Todas las mañanas, y cada día más temprano, me despierta un ruido intenso. En realidad son varios, muy estruendosos y agudos, que bajan de los árboles y cables, y aunque los he escuchado toda mi vida, no soy capaz de identificar quién los hace. Puedo distinguir, por cómo suenan sus motores, un camión de una micro y una micro de un bus, también un auto de un furgón e incluso una moto de una bicicleta motorizada, pero a mis más de 36 años todavía soy incapaz de diferenciar el canto de un pájaro del otro.
Sé cómo hacen las cotorras, porque se dejan ver y son escandalosas, y también el tiuque, que grita hambriento desde la punta de un plátano oriental, en cambio esos cantos que aparecen antes de que amanezca, hermosos o desesperantes —según el nivel de mi resaca—, me resultan completamente anónimos. No es raro: uno de cada tres chilenos confía poco o muy poco en sus vecinos, y solo un tercio los ha visitado en su casa. Si no conocemos quién vive al lado, menos sabremos el nombre de las aves que habitan en nuestro entorno.
“Conocerlas, saber con qué especies convivimos, nos ayuda a vincularnos más con el entorno”, dice Rodrigo Reyes, cofundador y director de Birdwatching, un proyecto que organiza avistamientos guiados de aves y talleres sobre observación de estos animales. Al fortalecerse ese vínculo, nos preocupamos más del lugar en el que vivimos, provocando un círculo virtuoso que promueve el cuidado del medioambiente.
Además, hay evidencia —según un estudio de la universidad inglesa de Exeter y la australiana de Queensland— de que observar y escuchar pájaros genera efectos positivos en las personas, como relajo mental y equilibrio emocional. Tanto así, que quienes viven en lugares con más árboles, y por lo tanto con más aves, son menos propensos a tener depresión o ansiedad.
“Esta época, la primavera, es un gran momento para iniciarse en la observación de aves”, dice Marcelo Olivares, de la ONG RedAves Chile, ya que son meses de anidación y reproducción, “por lo que están muy activas, los machos más cantores y se dejan ver más”.
“Para empezar en esta actividad, no se necesita nada más que los ojos y los oídos”, cuenta Ivo Tejeda, director ejecutivo de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile. “En tu jardín, plaza o parque más cercano, si pones suficiente atención, puedes observar entre 20 y 30 especies”.
1. Actitud, paciencia y comunidad
Para comenzar con el avistamiento de aves —un hobby no tan masivo en Chile pero que, según Olivares, practica el 15 por ciento de los estadounidenses— conviene ir de a poco. “Una vez que se entra, es difícil salir, así que no hay que apurarse”, dice. Además porque resulta contraproducente: por un lado, si vamos con prisa no podremos observar bien a los animales, que se distinguen solo si uno fija la vista y el oído; y por el otro, porque moverse rápido y brusco los ahuyentará.
“Para la mayoría de ellas, somos seres extraños, y si nos acercamos se alejan o se alteran, ya que representamos un riesgo”, agrega Olivares. “Debemos ser conscientes de eso, ser respetuosos y mantener distancia”.
“En Santiago, por ejemplo, solo al acercarse a una zona arbolada podremos ver o escuchar a chincoles, chercanes, tijerales o julgueros, incluso a golondrinas o carpinteritos”, enumera Ivo Tejeda. “Donde hay vegetación, hay aves”, dice Rodrigo Reyes. “La mañana es el mejor horario, sobre todo en ciudades cercanas a la cordillera de los Andes. Después de las 12 del día, por el calor, se hace más difícil”.
En estas semanas, con la subida de las temperaturas, también arriban a nuestro territorio muchas aves migratorias. Algunas costeras, como el zarapito o el playero blanco, que viajan desde Alaska o zonas árticas hasta el litoral chileno. “También el fiofío, que viene desde el norte de Sudamérica y es posible de escuchar en la ciudad”, añade Ivo Tejeda.
Si se quiere salir de la urbanización, o pasear en un parque más extenso y frondoso, Reyes recomienda hacerlo lento, sin correr ni gritar, “con un volumen moderado en todo sentido, tanto de voz como de movimiento”.
Juan Aguirre, de la Unión de Ornitólogos de Chile, sugiere ingresar a algún grupo o comunidad de observadores, de las que abundan en internet. “Así aprenderás más rápido y te contagiarás del entusiasmo de los demás”. También lo aconseja Tejeda. “Si se puede, pajarear en conjunto es mucho mejor”, dice, y Reyes también concuerda en que mirando pájaros se fortalecen lazos familiares o de amistad.
