Que un hijo te cambia la vida es algo que pocos padres podrían refutar. Y si hacemos el ejercicio de escribir en un cuaderno una lista con los pro y los contra de traer un ser humano a este mundo, en mi caso por lo menos, las cosas buenas superan con harta ventaja las no tan buenas. Porque es fascinante escuchar sus risas cuando están planeando algo encerrados en la pieza o ver sus caras cuando prueban por primera vez el chocolate o ven el mar. Pequeños y simples momentos que con el tiempo uno deja de valorar. Sin embargo, con ya casi cinco años de maternidad en los hombros, puedo decir que hay una sombra silenciosa que se instala en casi todos quienes han sido padres: la crisis de pareja. ¿La razón? La llegada de un hijo dificulta encontrar momentos de diálogo e intimidad, lo que genera que muchos conflictos queden sin resolver y pasen a una lista larga de pendientes que es superada por idas al pediatra, falta de sueño, trabajo hasta reuniones de apoderados. Y así, sin darte cuenta se va creando un espacio de resentimiento y reproche hacía la pareja.
Para la sicóloga clínica experta en relaciones de familia, Mónica Gabler, como primer paso "es importante identificar cómo me siento en la relación, qué es lo que me acomoda, qué es lo que me molesta, cómo me gustaría que fuera. Y luego mirar al otro y preguntarse cómo creemos que se siente en esta relación". Este ejercicio permite detectar a tiempo los signos de distancia que se van generando y así poder resolverlos.
Indicadores de distanciamiento
• Pérdida del interés en estar juntos.
• Volcarse completamente a la crianza y relacionarse solo en el nivel de "padres", olvidando el nivel de "pareja".
• Disminución de la confianza en el otro.
• Ausencia de planes en común, incomprensión mutua.
• Presencia de discusiones frecuentes sin llegar a una solución.
• Sentirse desplazado/a por el hijo/a, comprendiendo que en un principio es lógico y natural que el niño/a sea el centro de la vida de los padres.
• Baja o nula disposición a llegar a consensos o a arreglar los conflictos.
Ha aumentado el número de separación en parejas con hijos pequeños. ¿A qué crees se debe?
Primero, hay que entender que el nacimiento de los hijos es un hito que modifica la relación de pareja y que requiere de un tiempo de reacomodación pues cambian las rutinas, los roles y la disponibilidad emocional de cada uno de los padres. No siempre las parejas "sobreviven" a estos cambios, puesto que puede que hayan sido muy compatibles como pareja, pero luego experimentan dificultades para compatibilizar como padres. Por otro lado, los padres se enfrentan a las propias ideas respecto de la crianza, de lo que esperamos que sea ese hijo y de cómo lo imaginamos cuando crezca. Por lo mismo, en muchas oportunidades surgen desacuerdos difíciles de manejar. Las discusiones más frecuentes son en torno al colecho, a la forma de establecer límites y al rol de la familia extensa.
¿La falta de sueño y el cansancio no ayudan mucho en este escenario?
Durante los primeros meses se espera que ambos estén volcados hacia el hijo, y en general se produce una modificación de la sexualidad que la pareja llevaba hasta el momento, aspecto genera mucha ansiedad. También hay que considerar que hay una baja tolerancia a los momentos más difíciles del matrimonio (o de la relación) y pocas herramientas para gestionar las emociones y enfrentar los conflictos, lo que produce que la solución "más fácil" sea abandonar en lugar de trabajar los problemas. Muchas parejas naufragan en este intento debido a que no logran acomodarse a todos estos cambios.
Muchas veces la mujer se siente sobrepasada por el reparto de responsabilidades. ¿Cuánto afecta esto?
Es cierto que ha habido un cambio en el rol del hombre respecto de los hijos, pero todavía nos falta mucho por avanzar. Todavía existe en una gran parte de la población donde el 80% de las tareas de la casa o de la organización familiar, recae en las mujeres. Hoy aún se pregunta si la pareja o el marido "ayuda" con los niños o con las tareas de la casa, todavía se le pregunta a la mujer con quién dejó a los hijos cuando salió a una comida con su pareja, y en pleno siglo XXI se encuentra "buen marido" o "buen padre" a un hombre que baña o muda a sus niños. Jamás he escuchado a alguien comentando: ¡qué buena madre es fulanita, baña y muda a sus hijos! Además, en general son las mujeres quienes se ocupan de hacer la compra en el supermercado, decirle a la asesora del hogar qué cocinar, organizar los traslados, definir fecha, lugar y hora de los cumpleaños, ir a dejarlos al colegio, coordinar las clases particulares, ayudarlos con las tareas, etc.
