En su más reciente libro, Planeta silencioso. Las consecuencias de un mundo sin insectos, el biólogo británico Dave Goulson ficciona sobre cómo será la vida en 2080, cuando la desaparición de las abejas, chinitas y escarabajos ocasione una crisis alimentaria en todo el planeta. A ello se suman grandes ciudades inundadas y paralizadas por el irremediable aumento del nivel del mar, las economías están por el piso, epidemias y enfermedades se propagan sin ningún control, mientras el Amazonas y otras selvas fueron devastadas producto del efecto invernadero. Todo a raíz del cambio climático.
Son más de treinta años de trayectoria los que sitúan a Goulson como una eminencia en materia de biodiversidad a nivel mundial. De ahí que su libro se entienda más como una advertencia que como un cuento de ciencia ficción. La polinización, un proceso fundamental para la producción de alimentos, ha dependido hasta hoy de los insectos. De hecho, cerca del 30% de los cultivos agrícolas del mundo se sostienen gracias a ellos.
En una entrevista que dio al diario español El País, el biólogo ahondó en su tesis. Al ser consultado sobre qué ocurriría si desaparecieran los insectos, este respondió: “Lo pasaremos muy mal. Millones morirán por falta de comida, los países se aislarán, se romperán los tratados internacionales…”. La periodista contraataca con algo de picardía, haciéndole notar que nadie podría extrañar a una plaga de mosquitos. A lo que Goulson replica: “Es que precisamente esas plagas irán a más”.
Si bien se reconoce a cerca de un millón de especies de insectos en el planeta, se estima que el número real es cuatro o cinco veces mayor. Y Goulson no es el único especialista preocupado por su devenir ni de las consecuencias que una extinción masiva pueda ocasionar en el planeta.
“Si no se llevan a cabo acciones de protección hacia la biodiversidad y su entorno, existe la posibilidad de que un escenario como el descrito por Goulson ocurra”, comenta Luis Flores, director del Instituto de Entomología de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE).
Además de la polinización, explica Flores, los insectos proveen de importantes servicios ecosistémicos que benefician directa o indirectamente al ser humano: desde el control de plagas agrícolas y forestales a la descomposición de materia orgánica, entre otros. “Si se mantienen las amenazas a la biodiversidad, muchos insectos reducen sus tamaños poblacionales y corren peligro de extinción. En ambos casos, se ve afectado el ecosistema, y los cálculos proyectados son cuantiosos en términos económicos y sociales”, advierte el entomólogo.
Las amenazas sobre la biodiversidad provienen de los mismos factores que han generado el cambio climático, siendo el humano el principal responsable de ello. La contaminación ambiental, la deforestación de bosques nativos, el uso indiscriminado de pesticidas y la destrucción de ecosistemas naturales por un crecimiento excesivo de centros urbanos son aspectos sobre los cuales las Naciones Unidas (ONU) han puesto alerta. Su plan es que para el 2030 se generen los suficientes cambios que permitan ralentizar los ya inevitables efectos de este desastre ambiental.
Chile, ¿punto caliente?
Hasta ahora, en Chile se han descrito 10.130 especies de insectos, lo que representa el 33% de los animales nativos del país, más que cualquier otra clase. Los coleópteros, también conocidos como escarabajos, son los más numerosos: según la Fundación R.A. Philippi de Estudios Naturales, se reconocen 97 familias de estos, con 1.287 géneros y 4.226 especies, lo que corresponde a un 30% del total de especies de insectos descritas en el territorio nacional.
Estas cifras están muy por debajo de las que recogen otros países, como Estados Unidos, donde se describen más de 90 mil especies. Y en ello influye mucho la ubicación y las características geográficas de Chile: la cordillera de Los Andes, el desierto y el océano representan una especie de barrera que dificulta en extremo el ingreso de nuevas especies con pretensiones colonizadoras. Más fácil es que desembarquen especies invasoras vía aérea, como es el caso del chinche del arce.
Ramón Rebolledo Ranz, especialista en biodiversidad de insectos en ambientes agrícolas y forestales y control de plagas con énfasis en el control biológico de la Universidad de La Frontera (UFRO), dice que, por ejemplo, “las abejas no están en extinción”. “Es más, según el SAG en Chile tenemos 1,2 millones de abejas y las chinitas tampoco lo están, a pesar de la introducción en el país de la chinita arlequín”.
En todo caso, Rebolledo agrega que el cambio climático está generando una redistribución de algunas especies a lo largo del territorio. “La termita subterránea es un enorme problema de la zona centro y avanza lentamente hacia otras regiones”, ejemplifica.
La araña de rincón, otra especie común del territorio nacional —aunque no es un insecto sino un arácnido—, “es más importante en la zona central que en el sur de Chile”. Las cucarachas, en tanto, son “más cuantiosas en el norte grande, en donde por condiciones de clima andan en todos lados, inclusive en la calle”. En cambio, en el sur aparecen plagas “casi exclusivamente” en edificios viejos. “Algo similar ocurre en los insectos que atacan productos almacenados”, apunta Rebolledo: “Hay mayor cantidad en la zona central y norte del país que en el sur”.