2. Guías de campo
Aunque en internet hay buenísimas aplicaciones para el teléfono que facilitan el avistamiento de aves —todos los expertos recomiendan eBird y Merlin, ambas de la Universidad de Cornell, sin dudas las más completas del mundo—, siempre será más interesante contar con una guía de campo física, en especial si se quiere aprovechar esta actividad como un momento de desconexión.
En Chile, hay consenso de cuáles son las tres mejores publicaciones. “La de Álvaro Jaramillo —Aves de Chile, Lynx, 2005— es la más conocida, muy completa, además de que por su tamaño cabe perfectamente en el bolsillo”, dice Rodrigo Reyes. En sus 240 páginas, ilustradas por Peter Burke y David Beadle, se describen a 475 especies, incluidas las de la Antártica. Hoy, eso sí, su versión en español está descontinuada, por lo que es muy difícil encontrarla.
También es reconocida la guía de Enrique Couve y Claudio Vidal, ilustrada por Jorge Ruiz —Aves de Chile, sus islas oceánicas y península Antártica; FS Editorial, 2016—, muy actualizada y, aunque un poco más grande en tamaño y páginas (tiene más de 500), su forro plástico le da mucha durabilidad al libro estando en terreno.
La tercera es la de Gonzalo González y Daniel Martínez —Aves de Chile: guía de campo y breve historia natural, 2017—, ilustrada por este último, también la última en ser publicada. En la Red de Observadores la destacan por tener muy buenas y detalladas imágenes, “incluyendo en algunos casos varias ilustraciones por especie, permitiendo identificarlas en distintas poses o etapas de desarrollo”. Incluye además una completa sección sobre la historia natural de las especies, lo que justifica sus 540 páginas. Lamentablemente, hoy se encuentra fuera de stock, pero sus autores han liberado la versión en PDF para descargarla gratis.
“Cualquiera de ellas será muy útil para saber qué especies estamos observando y con cuáles eventualmente nos podríamos encontrar”, dice Ivo Tejeda, que también recomienda, para quienes tengan menos presupuesto, los trípticos desplegables de Daniel Martínez, muy livianos y económicos, aunque con mucha menos información.
3. Binoculares
Para quien tenga mala vista o simplemente quiera mirar más allá de su rango óptico, los binoculares son la herramienta predilecta, la que todo “pajarero” tendrá colgando de su cuello tarde o temprano. No es un instrumento tan fácil de encontrar, y su universo es bien técnico y muy amplio: hay modelos demasiado simples, casi de juguete, y otros con los que puedes observar el espacio y las estrellas.
La Red de Observadores de Aves tiene una guía muy detallada para elegir binoculares, pero si se trata de escoger uno con el objetivo de comenzar en esta actividad, “lo mejor sería un binocular 8x42”, dice Marcelo Olivares, de RedAves.
¿Qué significa ese múltiplo? El 8 se refiere a la capacidad de aumento —”con menos de 7 tendrás muy poco acercamiento, y con más de 10 se hace difícil manejarla”, dice Rodrigo Reyes—, y el 42 especifica los milímetros de diámetro del lente y por lo tanto la luz que puede recibir el binocular. “Entre 30 y 50 será suficiente”, recomienda Reyes, “ya que más los hace muy grandes, pesados y delicados”.
Binoculares Celestron Upclose G2 7x35
Si el presupuesto no es mucho, el director de Birdwatching sugiere binoculares Celestron o Bushnell, “marcas accesibles pero muy buenas”. No aconseja comprar algo por menos de 50 mil pesos —"no durará demasiado tiempo ni entregará una muy buena experiencia"— y si hay más dinero disponible, “los Nikon o los Vortex son excelentes y te acompañarán por muchos años”.
Binoculares Bushnell Falcon 10x50
Ivo Tejeda, eso sí, insiste en que para comenzar no se requiere mucho más que disposición y calma. Y si en el patio o la plaza hay demasiada actividad, recomienda ir, por ejemplo, “al humedal de Batuco, al norte de Santiago, que en estos meses tiene harta agua y muchas aves, o a Farellones, donde se pueden ver aves cordilleranas, como el cóndor. Para observarlas no hace falta más que poner atención”.
Binoculares Nikon Aculon A211 8x42
A Tejeda le parece que un gran incentivo para dedicarse al avistamiento de aves es “compartir los registros en plataformas como eBird. Esa información, junto a las de cientos de miles de otros pajareros, luego la procesan científicos y con ella pueden obtener datos muy relevantes del movimiento y el comportamiento de las aves a nivel mundial. Es, además de un gran placer, una gran manera de hacer ciencia ciudadana”.
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