Me declaro una persona preocupada por su ropa. Aunque siempre termino usando las tres mismas poleras e intercalando entre un par de pantalones, tengo todos los cajones llenos de prendas. Durante la primera cuarentena del año pasado, no hubo día en que no fuera riguroso con despertarme temprano para planchar la ropa antes de ponerme a teletrabajar. Ese impulso de energía me duró hasta junio, aproximadamente; de ahí en adelante los polerones oversized, los buzos y las crocs (por muy criticadas que sean, son un placer culpable puertas adentro) se convirtieron en mi uniforme.

Cuando se aflojaron un poco las cosas, y tuve que volver a salir a interactuar con la humanidad, reencontrarme con la plancha de nuevo fue una verdadera lata. No soy prolijo. En esos meses de ropa cómoda y arrugada olvidé lo poco que sabía sobre dejar pliegues de pantalones y cuellos de camisa perfectos.

Ahí fue cuando encontré un #Flodato en el Instagram de la periodista radial Flo Merlez (@flomerlezg), donde ella contaba lo fácil y cómoda que resultaban las plancha verticales a vapor. Se trataba, en su caso, de un modelo Thomas, que se veía pequeño y funcional. “Me demoro dos minutos en planchar un blusa”, dice ella.

Plancha Thomas TH-7300

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“Saca de apuros. Ayuda mucho en el día a día, sobre todo cuando no hay tiempo. Pero no es mejor que las convencionales, especialmente si eres una persona muy preocupada con que todo quede perfecto”, cuenta. A ella le parece cómoda, práctica, pero que —a diferencia de otras más pro— esta no tiene pedestal para apoyarla, y eso sería un contra. Flo se las arregla con un tip: pone su ropa contra un sillón y pasa sobre ella el aparato a vapor.

Diego, su pareja, es un abogado menor de treinta que usa camisa todos los días. Lo que hace él es poner las poleras o camisas en un colgador, sostenerlo con una mano y planchar con la otra. Según su experiencia, la carga siempre tiene que estar a full para que funcione con prolijidad. A veces él, cuando va a almorzar a su casa al mediodía, aprovecha y le quita las arrugas del día a su ropa.

Pía Gómez es otra persona totalmente fascinada con este producto. Es diseñadora y durante mucho tiempo trabajó desde su casa como freelance. Paradójicamente, el año pasado consiguió un trabajo presencial y tuvo que empezar a preocuparse más de su presentación personal. “Mis compañeras iban con ropa más linda, yo andaba siempre en converses, pitillos y poleras de la ropa americana, entonces me compré outfits más producidos”, recuerda. “Pero cuando tenía que planchar pantalones de tela o blusas, me quería morir; me quedaban como repollos mojados”, cuenta riéndose.

Ella compró la plancha vertical de Oster y está feliz. “Viene con un perchero y unos ganchos, entonces es súper fácil usarla. Además, siempre estoy atrasada, sobre todo en las mañanas, entonces le paso la plancha y queda bien”, dice satisfecha. “Hago varias pasadas eso sí, me demoro 10 minutos, pero prefiero eso a usar la plancha, porque de verdad las veces que lo intenté fallé. Además la ropa, por el vapor, queda como fresca”, dice.

Plancha vertical a vapor Oster 1.600 W

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El ingeniero Pablo Mena vive solo desde mayo del año pasado, dejando el nido del privilegio y las comodidades, se vio obligado a aprender a planchar. El resultado: un desastre. Otro millennial rendido ante la plancha convencional.

“Vi en un reel de Instagram que se podía planchar a vapor”, dice. “Creo que lo había visto en una película y me tincaba que quizá eran carísimas, así que googleé por si acaso y finalmente terminé comprándome una”. Mena no la cambiaría por nada, “porque de verdad planchar sobre la mesa no es lo mío, no se me da y siento que uno gasta más tiempo”.

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“Aprovechaba los fines de semana, cuando iba a almorzar a la casa de mi mamá, para pedirle ayuda con la camisa del lunes”, cuenta con vergüenza. “Lo intenté varias veces, pero no se me da”. Él insiste en que por tiempo y funcionalidad, no cambia su plancha a vapor por las tradicionales.

Yo compré la plancha vertical Oster el año pasado y para mí ha cumplido bien lo que promete. Es funcional, cómoda y sirve también para quitar arrugas de manteles, cortinas, plumones y otras cosas que no sean ropa de vestir. Un dato que encontré en la web, y que he probado exitosamente —no sé si es perjudicial para la plancha eso sí—, es ponerle unas gotitas de aceite esencial de árbol de té. Eso le quita los malos olores a la ropa, sobre todo si estuvo mucho rato guardada en el clóset.

La verdad es que no sé lo qué pasa con mi generación que simplemente se rinde ante la plancha. A lo mejor tiene que ver con la paciencia que demanda hacer que el pliegue de un pantalón quede bien, o radicalmente ese talento se esfumó en la genética de los noventeros. Por ahora, por una cosa de tiempo, yo me quedo con las planchas verticales. Eso sí, el requisito es que tenga pedestal para que todo ande bien.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 29 de marzo de 2021. Los valores y disponibilidad pueden cambiar.