El desgaste es inevitable
Obviamente esto genera desgaste y cansancio, porque se realiza una doble jornada: el trabajo y la organización de la casa, que habitualmente está acompañado de un profundo sentimiento de soledad.
¿Cuál es la cuota de responsabilidad de la mujer?
Muchas veces en las mujeres está la fantasía de que ellas lo harán mejor y eso las deja atrapadas en un espiral de insatisfacción y terminan culpando a la pareja de eso, cuando también ellas han contribuido a mantener ese ritmo. Pero, por otro lado, algunos hombres descansan en este escenario, y al mismo tiempo se quejan de la falta de atención o de energía de sus parejas.
¿Cuándo una pareja ya lleva dos o tres años en una dinámica con poca comunicación y dañina, qué aconsejas?
Es fundamental acudir a la orientación de un especialista porque inevitablemente luego de dos o tres años van a existir heridas y conflictos sin resolver. y por lo mismo, mucha tensión acumulada. En esos casos, se recomienda evitar las discusiones frente a los hijos, ya que eso los complicará a ellos.
¿Es bueno no tenerle miedo a estos periodos de crisis?
Es necesario señalar que en toda relación de pareja se producen varias crisis. Los motivos que las desencadenan varían de una pareja a otra pues dependen de las características personales y de variables ambientales. Puede producirse por la enfermedad de un hijo, por la cesantía de uno o por la muerte de un familiar. Sin embargo, no hay que tenerles miedo a la crisis puesto que, si la enfrentamos, podrá ser una instancia de aprendizaje y conocimiento mutuo, que incluso podrá acercar más a la pareja.
Una rutina saludable
Amor de pareja: cultivarlo a través de espacios en común y entendiendo que mientras más pequeños sean los niños, estos serán más reducidos, pero que irán aumentando progresivamente con el tiempo. También hay que considerar que, durante el primer año de vida, somos los adultos quienes debemos adaptarnos a los niños, por lo mismo, quizás ya no podamos salir en la noche todos los fines de semana y tendremos que cambiar esa rutina por salidas a almorzar o a un café durante un tiempo
Sexo: la clave es entender que la sexualidad es mucho más amplia que el sexo en lo concreto. Esto implica que para tener intimidad con la pareja es necesario mantener un contacto a diario, tomarse las manos, hacerse cariño, invitarse al cine, vestirse para verse bien a ojos de la pareja, etc. Esto es importante porque van a existir épocas en las que disminuya la frecuencia sexual (puerperio, noches sin dormir, estrés laboral) pero si cada uno se siente importante para el otro, la disminución en la frecuencia del sexo no va a representar una amenaza.
Amigos: es fundamental vivir el proceso de ser padres acompañados por el círculo más cercano, y también tener espacios con los amigos sin los niños.
Familia: Muchas parejas experimentan problemas producto de la dificultad para conciliar los tiempos de la familia nuclear con las visitas a la familia extensa. Es fundamental tener un equilibrio en este aspecto y llegar a consensos, para que ninguno de los dos se sienta invadido.
Otros consejos
Dentro de lo posible es importante equilibrar los tiempos en familia con tiempos a solas. Por lo mismo, ideal si pueden organizarse y salir los dos solos al menos dos veces al mes. También es bueno incluir espacios para que cada uno pueda desarrollar actividades a solas.
Aquí algunos ejemplos:
• Salir a solas: a comer, al cine, con amigos.
• Compartir en familia actividades deportivas.
• Tener espacios dentro de la semana: por ejemplo, juntarse a almorzar una o dos veces.
• Darse un espacio dentro del fin de semana para comer y tomar algo rico en la casa.
• Celebrar juntos los logros.
• Comunicarse a diario dentro del día.