Hace medio siglo, las casas apenas contaban con un refrigerador como electrodoméstico esencial, y tener un televisor resultaba un lujo. Hoy, en cambio, nos vemos rodeados de celulares, tablets y computadores, sin contar audífonos, parlantes, freidoras de aire, relojes y un cada vez más largo etcétera.
Es parte de la era de la hiperconexión y el mundo digitalizado. ¿Sabías que, según el INE, en Chile hay más de 33 millones de celulares? Es decir, hay más de un teléfono móvil por persona. Y así como va la tendencia, es esperable que la cifra aumente. ¿Qué nos dice esto?
Mucho se podrá especular o concluir de la dependencia que hoy tenemos de la tecnología. Pero algo es inobjetable: a medida que adquirimos más aparatos electrónicos, y con mayor frecuencia, se acumula más y más chatarra electrónica en el planeta.
En Chile se generan más de 200 mil toneladas anuales de residuos de dispositivos eléctricos y electrónicos, algo así como 9,9 kilos por persona. Si bien el promedio es menor al otros países de la región, éste no está lejos de lo que registran Argentina (10,3 kilos) y Brasil (10,2 kilos), cuyas poblaciones superan ampliamente en número a la nuestra.
De acuerdo a la seremi de Medio Ambiente de la Región Metropolitana, Sonia Reyes, este escenario presenta dos problemas. “Primero, gran parte de este flujo de residuos termina en rellenos sanitarios o en sitios de disposición ilegal, lo que es grave pues esta basura contiene sustancias y materiales peligrosos y muy contaminantes que, si no se manejan correctamente, son liberadas al medio ambiente”.
Entre este tipo de desechos se encuentran comúnmente elementos químicos de alta toxicidad, como el cadmio, el plomo, el óxido de plomo, el antimonio, el níquel o el mercurio. Según la Organización Mundial de la Salud, quien se exponga a ellos puede ver afectada sus funciones pulmonares, la respiración, dañar el ADN, alterar la función tiroidea y aumentar el riesgo de padecer enfermedades crónicas durante la vejez, como el cáncer y las cardiopatías.
Además representan un importante riesgo a nivel medioambiental. Su toxicidad puede contaminar ríos, lagos y mares, a lo que se suma la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. De hecho, se estima que las tecnologías digitales son responsables del 4% de la producción anual de CO2.
Ley REP
El segundo problema que plantea la seremi Sonia Reyes, es que los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) y sus componentes “tienen altas tasas de reciclaje, por lo que representan una importante fuente de recursos materiales y económicos que no está siendo aprovechada del todo”.
En Chile, sólo el 5% de los RAEE se reciclan. Lejos del 20% promedio que se gestiona a nivel mundial, de acuerdo al Monitoreo Global de Residuos Electrónicos, publicado por las Naciones Unidas en 2020. Y más lejos aún de lo que esperan, por ejemplo, desde la Royal Society of Chemistry, del Reino Unido, donde plantean que la extracción de minerales y metales preciosos, para uso tecnológico o para la minería, es insostenible y no será viable en el futuro. La gran solución, dicen, pasa por reciclar.
La Ley 20.920 de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) busca hacer frente a este escenario. Su objetivo es disminuir la generación de residuos y fomentar valores de la economía circular, como la reutilización y el reciclaje, con el fin de proteger la salud de las personas y el medio ambiente. Para ello se establece que los generadores e importadores de ciertos productos —definidos como “prioritarios”— serán responsables de organizar y financiar la gestión de los residuos que se derivan de su comercialización. El principio base es “el que contamina, paga”.
El año pasado la legislación comenzó a regir para neumáticos, envases y embalajes. Progresivamente se sumarán otros productos prioritarios como aceites y lubricantes, baterías y aparatos eléctricos y electrónicos. Se esperaba que el decreto que definirá metas de recolección y valorización, medidas de manejo específicas y de prevención para los RAEE estuviera listo en febrero. Sin embargo, su tramitación se postergó para el próximo semestre.
