Para algunos, esperar es parte de la vida. Se toman esos momentos con calma y resignación, como algo que simplemente sucede y no pueden controlar. Para otros, en cambio, esperar es inmediato sinónimo de su opuesto, la desesperación, un limbo angustiante donde el tiempo transcurre lento y la ansiedad inunda todo.

La espera —que viene del latín sperare y significa “tener esperanza”, es decir “aguardar a que pase algo”, ojalá bueno— es algo que cada vez cultivamos menos en nuestra cultura de la inmediatez, pero a la que paradójicamente nos enfrentamos más en situaciones que deberían ser rápidas y veloces, como los trayectos en auto.

Los embotellamientos vehiculares, que ya no suceden solo en las mañanas y tardes sino que durante todo el día, nos obligan a cultivar la espera y la paciencia, pero no es fácil porque si uno circula en auto es justamente para llegar más rápido al destino. Todos lo han vivido: van manejando, con los minutos contados para llegar a una reunión o actividad, y justo la calle por la que doblas está paralizada y atochada de vehículos. Ni Waze ni Google Maps podrán defenderte. Solo queda respirar profundo, subir la música y no caer en la tentación de apretar la bocina ni golpear el manubrio, algo que no sirve absolutamente para nada, pero a lo que pocos se pueden resistir.

¿Cómo podemos sobrellevar esta espera de la mejor manera posible? Dos especialistas en mindfulness comparten algunas herramientas sobre esta práctica y que pueden resultar útiles en medio de un taco infinito el viernes por la tarde.

Mindfulness vehicular

El mindfulness es un concepto que últimamente se ha escuchado harto pero que no necesariamente es bien aplicado. Para Carla Crempien, psicóloga e instructora del programa Mindfulness y Bienestar de la Red de Salud UC CHRISTUS, es importante entender bien de qué se trata (y de qué no). Según su definición, es la “capacidad natural que todas las personas tenemos a poner atención a nuestras experiencias tal como son en el momento presente”.

A través las prácticas para desarrollar el mindfulness —que podría traducirse como “atención plena”—, “las personas podemos aprender a gestionar nuestra atención”, complementa Verónica Lillo Solis, relatora de Mindfulness en OTEC Impulsa. “Lo que hacemos, a través de estas prácticas, es mover nuestra atención hacia diferentes lugares, lo que nos ayudará a conectarnos con el momento presente”, apunta.

“El taco es un gran ejemplo de una situación que puede ser estresante, desagradable, difícil y molesta”, dice Crempien. Al atascarnos en uno, es habitual que intentemos luchar contra esas emociones o resistirnos al momento. “Nuestra mente empieza a pelear con la situación o la experiencia”, acuña, “algo natural que hacemos de forma resolutiva, pero el problema es que no podemos erradicar de nuestras vidas este tipo de vivencias”. Y así es: a menos que nos vayamos a vivir al campo o solo nos movamos a pie o en bicicleta, la congestión vehicular será un malestar que siempre nos aquejará.

En contextos como este, lo que intenta el mindfulness “es una manera más amable de relacionarnos con esta experiencia. En vez de luchar contra ella o de reaccionar con rabia, quizás podemos explorar ciertas aptitudes de curiosidad ante ella, o de mayor aceptación”, dice la psicóloga.

Para ella, la mejor forma de tomar las riendas en una espera es teniendo en cuenta dos conceptos: el de pausa intencional, “donde uno decide tomar atención y romper con el piloto automático”, explica Crempien, y el de hacer “una atención sin juicio, amable, que no pretende evaluar si lo que pasa está mal o bien”. Simplemente, es algo que ocurre, en lo que estamos involucrados, y hay que aceptarlo.

Menos bocinas y Waze, más atención a los sentidos

“En términos concretos, lo primero que podemos cuando estemos en un taco denso y lento es llevar la atención a los sentidos”, aconseja Lillo. “En primer lugar al oído, identificando los sonidos más cercanos, luego los más lejanos. Si tengo la radio con la música que me gusta, pueden ser agradables; otros, como los bocinazos, no lo son”.

