Nuestra existencia se ha pantallizado. ¿O empantallado? Sea como sea que se diga —buscaré la forma correcta en una pantalla—, es muy difícil hoy en día imaginarse un lugar habitado donde no figure una pantalla. Casi todos traemos una pequeña en el bolsillo, muchos trabajamos frente a una mediana buena parte del día, y otras más grandes se instalan en todo tipo de habitaciones: desde la sala de estar o el dormitorio de una casa, hasta aulas escolares, andenes del metro, zonas de espera e incluso la carnicería de mi barrio.
Como evadirlas se hace difícil, entenderlas se vuelve necesario. Porque a pesar de que las usamos todo el tiempo —niños y adolescentes en Chile pasan unas 6 horas diarias mirándolas—, sabemos bien poco respecto a cómo funcionan, de qué forma emiten la luz que nos atrae como polillas y cuáles son las tecnologías actualmente disponibles.
Los famosos televisores plasma ya han quedado atrás, e incluso las pantallas LCD ya no son las más comunes en el mercado. Lo que domina hoy la industria, tanto de smart TVs como de monitores, teléfonos móviles, tablets, relojes inteligentes y más, es la pugna entre pantallas LED, OLED y AMOLED. Aunque suenan parecidas, hay bastantes diferencias.
Cómo funciona una pantalla LED
Advertencia: esta es una explicación MUY simplificada de la tecnología LED. Para obtener una más detallada y compleja, con conceptos científicos, recomendamos revisar este video.
Ahora bien, las pantallas LED deberían llamarse LED/LCD. Aunque es un nombre muy largo, algo confuso y no muy marketero, es la denominación más precisa para definir su funcionamiento.
Porque LED es el nombre de la tecnología lumínica detrás de estos paneles. Las luces LED —que se llaman así por la sigla en inglés de diodos emisores de luz— se han masificado por su larga duración y bajo consumo energético, lo que en las pantallas se traduce en colores más vívidos y contrastes más marcados.
Pero también son LCD ya que las imágenes que finalmente vemos son generadas por una capa de cristal líquido transparente (elecedé, por su sigla en inglés), la que es iluminada por estos cientos o miles de diodos LED. Entre medio también hay otras capas, como los polarizadores, los filtros de color, el TFT (o transistor delgado) y los sustratos, que luego forman lo que miramos en la pantalla.
La gracia de los paneles LED/LCD es que los diodos iluminan solo el pixel que requiere de luz, por lo que el contraste es mucho mayor que el de monitores antiguos, los colores son más intensos, los negros más oscuros y la definición es más alta.
Cómo funciona una pantalla OLED
Advertencia: Advertencia: esta es una explicación MUY simplificada de la tecnología OLED. Para obtener una más detallada y compleja, con conceptos científicos, recomendamos revisar este video.
Si la tecnología LED/LCD suena tan bien, ¿para qué queremos algo más avanzado? Lo que sucede es que todavía presenta algunos defectos, o más bien un márgen de mejora.
¿El principal? Que al funcionar mediante una luz de fondo, se hace inevitable que esta alcance no solo al píxel que debe iluminar sino que también a los que se ubican alrededor. Como consecuencia, los tonos negros no consiguen ser tan oscuros y se produce un efecto como de halo alrededor de aquellos que están encendidos.
Para solucionar eso llegó la tecnología OLED, que se llama así por la sigla en inglés de diodos orgánicos de emisión de luz. Su diferencia, muy radical, está en que en vez de iluminarse por detrás, cada píxel es capaz de emitir su propia luz. Así, cuando la imagen sea oscura, el píxel simplemente no se enciende, lo que se traduce en que no hay contaminación lumínica entre píxeles y los son negros más reales.
Eso además hace que requiera de menos capas que una pantalla LED, por lo que pueden ser todavía más delgadas y livianas, muy convenientes para dispositivos portátiles como notebooks —algo que se nota, por ejemplo, en este Asus VivoBook 16X Pro OLED—, teléfonos móviles y otros.
Otra ventaja de las pantallas OLED está en que permite un mayor ángulo de visión. La ausencia de una luz de fondo y la delgadez de su panel ayudan a que las imágenes se vean igual de bien desde distintos ángulos, algo que no siempre sucede con las pantallas LED.
Además, emiten menos luz azul, una frecuencia que resulta perjudicial para la vista cuando uno se expone a ella por varias horas. En comparación a los paneles LED, los OLED pueden reducir hasta en un 50% la luz azul, por lo tanto son más benévolos con nuestros ojos.
También son más eficientes energéticamente: como los píxeles se encienden a un nivel individual, el gasto de electricidad es bastante menor al de las pantallas LED, que usan más luz para funcionar. También es más amigable con el medioambiente en su fabricación, principalmente al no utilizar trifluoruro de nitrógeno, un gas que causa efectos invernadero.
¿Tiene algo malo? Aparte de su precio, que sigue siendo alto aún, su principal debilidad, al menos por ahora, es que la vida útil es más corta. Como sus componentes son orgánicos, llega un momento en el que los diodos comienzan a desgastarse y pierden su capacidad de apagarse y encenderse con la misma intensidad, trayendo problemas a la calidad de la imagen.
Cómo funciona una pantalla AMOLED
Aquí la diferencia de funcionamiento no es tan grande. Las pantallas AMOLED —del inglés diodos orgánicos emisores de luz de matriz activa— usan en rigor la misma tecnología que las OLED, solo que en vez de tener una gran capa de transistores de película delgada —TFT, que son los que transmiten la corriente eléctrica internamente—, tienen muchas tiras angostas de TFT. Eso resulta en que cada píxel se ilumina con mayor velocidad e intensidad.
Así, una pantalla AMOLED puede conseguir mayor brillo que una OLED, además de alcanzar tasas de refresco más altas y, por consiguiente, movimientos más fluidos y realistas. Una cualidad especialmente atractiva para gamers.
Su otra gracia es que, al tener estas tiras finas de TFT, el panel es todavía más delgado y flexible que el OLED, algo que ya se está aprovechando en las pantallas flexibles de ciertos teléfonos móviles —como el Samsung Galaxy Z Flip4— o televisores curvos. También son aún más eficientes energéticamente.
Por supuesto, al ser la tecnología más reciente de estas tres, su precio es más alto, por lo que todavía se reserva para terminales de gama más alta. Y al igual que las pantallas OLED —ya que usan el mismo tipo de diodos orgánicos— su vida útil es más corta. Se estima que, en promedio, una pantalla AMOLED tiene una duración de 14.000 horas. Igual no es tan poco: eso equivale a unos 583 días y noches completos encendida.
¿Cuál es mejor?
Si uno se basa solo en rendimiento y calidad de imagen, las pantallas más avanzadas son las AMOLED. El problema es que no muchos dispositivos cuentan con ellas, y los que las tienen suelen ser los más costosos.
Por otro lado, tener un aparato con pantalla LED/LCD tampoco es tan terrible: si bien la definición de imagen no será la mejor del mercado, tampoco es que se trate de una calidad baja o mala. Además, tienen una capacidad de brillo mucho más alta que los OLED o AMOLED y, como se ha dicho, una vida útil más larga.
¿Entonces? Mientras se pueda, lo más recomendable sería inclinarse por una pantalla OLED, ya que es un salto de calidad significativo, con precios que van bajando bastante rápido, y representan además menor espacio —especialmente en los televisores—, menor peso —algo que se nota en teléfonos móviles— y mayor eficiencia energética.
*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 21 de abril de 2023. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.