Hay gente a la que no les gustan, ya sea porque no sienten fascinación por la competitividad, porque les cuesta aprender y seguir reglas o bien porque simplemente odian la diversión. Pero a mucha gente, y cada vez más —como muestran las crecientes ventas de esta industria—, le encantan los juegos de mesa.
Para los adultos funcionan como buena excusa para reunirse, entretenerse y desafiarse en igualdad de condiciones —siempre y cuando, como decía Kipling, puedas enfrentar al éxito y a la derrota, esos dos impostores, de la misma manera—, algo que también corre para los niños, a quienes además los juegos pueden aportar otros aprendizajes y beneficios.
De partida, “les permite mirarse cara a cara y reconectarse con el juego, que es parte constitutiva de nuestra especie”, dice María Cristina Sierra, psicóloga y cofundadora de Ludotecas Escolares, un proyecto que se encarga de revisar, seleccionar y clasificar juegos de mesa, tal como lo hace una biblioteca, para luego disponerlos en escuelas y colegios de casi todo Chile.
Un equipo de docentes y psicólogos ha analizado más de mil títulos desde 2019 hasta ahora, entre los cuales han elegido cientos de juegos de mesa que, de una forma u otra, pueden aportar al currículo educativo, especialmente en las áreas de inclusión, desarrollo personal, convivencia escolar y formación ciudadana.
Ya hay 42 escuelas en diez regiones del país, entre Copiapó y Chiloé, que cuentan con una o más de estas ludotecas, cada una con alrededor de 180 juegos distintos. “Hemos visto un impacto positivo en la personalidad y el desarrollo de niños y adolescentes, lo que además mejora las condiciones de enseñanza de los profesores, quienes también juegan, por lo que se produce un círculo virtuoso en el proceso formativo”, cuenta Sierra.
Otra cosa que les interesa combatir es la pantallización de la infancia: según la Sociedad Chilena de Pediatría, los niños y niñas del país pasan casi 6 horas al día frente a un dispositivo digital. Un problema al que no se le ha puesto límites, que se profundizó durante la pandemia, y que se traduce en una reducción del juego físico entre los niños y niñas, un aumento de la ansiedad y una mayor dificultad para lidiar con la frustración y la diferencia.
“Los juegos de mesa ayudan a sacarlos de ahí”, dice la psicóloga. “Jugando se fortalecen los vínculos entre pares, se elevan los niveles de felicidad, la predisposición al aprendizaje y se reduce la violencia escolar”.
Como seguramente no hay nadie en Chile que haya probado y comprobado el nivel de los juegos de mesa infantiles disponibles en el país mejor que la gente de las Ludotecas Escolares, les pedimos que eligieran los diez mejores títulos para jugar con niñas y niños menores de diez años.
Para quienes buscan regalo de cumpleaños, del Día de la Niñez o simplemente una excusa para pasar un buen rato con sus hijos, esta lista —que no tiene un orden jerárquico— no los defraudará.
1. Dixit (2008)
Este juego de origen francés, a estas alturas un clásico en el mundo lúdico, aparte de ser divertido, contribuye mucho a “desarrollar la empatía, el lenguaje socioemocional, la fantasía y la creatividad”, explica Sierra. Su dinámica es a base de cartas con imágenes simbólicas y surrealistas, y quienes avanzan posiciones en el tablero son aquellos que logran comprender lo que estas cartas provocan en otros.
“Dixit es uno de los favoritos en las escuelas, principalmente por la estética, que invita rápidamente a ser parte de la experiencia”. Se puede jugar competitivamente o usando solo las cartas, cuyas sorprendentes imágenes pueden propiciar conversaciones sobre los sentimientos, la imaginación y las ideas.
2. Fantasma Blitz (2010)
En el lado opuesto del radar, menos contemplativo y mucho más activo, se encuentra este título creado por el enigmático luxemburgués Jacques Zeimet, un intenso juego de reacción donde cada participante intenta ser el más rápido en identificar y agarrar una de las cinco figuras colocadas sobre la mesa, de acuerdo a lo que muestra la carta correspondiente.
“En las escuelas lo jugamos desde los 6 años, y desarrolla la concentración, la función ejecutiva y una sana competencia”, cuenta la psicóloga. El Fantasma Blitz no puede faltar en las ludotecas, dice, porque la habilidad que se ve más decaída por el exceso de pantallas es la concentración, “y aquí no puedes ganar si no estás concentrado”. Muy entretenido para cualquiera, resulta útil también en niños con déficit atencional o retraso del control inhibitorio. “Esta generación es muy impulsiva y este juego ayuda a controlar esos impulsos, a pensar antes de actuar, un aprendizaje que a los siete años puede ser muy significativo.
