá de esa manera? Primero, el equipo enfriará el ambiente —quizá no tan rápido como algunos impacientes esperan— y luego se autorregulará, manteniendo el lugar climatizado en los grados que se han determinado.
¿Cuál es la temperatura recomendada para utilizar el aire acondicionado?
Este es un punto sobre el que no existe un consenso absoluto. Sin embargo, los especialistas —como María Luisa del Campo— estiman que debiera andar entre 21 y 24 grados. Esto, eso sí, depende de múltiples factores, como el nivel de aislamiento térmico que tenga la edificación, la orientación a las cual miren los ventanales, y también lo que se denomina como “carga interna”: es decir, cuántos elementos que puedan propagar calor hay en el lugar. Esto incluye a personas y electrodomésticos, como un hervidor o una cafetera. Todos estas variables implican mayor o menor necesidad de potencia por parte del equipo y, posiblemente, una variación respecto a la temperatura del aire acondicionado.
De todas maneras, Alfonso Flores da otra clave: la diferencia entre la temperatura ambiental del exterior y la del interior de un recinto no debe superar los 5 grados. Algo que, seguramente, no dejará muy conformes a los acalorados. Sobre todo si en el exterior hacen 35 grados.
Errores de discordia
La guerra de la climatización pone en riesgo la armonía de las oficinas, pero también de los hogares. ¿Cuántas peleas entre hermanos pequeños —y no tanto— se han desatado por culpa del calor y el frío que hay en casa?
Esto puede llevar a ciertas acciones desesperadas por parte de quienes se sienten oprimidos por la hegemonía que consigue instalar el otro bando. Una muy habitual es la de tapar, parcial o completamente, las rejillas por las que el equipo expulsa el aire. Esto, dice Flores, “siempre afectará al equipo y sólo se conseguirá derrochar energía, entre un 35 y 40%, específicamente.
Ahora, hablando de errores, otro que se da habitualmente es creer que, además de climatizar, el equipo de aire acondicionado ventila. Y no es así. “El equipo no entrega oxígeno”, explica Del Campo. Por esta razón, dice, es que se hace necesario mantener “algunas pequeñas aberturas en ventanas que permitan la ventilación y la renovación del aire del recinto”.
Esto contraviene la tradicional indicación —y enciende la polémica— de mantener todo cerrado durante el uso del aire acondicionado, para no tener pérdidas energéticas. Sin embargo, la recomendación cuenta con la venia de otra especialidad que harto tiene que decir respecto a la exposición al aire acondicionado: la medicina.
De los dolores de cabeza a la bronquitis
Las molestias físicas son un clásico entre quienes se quejan sobre el exceso de aire acondicionado en casas u oficinas. Sonia Carballo, médico general de la clínica NúcleoSalud, dice que el malestar se debe a que este sistema tiende a disminuir la humedad del aire, “y si no se regula la temperatura, también tienden a enfriarlo demasiado”. Esto fuerza a nuestra vía área (nariz y garganta) a aumentar la temperatura y humedad del aire antes de que éste llegue a las vías inferiores. Y eso causa irritación.
Ismael Zabalaga, otorrinolaringólogo de la RedSalud, explica que el efecto irritativo se produce sobre las mucosas de la nariz, faringe, amígdalas y laringe, lo que puede causar diferentes grados de inflamación. “Puede incluso afectar la vía aérea por debajo de las cuerdas vocales, causando bronquitis aguda”, asegura.
Así es como el uso del aire acondicionado puede aumentar la incidencia de rinitis, faringitis, laringitis, sinusitis, conjuntivitis y resequedad en la piel. En especial, dice Carballo, en aquellas personas que sufren regularmente de alergias o que presentan déficits en su sistema inmunológico.
Zabalaga también suma a los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas —como el asma—, “además de los niños y adultos mayores, quienes deben usar controladamente el aire acondicionado para evitar complicaciones”.
