¿Cómo no amar a los perros? A su amor desinteresado, su lealtad infinita, esa manera de ser y actuar inocente y genuina, tan en contraposición a la humana. Aunque en algunos casos basta salir de paseo y toparse con otro perro para que la bendición peluda pase de esa ternura que hace llenar de fotos el celular a una agresividad de bestia indomable, con más dientes que cara y cuyos ladridos son capaces de dejar en el techo hasta al propio rey de la selva.
A veces esas escenas se dan en espacios públicos, donde todo parece apacible y sereno. La calma de un parque o una cafetería se ve, de pronto, quebrada por el asalto furioso del retoño —que segundos antes figuraba echado, casi dormido— en contra de otro perro que paseaba por ahí distraído. Cuántos vasos volcados, jugos derramados —peor aún, una cerveza— en esa explosión sorpresiva de hormonas caninas.
Si tu mascota es una especie de versión perruna de Doctor Jekyll y Señor Hyde, tan tranquilo en casa, tan desatado en público, te preguntarás qué lo provoca. Por qué algunos perros “se portan tan bien” y el tuyo no.
Según Gonzalo Chávez, docente de Medicina Veterinaria en la Universidad Santo Tomás y subdirector de la Comisión de Tenencia Responsable del Colegio Médico Veterinario (Colmevet), “lo normal es que un perro no reaccione de manera agresiva a situaciones o contextos que no son naturalmente amenazantes, como puede ser estar compartiendo en un espacio público junto a otros perros y personas. Lo que debiéramos esperar es que el perro busque el contacto, socializar, explorar, porque es parte de su naturaleza”.
Sin embargo, Ivana Álvarez —médico veterinaria especializada en etología clínica— dice que lo primero que hay que entender es que “no todos los perros deben ser ‘amigos’ ni querer saludar a cualquier otro perro en la calle”. Tal como las personas, “los perros tienen personalidades y preferencias”. En ese sentido, señala la especialista, una de las tareas de los tutores es “reconocer qué tipos de perros pueden desencadenar un encuentro positivo y cuáles uno negativo. Por ejemplo, algunos perros machos reaccionan de manera reactiva con otros machos, mientras otros no toleran perros de cierta forma, tamaño y/o color”.
A los perros que suelen tener reacciones desmedidas frente a determinadas situaciones o estímulos se les denomina reactivos. Esa reacción puede ser una alegría desmedida, por ejemplo, al reencuentro con el tutor o tutora; como también puede ser el miedo u otras emociones, como suele ocurrir frente al ruido estruendoso de un motor.
“El miedo, la ansiedad y el estrés son los principales factores que causan que un perro no pueda gestionar correctamente el entorno”, apunta Álvarez. El tema es que no todas las causas residen en el animal: muchas de ellas tienen raíz en los humanos que los cuidan.
Los factores que influyen
Que un perro suela reaccionar de mala manera frente a otros de su especie puede deberse a diversos factores, tanto internos o propios del animal como externos. La médico veterinario y especialista en comportamiento canino de Sí Como No, María Ximena Braithwaite, explica que, entre las razones intrínsecas, están las características raciales, las de personalidad, la edad, las experiencias de vida “y, en algunos casos, podría influir si está o no castrado”.
Gonzalo Chávez sostiene que el carácter del animal —que “tiene que ver con el aprendizaje y la experiencia que ha obtenido”— y el temperamento —“que proviene más de variables biológicas o genéticas”—, son factores fundamentales.
“Hay perros que son menos tolerantes al contacto, animales que son más tímidos, más pesimistas, más apáticos, y ese perfil es más probable que reaccione de manera inapropiada en ese tipo de situaciones. Por otro lado, tenemos animales que son mucho más extrovertidos, más amistosos y afables, y que disfrutan mucho de la interacción con otros perros y personas”.
La separación temprana de la madre —que no debe hacerse antes de los 60 días de edad— puede ser otro factor desencadenante de la reactividad, agrega Ivana Álvarez. Además, “los padres con miedo transmitirán sus genes: estadísticamente, la mitad de la camada será de perros con predisposición a tener miedo ante diversas situaciones”, asegura.
