¿Por qué una versión en vinilo de The Dark Side of The Moon de los años setenta cuesta sobre los 300 mil pesos y otra, reeditada en el siglo XXI, poco más de 20 lucas? No se trata solo de razones vintage: quienes recién comienzan a internarse en el universo de los vinilos, más temprano que tarde tendrán que enfrentarse a estos inmensos contrastes. ¿Se escuchan realmente mejor los discos de época que las reediciones actuales? ¿Es posible identificar esas diferencias?
Este es un tema que puede sacar ronchas en foros especializados, donde argumentos objetivos y subjetivos parecen indivisibles. Al fin y al cabo, hay mucho de apreciación estética y sentimentalismo, pero también existen aspectos incuestionables. Conocer y entender estos detalles permite no sólo tener una opinión al respecto, sino que formarse como un consumidor informado, capaz de distinguir lo que se quiere en un mercado en el que hay tantos productos como granos en la arena.
¿Pero qué significa que un vinilo sea “de época”?
Con vinilos de época nos referimos a aquellos que fueron fabricados entre las décadas de 1960 y 1990. Para seguir con el ejemplo anterior, Pink Floyd publicó el The Dark Side of The Moon en 1973, por lo tanto las ediciones publicadas durante dicho año y —digamos— los siguientes cinco, seis o siete, se consideran vinilos de época.
En tanto, se considera como una reedición aquella que se hizo con un par de lustros de distancia de su lanzamiento original, pudiendo haber incluso otro sello involucrado, y una reedición actual son aquellas publicadas a partir del 2000, año en que, entre otras cosas, la tecnología de producción y fabricación de un vinilo —y de la música en general— comenzó a presentar drásticos cambios respecto a sus décadas antecesoras, siendo el soporte digital el pilar fundamental.
Entonces, y más allá de la nostalgia, ¿es lo mismo comprar el icónico álbum de Pink Floyd de la época que una reedición de este siglo? Pues no.
El sonido: ¿master análogo o digital?
En el mundo audiófilo, conformado por aquellos fanáticos no solo de la música sino que del sonido en particular, no hay perdón de dios hacia lo digital. Su afán es acercarse lo máximo posible a la sonoridad original capturada en las cintas durante el proceso de grabación, mezcla y masterización de un disco de época. Procesos que, por lo demás, se desarrollaron durante varias décadas por medio de soportes análogos.
“El sonido análogo tiene mayor presencia, más cuerpo y más calidez, además de un nivel de saturación menor que el audio digital. Esto hace que el sonido se sienta más natural”, sostiene Álvaro Acuña, fundador de Vinilos Álvaro, tienda que se prepara para la realización de la 225ª edición del Tour del Vinilo, una feria itinerante que se desarrolla a lo largo de Chile y que este fin de semana se realizará en la Galería Drugstore, de Providencia.
Julio Vera, en tanto, es un reconocido pinchadiscos bajo el seudónimo de Dj Manyin. Su colección de vinilos asciende a más de dos mil unidades, entre LPs de 12 pulgadas y sencillos de 7″. Cuenta que comenzó como “cabeza de palo”, buscando nada más que discos de época, pero con el tiempo comenzaría a aceptar las reediciones. Aunque lo hizo más por un tema económico que por otra cosa: “Conseguir un LP de una banda chilena de época es muy caro”, comenta.
Vera explica que los discos de época son cotizados porque la masterización y producción de la grabación es la original. “Con esto me refiero a que los artistas de la obra escucharon y subieron los agudos en alguna parte, los bajos en otra, acentuaron voces, bronces, arreglos, etcétera. Y estos detalles se ven en el disco de esa época”, asegura.
En cambio, continúa Manyin, “hay muchas reediciones y discos actuales que no tuvieron este detalle en consideración y ocuparon la misma masterización digital, que se utiliza para las tecnologías actuales, en el vinilo. Al cometer este error la diferencia entre un vinilo de época y una reedición se hace muy notoria”.
El ejemplo más claro de esto, para Vera, es lo que ocurre con el Help! de los Beatles, editado por EMI Odeon en 1965, versus las reediciones actuales. “Hasta ahora no he encontrado una que tenga la misma calidez de la edición original”, sentencia.
¿Qué es un máster?
Hay que comprender que cada copia de un disco proviene de un archivo madre. Como en el arte, solo existe una obra original, el resto son réplicas. En la música, ese archivo madre es el máster o grabación maestra, la cual se obtiene tras el proceso de masterización.
