A nivel mundial, existen alrededor de ocho mil especies de malezas. Entre ellas, muchas benefician al suelo, solo que crecen sin que nadie las invitara, mientras que hay otras que lo perjudican o dañan a las plantas que ahí germinan. Compiten con el cultivo por la luz y los nutrientes —y la mayoría de las veces ganan esa batalla—, son hospederas de plagas y enfermedades, liberan compuestos tóxicos para evitar el crecimiento de otras plantas y causan dificultades al momento de la cosecha, pudiendo contaminarla.
Pero desmalezar no es un proceso sencillo ni breve. Requiere de tiempo, energía, herramientas y conocimiento. Para hacer más llevadera y eficiente esta tarea, dos especialistas en plantas y jardines dan sus consejos sobre este apartado.
1. La relatividad de la maleza
Para Daniela Maldonado, paisajista y fundadora de El Jardinista, una maleza es “algo que salió sin que tú lo plantes”, pero eso no significa que haya que desmalezar sí o sí en todos los cultivos o jardines. “Hay personas que, al tener jardines formales, desmalezan para poder cultivar sus especies, mientras que otras, por un tema de biodiversidad en sus patios, eligen no hacerlo”. Por lo mismo, es “algo relativo”, porque hay “malezas que se roban los nutrientes del suelo y otras que le aportan muchos de vuelta, como es el caso de los tréboles”.
Wilma Borchers, ingeniera en Medio Ambiente y Recursos Naturales, comenta que “cuando hablamos de un jardín sí lo debemos hacer, porque las malezas compiten con otras plantas”. Esto quiere decir que “pelean entre ellas”, ya sea en cuanto a los nutrientes del suelo u otro fertilizante, por recibir más luz, por el volumen de las raíces y muchas veces también por el agua. “Algunas malezas incluso son transmisoras de enfermedades”.
“Hay algunas que son más susceptibles a hongos o a plagas. Por lo tanto, al permanecer ahí van a ser atacadas y terminarán contagiando a las otras plantas del jardín”, apunta la también creadora de @eljardíndeirenee, espacio en el que comparte sus tips sobre plantas, además de su emprendimiento.
2. La importancia de identificar a la maleza
Aunque bajo nuestra mirada muchas malezas se vean parecidas, en realidad la mayoría de las veces se trata de plantas muy distintas. Como existen diversos tipos de malezas, es necesario identificarlas antes de arrancarlas. ¿Para qué vas a querer perder algo sin saber exactamente lo que es?
Hay malezas anuales —que aparecen por temporada— y otras perennes. Las primeras, según define el académico Jose Alberto Pedreros, de la U. de Concepción, “completan su ciclo de vida en una temporada, siendo muy variable el tiempo requerido para esto; puede ser 1 mes o 5 a 6 meses, dependiendo de la especie y condiciones medioambientales”.
Las perennes, según este mismo texto, “pueden o no completar su ciclo produciendo semillas durante la primera temporada, pero luego pueden vivir por muchos años rebrotando desde la raíz o propágulos vegetativos”. Según Borchers, es importante hacer esta diferencia, “ya que las malezas perennes, que son mucho más agresivas, se deben sacar de raíz”. Entre ellas figuran el popular diente de león hasta otras más complejas, como la chépica.
Para identificar cuáles son las que tienes en tu jardín, puedes identificarlas en este manual interactivo de la Papa Inia, donde cada especie cuenta con su foto y sus características específicas.
3. Arrancar de raíz
Si sabes que se trata de una especie perenne, que además compite contra las plantas que tienes en tu jardín o cultivo, lo mejor es sacarla de raíz. “Lo más fácil es hacerlo de manera manual”, aconseja Wilma Borchers. Es imperativo sacar la maleza completa, porque “si dejamos las raíces y vamos sacándola solo de manera superficial, las malezas tienden a hacerse más fuertes, y se hará más difícil volver a sacarlas otra vez”.
“Si vas arrancando las malezas todos los meses, haciendo mantención mes a mes, cada vez tendrás menos trabajo, porque la maleza irá creciendo menos”, asegura la timonel de El Jardinista. En caso de tener una vivienda que no se frecuenta tanto, como una casa de veraneo, “puedes pasar la desbrozadora al suelo y con eso cortas la maleza”.
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4. El químico es el último recurso
Los famosos herbicidas prometen acabar con el problema de raíz a través de sus potentes fórmulas, pero no son la mejor opción para el medioambiente. “Lo que hacen es matar las raíces. Sí, son eficientes, son efectivos, pero degradan mucho el suelo”, afirma Borchers. Ni ella ni Maldonado recomiendan el uso de herbicidas, a no ser que sea un terreno muy extenso.