Entre los factores externos que influyen están los que pasan por los tutores, como la falta de socialización, una necesidad básica para estos animales. “Si son sobreprotectores y no permiten que sus perros interactúen con otros, tienden a evitarlos, apartarlos o a tensar la correa cada vez que se acerca uno, eso transmite una sensación de riesgo al perro, que lo percibe como tal y reacciona en consecuencia”, dice Chávez.
Braithwaite explica que la falta de paseo o de habituación a lugares públicos tendrá un efecto negativo sobre nuestro perro, ya que a la hora de salir “estará más ansioso y posiblemente más reactivo”. Dice la especialista: “Si somos muy estrictos en los horarios de salida, si siempre sacamos a pasear a nuestro perro a la misma hora, quizás cuando lo saquemos en un horario donde haya más perros su comportamiento cambie y esté más alerta y reactivo”.
Algo similar ocurre si el animal vive en un lugar pequeño o en un ambiente monótono en cuanto a estímulos. Fuera de éste se encontrará con un mundo enorme, lleno de incentivos y elementos que de seguro lo embargarán, aumentando su nivel de ansiedad y estrés.
Por todo esto, que un perro sea tranquilo en casa o ciertos ambientes, “no determina su comportamiento en otra situación”, dice Álvarez. “Cuando el ambiente cambia, el comportamiento del perro también puede cambiar”.
Viejos y nuevos clásicos
Quizá el mayor estereotipo de perro reactivo es aquel de raza pequeña, que se le califica de “choro”, porque “salta a la pelea” ante el menor acercamiento de sus pares o, incluso, de humanos desconocidos. Ximena Braithwaite asegura que todas las razas, independiente de su tamaño, pueden pasar por fases reactivas, aunque hay algunas que tienden más a serlo, como el schnauzer mediano y miniatura, el yorkshire terrier, el fox terrier, los teckel, el maltés, el pug y el chihuahua, entre otras.
“Esto puede deberse a que las razas pequeñas son, normalmente, más ansiosas y nerviosas. También influye la manera en que sus dueños les presentan el mundo: la mayoría de las veces desde sus brazos, evitando el contacto con otros perros, o simplemente levantándolos de la correa para impedir que sean olfateados por un perro más grande y por temor a que los muerdan”.
“Son un caso aparte”, dice Ivana Álvarez. “Ellos viven en un mundo de gigantes que abusan de su tamaño y los toman en brazos y los mueven como si fuesen un peluche. Cuando el perro pequeño gruñe es tomado en broma y las personas se ríen sin respetar las señales de amenaza. Si fuese un pitbull el que gruñe, todos saldrían corriendo”.
La culpa, dice la etóloga, no es del perro, sino del humano “que no sabe respetarlo y criarlo como perro”.
En todo caso, los perros pequeños no son los únicos con dificultades en su capacidad de socializar. Así como a las niñas y niños, el covid-19 también marcó a una “generación” de canes, denominada popularmente como “perros pandémicos”, pues “han vivido sus primeros meses de vida encerrados dentro de casa”, y luego se enfrentan a ambientes “con muchas personas, perros, sonidos, olores, que son un factor de estrés y motivo de reactividad”, explica Álvarez.
Errores recurrentes
Como dice Gonzalo Chávez, “uno esperaría que los perros, cualquiera sea su tamaño, puedan interactuar sin problemas entre ellos, porque debieran hablar el mismo idioma. Cuando eso no sucede, la mayor parte del tiempo se debe a que el ser humano interviene en esas interacciones de manera inapropiada”.
Un ejemplo de eso sería asumir de antemano que tu perro es incapaz de interactuar con otro. “Hay gente que por temor tiende a evitar e incluso castigar el contacto: tensan la correa, los apartan, los toman en brazos. Pero esto, muchas veces, refleja que las personas son incapaces de interpretar lo que el perro les está señalando”, explica el miembro del Colmevet. Señales como fijar la mirada, los gruñidos o los ladridos suelen ser interpretados como una amenaza por parte de la mascota, pero esto no es necesariamente así.