De todas maneras, es posible adelantar que la Ley REP no sólo implicará obligaciones para las empresas. Tal como ocurre con los envases y embalajes, en los hogares también deberán tomarse medidas para ajustar la gestión de estos desechos. Para algunos puede significar grandes cambios en sus costumbres; para otros no tanto. ¿Pero para qué esperar a la legislación cuando ya se pueden desechar los aparatos electrónicos de forma responsable?
Errores y recomendaciones
Según el Monitoreo Global de Residuos Electrónicos 2020, se proyecta que la generación mundial de RAEE pase de los 50 millones de toneladas actuales a 74,7 millones en 2050. ¿Y en Chile? “De acuerdo a las últimas proyecciones que hemos realizado, en Chile la generación de RAEE aumentará y alcanzará las 258 mil toneladas para el 2030. De éstas, un 45% corresponderá a la categoría de aparatos pequeños, como los celulares”, expone Florencia Delgado, jefa de proyectos de la gerencia de sustentabilidad de Fundación Chile.
Mientras aumentan los niveles de ingreso y la capacidad de consumo, también disminuye otra costumbre: la de reparar. “Culturalmente, reutilizar, heredar y dar una segunda vida a nuestros bienes ha ido en retirada, un factor clave en la extensión de la vida útil de este tipo de productos”, sostiene Maria Pavón, gerenta de TRAEE, una iniciativa de la Cámara de Comercio de Santiago que busca fomentar una gestión de RAEEs alineada a la Ley REP, y transformarse en un sistema de gestión colectivo de estos productos.
Aunque deberíamos recuperar esa tradición —no solo con los dispositivos electrónicos, sino también con la ropa, los muebles y muchos otros bienes—, aún son pocas las alternativas a las que acudir para reparar aparatos electrónicos y, en algunos casos, “los costos de reparación son muy altos respecto al de un nuevo producto”, como dice Florencia Delgado.
La obsolescencia programada —que acorta la vida útil desde la fábrica— de productos como smartphones, tablets y televisores inteligentes tampoco ayudan y solo incentivan el consumo impulsivo y la generación de más desechos electrónicos. “Esperamos que prácticas como ésta estén prohibidas en Chile, tal como lo está haciendo la Unión Europea”, apunta Delgado.
Entonces, ¿qué hacer en casa para gestionar los desechos electrónicos?
Lo primero, dicen las entrevistadas, es dejar de tirar este tipo de residuos a la basura común. Ya mencionamos los riesgos que muchos componentes implican para la salud y el medio ambiente. Pero para hacerse una idea, “un refrigerador que no se gestiona adecuadamente podría liberar en promedio 2.750 kilos de CO2 al medio ambiente, más de lo que emite un vehículo al año en el país”, ejemplifica Mariana Pavón.
Antes de deshacerte de un dispositivo electrónico ante un desperfecto técnico, lo ideal sería ver la opción de repararlo. “Hoy día existen muchos emprendimientos e iniciativas de reparación de aparatos eléctricos y electrónicos, por lo que la invitación es siempre a prevenir y, si no es posible, a repararlos”, dice la seremi Sonia Reyes.
En Práctico hemos entrevistado a múltiples servicios técnicos, como Boaz Electronics, Batmac y Tecnifix, por mencionar algunos especializados en smartphones, computadores, tablets y smart tvs.
Pero si el aparato no tiene arreglo, entonces se debe depositar en algún punto limpio dispuesto en municipios, establecimientos educacionales, retail u otros gestores privados, que se encargan de realizar una gestión adecuada que no implique riesgos para salud o para el medio ambiente. Actores como Reciclapp, Recycla Chile, Chilenter o DeBaja.cl, además de empresas como Sodimac y PC Factory, poseen servicios de reciclaje que incluyen puntos verdes o retiro a domicilio.