Quinto mandamiento: no matarás
“No mata ni a una mosca” es una frase común que grafica lo naturalizado que está matar a los insectos. Aunque es altamente difícil dimensionar el impacto que tiene para la biodiversidad la acción individual desde el hogar —se da por descontado que es menor al de otras acciones de gran escala, como construir sobre un humedal—, parece fundamental comenzar a tomar conciencia respecto a la gravedad de la amenaza que se hace cada vez más patente.
“Es importante no matar a los insectos que no representan ningún peligro”, dice Luis Flores. “A largo plazo, mientras más frecuente sea esa conducta, mayor impacto tendrá a escala local”, agrega. Habría que considerar, por ejemplo, que las abejas, mariposas y moscas que visitan flores o jardines en las casas son importantes para la reproducción de esas plantas.
“La inmensa mayoría de especies de abejas no viven en colmenas, sino que en grupos muy pequeños y construyen sus nidos en el suelo, cerca de las plantas que visitan. Entonces, si se matan, el impacto para las poblaciones que viven en esos ambientes urbanos es muy alto”, explica el director del Instituto de Entomología UMCE.
“Se debe educar a la población, contar con el apoyo de los medios, por supuesto de los colegios, y se deben dejar lugares en donde los insectos sean solamente fotografiados. Eso ayudaría mucho. Tener, por ejemplo, mariposarios, y cuidar mucho donde se construyen edificios, además de regular la aplicación de plaguicidas solo para los lugares donde realmente los insectos constituyen plaga, como los cultivos agrícolas, forestales, praderas y otros lugares”, opina Ramón Rebolledo.
De todas maneras, los dos especialistas son más optimistas que Dave Goulson. Ambos entienden que existe cada vez una mayor preocupación sobre el tema, en especial de parte de niñas, niños y jóvenes, que buscan generar una convivencia respetuosa hacia los insectos. “El futuro es más auspicioso de lo que se cree”, asegura Rebolledo.
Consejos para una convivencia sostenible
Si bien las especies de insectos que suelen presentarse como invitados de piedra en los hogares, varían según la región del país, la localidad y el entorno en el que se encuentra esta, las recomendaciones para construir una convivencia “sostenible” son las mismas. Y la manera más efectiva, respetuosa y responsable de hacerlo es por medio de un aseo profundo y regular. La suciedad es una tarjeta de invitación para que moscas, hormigas, arañas o cucarachas, por mencionar algunos, ingresen al hogar en busca de alimento y/o refugio.
“La principal solución es un aseo intensivo, revisar detrás de los cuadros, camas y veladores la posible presencia de arañas o polillas. Antiguamente, se usaba cera en los pisos, que servía muy bien para controlar pulgas y otros problemas”, explica Rebolledo.
Junto al aseo, es clave la eliminación “constante y eficaz” de desechos orgánicos y de basura de todo tipo, la reparación de grietas estructurales, así como mantener ventanas y puertas cerradas durante gran parte del día y la noche. “Si aún así se ven insectos que no revisten peligro dentro de las casas, lo ideal sería removerlos. Por ejemplo con una escoba o, con ayuda de brochas pequeñas, ponerlos en frascos o cajas y luego sacarlos afuera”.
Por otro lado, si se está en presencia de insectos que pueden generar incomodidad o definitivamente problemas, y además estos se encuentran en abundante cantidad —como demasiadas cucarachas en un edificio— la recomendación es detectar el origen del problema y tomar medidas de corto y largo plazo, “como eliminar el foco de propagación de los insectos y luego, realizar aseo permanente para evitar una nueva proliferación”.
Dentro de las casas que se encuentran en sectores rurales, o cercanas a ambientes donde predomina la naturaleza por sobre la urbanización, la probabilidad de encontrar insectos aumenta. “También es altamente probable que éstos insectos sean nativos y no representen algún peligro”, apunta el entomólogo. Por lo tanto, intentar sacarlas de buena manera —como se mencionó anteriormente: con una escoba o con ayuda de una pala— es lo ideal.
Ahora, si insectos de mayor riesgo, como las chaquetas amarillas —que además es una especie introducida, no nativa—, aparecen con frecuencia y en gran número, lo recomendable es acudir a algún profesional, ya sea de alguna empresa de control de insectos o de la misma municipalidad. “Se debe inspeccionar en la cercanía de la casa en búsqueda de algún nido que pueda ser eliminado”, explica Flores.
Por otro lado, Rebolledo asegura que una casa bien mantenida “con pinturas o barnices” tiene menos problemas frente a insectos devoradores de madera, como las termitas, capaces de destruir una pared interior o exterior. Asimismo, dice, la amenaza de las termitas subterráneas se puede controlar con un piso de concreto.
¡¿Y qué hacer con las polillas que atacan la ropa y los alimentos?!
Rebolledo expone un truco casero bastante sencillo: poner unas gotas de lavanda en agua caliente y utilizar la solución para limpiar los armarios. Estos insectos suelen rehuir de los olores intensos, por lo que esta técnica resulta muy eficiente. En paralelo, es fundamental no dejar residuos de alimentos, como restos de azúcar y harinas añejas, entre otros.
“Claro está que si no se cuida del aseo prolijo, ni de mantener bien el hogar tanto al interior como interior, los insectos y arañas, e inclusive los ácaros, pueden llegar a ser un buen dolor de cabeza”, cierra Rebolledo.