Para Ivana Álvarez, es un error ponerse nerviosos ante este tipo de situaciones. “El perro es totalmente sensible a las emociones humanas y ocurre lo que se llama el ‘contagio emocional’, donde la emoción del perro se ve afectada por la humana y éste la reproduce”. Por ello, es fundamental mantener siempre la calma, hablar suave, no gritar, no jalar de la correa y “salir de la situación de manera pacífica y a tiempo”.
Cuando los perros tienen conductas indeseadas o problemáticas, antes de cualquier cosa es necesario preguntarse si estamos cubriendo sus necesidades fisiológicas y emocionales, como las de salud, nutrición, juego, horas de sueño, paseo y socialización. “En la mayoría de los casos las conductas indeseadas tienen relación con alguna necesidad no cubierta”, afirma Ximena Braithwaite. Por ejemplo, “un perro ansioso en casa, con falta de enriquecimiento y que pasa todo el día solo en el patio, difícilmente tendrá un buen comportamiento en el paseo”.
Implementos como los collares y correas, y la manera en que las utilizamos, juegan también un papel importante en el comportamiento de nuestras mascotas. Las correas cortas y tensas suelen ser motivo de conflicto, asegura Álvarez. “Por un lado, un perro con esta restricción de movimiento se siente imposibilitado de tener movimientos cómodos y libres. Ante una situación de miedo, cualquier ser vivo tiene dos opciones: luchar o huir. Pero si está atado con una correa de 1 metro, ¿a dónde huirá? Solo queda luchar. O al menos intentar ahuyentar al otro perro para que no se acerque”.
Cuando las escenas reactivas se dan en espacios como cafeterías o restaurantes pet friendly —cada vez más comunes—, lo que cabe preguntarse es si la mascota quiere estar ahí. “A veces nos encaprichamos con que nuestro perro nos acompañe a todos lados, cuando en realidad puede que no disfrute de la actividad. No a muchos perros les divierte que los aten a la pata de una silla ni permanecer estáticos durante horas. Los ruidos, ver gente y perros pasar, y encontrarse atado y limitado es suficiente motivo de estrés como para que un perro reaccione agresivamente contra otro. A veces no es un problema en sí contra ese perro, sino que es una redirección de la ansiedad que estaba sintiendo en ese momento por otros factores”, dice Álvarez.
Recomendaciones
Para Ivana Álvarez, quienes más tienen que trabajar no son tanto los perros, sino los humanos. La primera falencia que tenemos “es no interiorizarnos lo suficiente con la especie con la que vivimos. ¿A quién se le ocurre vivir con otra especie sin conocer en detalle su comportamiento natural”. Por ello, dice, los tutores deben estudiar aspectos como:
- Comunicación canina: posturas corporales y señales de apaciguamiento o de amenaza.
- Necesidades emocionales según la edad: cómo socializar a un cachorro, a un adolescente y a un adulto.
- Métodos de adiestramiento en positivo: cómo funciona el refuerzo positivo, por qué los métodos aversivos dañan nuestra relación en vez de construirla.
- Construcción de vínculo: los perros son seres sociales que disfrutan de la vida en manada. Cómo relacionarnos con ellos en “idioma perro” en vez de en “idioma humano”.
Algunas de estas materias se pueden comenzar a estudiar en sitios gratuitos, como en la cuenta de Instagram de Álvarez.
Entender el lenguaje de los perros permitirá, entre otras cosas, interpretar mejor lo que les ocurre durante los paseos, así como aprender a utilizar correctamente la correa para no transmitirles mensajes incorrectos.
“Para mejorar el comportamiento, la mejor alternativa es la prevención, haciendo un trabajo de educación desde pequeños para habituarlos a interactuar favorablemente en entornos y con individuos desconocidos, ya sean personas, perros o incluso animales de especies distintas”, dice Gonzalo Chávez.
Si los problemas son muy frecuentes y parecen riesgosos tanto para tu mascota, como para ti y otros, lo que corresponde es consultar a un médico veterinario etólogo clínico que pueda evaluar y diagnosticar si se trata de un trastorno de comportamiento y proponer un plan de terapia que le permita a todos una relación más plena.