3. 31 minutos: La feria de las pulgas de Titirilquén (2022)
Aparte de ser ágil y divertido, este juego cuenta además con el gancho de incluir a los personajes de 31 minutos, todavía muy queridos por las niñas y niños. Sierra lo define como un party game, es decir, un título colaborativo donde el objetivo principal, más que ganar, es que todos lo pasen muy bien, aunque no deja de ser “una experiencia exigente de concentración, comunicación efectiva con otros, agilidad visual y motora, y autocontrol”. Generalmente lo usan como premio para el final de una clase o actividad, “porque es una locura, una fiesta”.
4. The Mind (2018)
Otro juego colaborativo, aunque más complejo y menos festivo, es The Mind, un título muy premiado a nivel mundial, cuya premisa es la de comunicarse sin hablar. “El objetivo es ordenar una secuencia numérica entre todos los jugadores, pero sin decir una palabra”. Puede sonar como una limitación muy antojadiza, pero siempre resulta en un gran momento colectivo. “Hay que usar los cinco sentidos, buscar estrategias, trabajar en equipo”, explica Sierra. “Y se valora el silencio, tan escaso hoy en día, que nos permite observarnos y hacer cosas distintas”.
5. BrainBox (2001)
Para los nostálgicos del memorice, este es un juego que se basa en la misma habilidad —recordar rápidamente distintas imágenes y conceptos— pero con distintos desafíos. Es para niños de tres años en adelante y se trata de una caja que contiene muchas tarjetas, las que se muestran solo por 30 segundos, y luego hay que responder una pregunta que viene al reverso. “Hay Brain Box de distintos temas, como geografía o animales”, dice Sierra. “Es un juego que, además de desafiante, genera aprendizajes específicos y que le da valor al conocimiento”.
6. ¿Quién fue? (2018)
“Los niños, nos guste o no, aman hablar de la caca”, reconoce la cofundadora de las Ludotecas Escolares. Y este divertidísimo juego aprovecha ese inocente tabú como tema central: el objetivo es descubrir cuál de las mascotas se hizo en la alfombra, pero la dinámica fomenta la concentración, la memoria, la colaboración y el trabajo en equipo. “Es un memorice algo difícil”, dice, “pero como parte de un concepto muy gracioso, consigue que todos se involucren mucho en él”.
7. Story Cubes (2005)
Este es un simple pero fantástico juego de dados, que según los resultados del lanzamiento uno va construyendo historias. “Es un juegazo”, lo define Sierra, “porque apela a la habilidad más compleja de los humanos: la creatividad”. Funciona muy bien como catalizador para contar historias simples y seguras, aunque también complejas y fantasiosas, excelente para expresar emociones y fomentar la imaginación.
“Funciona para todos los integrantes de una comunidad escolar, desde los que aún no son lectores hasta los profesores. Es un imperdible en todas nuestras ludotecas, en especial porque compensa esta pérdida de la tradición oral, nuestra capacidad de contar historias habladas”, algo que la tecnología ha ido mellando. “Y cuando se pierde, se pierde la cultura”.
8. El monstruo de colores (2018)
Inspirado en el popular cuento del mismo nombre, este juego permite a niños desde los 4 años a hablar y reconocer sus propias emociones, identificar herramientas para gestionarlas y observar otras experiencias comunes a la hora de sentir. “Este lo jugamos con acompañamiento”, cuenta Sierra. “Y con él, es normal que los niños vayan develando ciertas situaciones, cuándo se sienten tristes, a qué le tienen miedo”. No son solo emociones negativas, eso sí: también hay alegría y puede ser un juego tan divertido como profundo.
9. Leo va al barbero (2016)
Un león, llamado Leo, tiene su melena muy larga y quiere cortársela en la peluquería de la jungla, que cerrará en pocas horas más. Su personalidad, muy sociable y expresiva, lo lleva a quedarse conversando con otros animales de la selva, corriendo el riesgo de atrasarse.
“Los jugadores, entonces, deben colaborar entre ellos para ayudar a que Leo llegue a la peluquería antes de que cierren”, explica la psicóloga. “Hay que crear una estrategia para saber con qué animal sí puede conversar, a quién es mejor evitar para que no pierda tiempo y qué camino conviene seguir”. Se juega en equipo, una dinámica que sirve para comprobar que los niños a veces pueden ser más colaborativos que los adultos.
10. El laberinto mágico (2009)
Pensado para niños de cuatro o cinco años —edad a la que les suelen fascinar los laberintos—, se trata justamente de un acertijo espacial y a la vez invisible: se juega con fichas imantadas y los límites están debajo del tablero y no se pueden ver. Si pasas por un lado bloqueado, debes regresar al comienzo, por lo tanto exige mucha memoria y capacidad de observación.
“Es bien desafiante, también vas a necesitar mucha suerte, pero fomenta la perseverancia y, cuando se consigue triunfar, resulta muy gratificante”, resume Sierra.
*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 13 de julio de 2023. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.