Hasta mediados de los años 90, el máster correspondía a una cinta análoga de la cual se desarrollaban las copias para los distintos formatos. Para dicha década, eso sí, los vinilos bordeaban la extinción ante la hegemónica presencia del CD. Este último, además, introdujo los procesos digitales en la producción musical. Para la industria discográfica esta innovación significó el ahorro de millones de dólares al año, una tendencia que aumentaría aún más con la introducción de la música digital para streaming durante el siglo XXI.
Más simple de producir y más barato, pero con un costo: la pérdida de fidelidad respecto a la grabación de la música y, con ello, de la calidad sonora.
“Un máster es la captura más fiel de una pieza de música grabada”, explicó Adam Block, expresidente del sello Legacy Recording —dependiente de Sony Music Entertainment— al New York Times, a propósito de lo que fue catalogado como el peor desastre en la historia de la industria discográfica. ¿Qué ocurrió?
El 1 de junio de 2008, un incendio consumió todo lo que se hallaba en las bóvedas de Universal Studios, en California. Entre otras reliquias, ahí estaban las grabaciones maestras de algunos de los artistas musicales más populares desde la década del 40: desde Billie Holiday y Louis Armstrong a Nirvana y Snoop Dogg, pasando por John Coltrane, Neil Diamond, Tom Petty, y cientos de otros nombres.
“En cuando al sonido, las grabaciones maestras pueden ser deslumbrantes por cómo captan un momento en el tiempo. Cada copia posterior es una degradación sonora”, dijo también Block, dándole la real dimensión a aquella tragedia.
Como ven, no sólo la entrada del CD y las nuevas tecnologías forzaron a que reediciones de vinilos se hicieran bajo procesos digitales. Pero cabe preguntarse: ¿qué tanto puede afectar a la experiencia auditiva?
¿Todos las reediciones digitales suenan mal?
Para Francisco Martínez, dueño y fundador de la tienda Needle, esta idea es “una generalización muy poco precisa; no todos los vinilos de época suenan de una manera ni todas las reediciones de otra”. Dice que “así como hay discos de época que no suenan bien, hay reediciones que suenan increíble: prácticamente no tienen ruido de fondo, la separación de canales es buenísima, con muy poca distorsión y un rango dinámico amplio, entre otras cosas”.
El ingeniero Francisco Holzmann cuenta con más de trece años de experiencia masterizando discos de artistas como Mon Laferte, Álex Anwandter, Javiera Mena y Bomba Estéreo, bajo procesos análogos como digitales. Desde ese conocimiento, comenta que “en el sentido estético” uno y otro “tienen sonoridades absolutamente distintas”. La cinta, dice, “tiene una compresión y textura muy particular”.
El tipo de público al que se busca llegar como artista, dice Holzmann, influye en la decisión de editar o no un disco en vinilo, un formato que invita al rito de “sentarse y tener una escucha completa de la obra”. Algunos géneros, como el reguetón —que “están más pensado para la disco”—, van en una dirección distinta a este tipo de decisiones.
Ese tipo de géneros, además, se mueven por otras premisas estéticas, como la del volumen a tope y sonar “fuerte”. Eso implica una “sobrecompresión” en la masterización de la música, que puede llevar a saturar y distorsionar. “Es una decisión artística, pero los más puristas hablan de una guerra”, apunta el ingeniero.
La “guerra del volumen” implica que cada artista quiere sonar más fuerte que el otro, para generar mayor impacto en los oyentes. Se trata de una estrategia comercial que se introdujo junto al CD, un formato que permitía elevar los volúmenes notablemente respecto al cassette y el vinilo, pero que con el tiempo comenzó a generar detractores debido al nivel de ruido. El caso más emblemático llegó de la mano de Metallica y su disco Death Magnetic del 2008, que generó una gran controversia, con columnas de opinión en medios, discusiones entre ingenieros y el repudio del mundo audiófilo.
En las reediciones actuales de vinilos, el riesgo de caer en la dinámica de la “guerra del volumen” existe. Lo mencionó Dj Manyin anteriormente con el caso de Help!. Para Claudio Parra, uno de los fundadores de la tienda Kali Yuga Distro, algunos Grandes éxitos de emblemas nacionales, publicados en vinilo en los últimos años, tienen una “calidad paupérrima” debido a esta tendencia.