“Aplicar químicos es tóxico y lo que estás haciendo, en el fondo, es envenenar al suelo”, añade la especialista de El Jardinista. También menciona que “hay varios herbicidas, los típicos matamalezas químicos, que no son selectivos. Entonces al usarlos terminas matando todo no más, como si tiraras una bomba”.
Eso no es todo el daño que pueden hacer. Usar mucho este tipo de químicos, en especial si no se manipula de manera correcta, puede ser perjudicial para la salud de mascotas, niños e incluso adultos.
Si de todas formas te decides a usar herbicidas, Maldonado dice que “debe ser con guantes, protector facial, mascarilla y además un traje que te proteja, que tiene que ser de plástico y no de papel. Después, hay que eliminar los guantes y el traje”. ¿Por qué tanta precaución? Porque si uno se somete a una larga exposición a estos químicos, es muy probable que provoquen graves daños a la salud. Así al menos lo denuncia la Organización de Consumidores de Chile (Odecu), que interpuso una demanda colectiva —acogida por los Tribunales— en contra de la multinacional Bayer por los eventuales efectos cancerígenos de su herbicida Roundup.
5. Una actividad matutina
Remover las malezas a mano es una tarea que requiere paciencia y constancia, además de fuerza de manos y espalda. Para que el proceso no sea tan difícil, Borchers sugiere hacerlo a primeras horas de la mañana.
“La idea es aprovechar que el prado o la misma maleza están húmedas, producto del riego que pudimos haber hecho en la noche o por el rocío de la mañana. Así se hace mucho más fácil sacarla, porque tanto las plantas como la tierra están más blandas”, explica. Además el sol y el calor no serán un inconveniente, aunque siempre será bueno aplicarse protector solar, usar sombrero y guantes para proteger las manos.
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6. Analizar antes de arrancar
Para Daniela Maldonado, el retiro de malezas está vinculado a una decisión personal, además de tus propias necesidades circunstanciales. Por ejemplo, si alguien está construyendo un huerto, evidentemente es mejor remover todo tipo de maleza a mano, para que esta no compita con los recursos de las otras plantas que crecerán allí.
Pero bajo su punto de vista, hay malezas que crecen y suman al espacio. “Como las malvas, unas plantitas que crecen en las platabandas de barrios antiguos. Hay gente a las que les gusta y las dejan, porque entre tener el suelo descubierto y no tener flores, que salga esta flor igual es un aporte”.
Y así como unas aportan, también están las que invaden. Como la chépica, un pasto que en caso de no ser controlado es ver “a un césped comiéndose a otro césped”, dice Maldonado. Es una maleza muy común en patios y jardines, “un pasto duro, que suele ponerse amarillo en invierno”.
Otra de las malezas que no será una invitada grata es la corre vuela —también conocida como correhuela—, porque es tan invasiva que “si no la controlas a tiempo, también se apodera del jardín”.
7. No toda la maleza es mala
Los recursos se aprovechan y hasta la maleza puede tener otra vida después de ser arrancada. Una de ellas está vinculada al compostaje, “pero siempre y cuando no tenga herbicida”, añade Borchers. “Como es material orgánico, se va a degradar de manera natural y no habría ningún problema en utilizarla, siempre fijándonos que no estén enfermas o con plagas”, expresa.
Maldonado comenta el caso de dos tipos de maleza que permiten ser utilizadas y no solo desalojadas: las ortigas, con las que se pueden “hacer purines, una especie de fermentados con los que aportas nitrógeno, fósforo y nutrientes” al suelo de las plantas, lo que estimula su crecimiento y las hace más fuertes ante patógenos externos; y el llantén, que “también suele aprovecharse como hierba medicinal” y que se puede beber como infusión.
Hay otras malezas que se pueden incluso comer. “Entre las malezas, alrededor de un 30 a un 40% son comestibles”, es la afirmación del biólogo argentino Eduardo Rapoport, uno de los principales investigadores y promotores del consumo de plantas silvestres. “Y de las 18 malezas más agresivas del mundo, por su difusión y crecimiento, 16 de ellas se pueden comer”.
¿Cómo saber cuáles nos podemos echar a la boca? En este artículo identifican y sugieren algunos tipos además de sus resguardos.
8. El recurso mulch
Si eres de los que ya está cansado de desmalezar, Borchers recomienda cubrir algunas zonas con mulch, que es como se denomina a las capas de materia orgánica suelta —como ramas, cortezas, paja, hojas— que se aplica en ciertos cultivos. “Así, las malas hierbas no reciben luz solar” y por ende no pueden crecer con la misma fuerza de antes.
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9. Las malezas como indicador
“Hay malezas que te demuestran la calidad del suelo qué hay”, comenta Maldonado. Por ejemplo, si existe una alta presencia de Llantén, “eso indica que el suelo no tiene buen drenaje”. Si hay ortigas, probablemente haya que regar más o con mayor frecuencia.
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*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 13 de octubre de 2021. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.