¿Y los dolores de cabeza? Hay dos razones que los pueden explicar: la primera es la mencionada baja en el nivel de humedad. Esto, explica el otorrinolaringólogo, provoca una “silenciosa” deshidratación, lo que deriva en esa molestia aguda al interior de la cabeza. Por lo tanto, aunque en la oficina o en la casa no haga tanto calor como en el exterior —o incluso si hace frío por la climatización—, beber abundante agua durante el día es fundamental.
La segunda razón es que los cambios de clima pueden provocar desequilibrios químicos en el cerebro que conduzcan a migrañas o empeoren una cefalea.
Las alergias también son un malestar común cuando se está en un ambiente climatizado. Cuando no hay una buena limpieza y mantención de los equipos, dice Zabalaga, se pueden acumular el polvo y las bacterias.
Por todo esto es relevante mantener una pequeña abertura en las ventanas y así ir renovando el aire. También es clave hacer regularmente mantenciones generales a los equipos, “al menos una vez al año, con un servicio técnico autorizado de la marca”, dice Alfonso Flores. Nunca hará mal limpiar los filtros y salidas de aire, algo que se puede hacer con la aspiradora en potencia suave.
Por otro lado, los equipos más modernos ofrecen tecnologías de carbón activado y filtros HEPA, que permiten eliminar malos olores y también partículas que pueden ser perjudiciales para la salud, como los ácaros, el polvo y otros alérgenos.
¿Qué hay de dormir con el aire acondicionado activado?
Las altas temperaturas del verano pueden ser un problema incluso en la noche. “El calor puede llevarnos a despertar con frecuencia y a no tener un sueño reparador”, dice Carballo. En ese caso, la médico considera que el aire acondicionado puede servir de solución, aunque el ideal es “ajustar las temperaturas de modo de que no disminuya de los 22 grados”.
Zabalaga es algo más precavido: advierte que el flujo de aire no debe llegar directamente a las personas mientras duermen. Pero además, es de la opinión de no mantener prendido el equipo toda la noche. Su recomendación es programarlo para que éste se apague “durante las horas más frías de la madrugada, en especial para familias con población de riesgo, como personas con enfermedades respiratorias de base, adultos mayores, niños o pacientes que tuvieron Covid-19 y quedaron con secuelas de carácter respiratorio”.
Sobrevivir en la oficina
Dados todos los factores y consecuencias mencionados —y considerando que hay trabajadores que no tienen mucho qué hacer frente al uso del aire acondicionado—, ofrecemos algunos tips de sobrevivencia.
- Ventilar los espacios: “Siempre que sea posible”, como dice Sonia Carballo, ya que el uso del aire acondicionado “favorece que estemos más tiempo encerrados y que los gérmenes e irritantes puedan acumularse en esos lugares”.
- Siempre listos para lo peor: Si bien la idea es que el aire se mantenga con una temperatura fija, hay que estar preparados para un eventual cambio brusco de la graduación. Zabalaga recomienda “llevar un abrigo para usarlo cuando se tenga frío”. Lo ideal es tener a mano una prenda que cubra el tren superior, como un chaleco, un polerón o una chaqueta ligera. Y también es recomendable, según el otorrino, tener algún accesorio que permita cubrir el cuello y la garganta, “que son especialmente susceptibles”. Una bufanda está bien. Aunque sea enero.
- Por la nariz, no por la boca: Zabalaga dice que es importante preocuparse de respirar por la nariz y no por la boca, como suelen hacer algunos. Esto porque la nariz “acondiciona el aire antes de que sea inhalado”, así se limpia de partículas en suspensión, se humedece y se calienta previo “a pasar al árbol respiratorio”.
- Estrategia de reubicación: Mientras más cerca del aire acondicionado uno se encuentre, más baja será la sensación térmica. Por eso, aconseja María Luisa del Campo, “la mejor alternativa sería reajustar la ubicación de las personas en función del requerimiento de más frío o más calor que cada uno tenga”. Acalorados más cerca del equipo, friolentos más lejos.
- Cuidado con el chiflón: Procura que el aire nunca te llegue directamente. Siempre tratar de ubicarse a unos metros de su salida.