Entre cierto público vinilero, hay una tentación de pensar que este tipo de reediciones, así como los discos que se publican actualmente como LP, son nada más que un cedé de mayores dimensiones. Pero Holzmann lo descarta de plano: “El formato le da una variante sonora”.
Además se debe considerar la incidencia de elementos como la cápsula y el pre-phono en el resultado final. “Cuando tienes equipos de buena calidad, y un vinilo de calidad intermedia hacia arriba, comparas lo que suena con un formato digital y la diferencia es gigante”, dice Francisco Martínez. “No estoy diciendo que sea mejor, pero es un sonido completamente diferente”.
Entonces, ¿vinilo de época o reedición actual?
El año pasado estalló un escándalo de proporciones en el mundo audiófilo cuando se dio a conocer que Mobile Fidelity, un sello reconocido por sus reediciones de alta fidelidad, basaba su producción en archivos digitales y no en másters análogas, como aseguraban. “Hoy en día no existen producciones 100% análogas”, confirma Álvaro Acuña.
Pese a la puñalada al orgullo melómano, el hecho de que la farsa de Mobile Fidelity pasará piola durante años da cuenta de que conseguir una reedición digital de calidad es posible. Por lo mismo, ¿qué prefieren nuestros entrevistados: vinilo de época o reedición?
“Hay sellos actuales que reeditan de los másters originales, con un sonido es fiel al original”, responde Julio Vera. “Además, se nota mucho amor por la música que están reeditando”. En esa línea, Manyin recomienda los sellos Vampisoul, Light in The Attic, Guerssen y Little Butterfly Records. Estos últimos, dice, “hacen un trabajo de relojería en la búsqueda de los másters originales”.
Claudio Parra va por la misma línea y sostiene que “hay casos de reediciones, de sellos como los mismos Mobile Fidelity, Analogue Productions o Vinyl Me Please en que la calidad es tremendamente buena y no tienen nada que envidiarle a una producción de época, incluso llegando a superar al original”. A su listado agrega al sello nacional BYM Records, que en 2021 lanzó una reedición del disco homónimo de Los Blops: “Es un verdadero triunfo sonoro y estético”.
Francisco Martínez coincide con las recomendaciones de Parra y suma las reediciones de Blue Note Records, enfocadas en el jazz. Además, aconseja fijarse en etiquetas como “High Quality Vinyl” o “Audiophile-Grade Mastering”, que se suelen incluir en el empaque de los discos “y que hacen referencia a los procesos críticos de la fabricación”. Algunas dicen explícitamente ser reediciones hechas desde las cintas maestras originales, o que han sido remasterizadas por los propios artistas —como es el caso de algunas reediciones de The Cure, trabajadas por el mismo Robert Smith.
Álvaro Acuña dice que por sonoridad se queda con los discos de época, sin embargo el precio de estos es un factor clave: pueden superar por varios múltiplos el valor de una reedición, llegando a costar más de dos millones de pesos. “En estos casos, prefiero comprar reediciones y no perderme la música”, dice.
Por otro lado, los discos de época tienen su historia: han pasado por uno o más propietarios, por lo que es importante considerar el estado en el que se encuentran. En ese sentido, Acuña recomienda buscar ediciones japonesas, alemanas e inglesas, “y en segundo lugar, las de Estados Unidos, Países Bajos, Francia o Italia”. Acuña dice que estas ediciones suelen estar en mejor estado y “presentan mejores audios”. Este detalle se puede identificar en los créditos que se agregan en la cara posterior de las carátulas.
De todas maneras, hacer una investigación previa respecto a la edición es la manera más segura de hacer una compra que no defraude. El sitio Discogs ofrece una de las mayores bases de datos, armadas por sus propios usuarios, muchos coleccionistas de discos, en que reportan la calidad de cada edición existente en el formato que sea.
¿Y qué hay del gramaje? Hoy, buena parte de los discos es de 180 gramos, 40 más que los tradicionales. Según los entrevistados, esto sólo permite mayor durabilidad y resistencia frente al desgaste y el sol. ¿Y el sonido? No está clara su incidencia. Sin embargo, Parra asegura que la profundidad de los surcos permite a la aguja correr con más precisión, lo que mejoraría la calidad del audio.
“Lo he comprobado”, dice. “Mi edición original de First Issue, de Public Image Ltd, comparada con la reedición de Light In The Attic, va en absoluto favor del nuevo prensaje de 180 gramos”. La discusión sigue abierta.