Así como te conectas con la audición, también hay que hacerlo con la vista: mirar a tu alrededor, observar lo que hay, las personas que comparten el taco contigo o el paisaje que se ve alrededor. En relación al tacto, “uno puede enfocarse en las manos, que van tocando el volante o la palanca de cambios. Están fríos o están calientes; son suaves o ásperos”, dice Verónica Lillo. Asimismo te conectas con los olores que están en el auto o afuera, si no estás en un túnel y puedes bajar la ventana.

Todo esto puede parecer obvio o darse por sentado, pero no lo es tanto: si nosotros no vinculamos e identificamos esa información, entonces no estamos tomando realmente atención y perdemos la conexión con lo que está pasando. “Los sentidos viven el presente. Si los activamos, nuestra mente deja de rumear o de tener estos pensamientos que divagan y movemos la atención a lo que ocurre afuera”, explica Lillo. Este ejercicio es “como el ancla donde ponemos nuestra atención”.

Frenar y respirar

Algo que hacemos todo el tiempo, instintivamente y sin pensar, es un gran ejercicio para conectarnos con el presente. Pero no es llegar y respirar: hay que hacerlo de forma consciente. “La idea es focalizar tu atención en la respiración. Observar el acto de respirar, notar cuando el aire entra, cuando sale, si respiro con la boca o por la nariz”, añade Lillo.

La respiración es algo que hacemos desde el primer momento en la Tierra. Conectarse con la respiración puede ser un pequeño bálsamo en los momentos de espera. ¿Cómo hacerlo bien? “Puedes hacer diez inhalaciones y exhalaciones, enfocándote completamente en ello”, ejemplifica la relatora, e “ir evaluando cómo se siente. Si te distraes, solo hay que traer la atención de nuevo a la respiración. El objetivo no es tener la mente en blanco sino que entrenar tu atención”.

“El objetivo no es convertirse en grandes meditadores, sino ser más consciente en el día a día, estar más calmo y atento en los momentos de espera, y desde ahí ser más amable con uno mismo en estos tiempos desafiantes”, agrega.

Un momento de aceptación

Puede que ponerse a respirar, incluso si lo haces a través de una meditación guiada en Spotify o alguna app, no sea lo tuyo. Eso está bien: cada persona tiene sus preferencias e intereses.

“A lo mejor puedes preguntarte cómo puedo ser más amable conmigo mismo en este momento”, analiza la instructora de Mindfulness UC. “Qué ajustes puedo hacer para no hacérmelo más difícil”. Para algunos puede ser reclinando un poco el asiento y escuchar un podcast o una playlist favorita; para otros mejor es apagar la radio y escuchar lo que está afuera; incluso puede funcionar llamar a alguien querido y —siempre con altavoz o manos libres— aprovechar de conversar.

“La premisa es cómo dejar de pelear contra lo que está sucediendo, algo que no podemos controlar, y tener una postura de apertura, de aceptar que esto está pasando y así pensar en cómo ser más amable con uno”, reitera.

Conociéndote en el taco

Otra forma de invertir bien este tiempo es haciéndote preguntas, una invitación a revisar qué pasa por tu mente en ese momento. “Es bueno intentar darse cuenta de lo que pasa pero sin tratar de cambiarlo. Identificar qué emociones estás teniendo, cómo se siente tu cuerpo”, enfatiza la psicóloga. “Eso desde ya te vuelve más presente contigo mismo”, y por ende te hace enfocarte en la experiencia que estás viviendo.

“Si el taco te pilla temprano en la mañana, será un momento que no volverás a tener durante la jornada, en el cual podrías pensar en cómo te gustaría que fuera tu día o qué intenciones tienes para él”, añade. Es un tiempo que puedes aprovechar para hacerte estas preguntas, planificar tu agenda y tus objetivos, y recordar o visualizar las cosas que son importantes para ti. “Pensar cuánto de lo que representa este día, de lo que sucederá en él, tiene que ver con las cosas que son importantes para mí. Desde ahí pueden surgen interesantes y profundas reflexiones”.

Recordar el contexto

Hay una cita de Milhouse, el personaje de los Simpson, que dice: “ya no hay buenos días Bart; solo días”. De seguro que en el medio de un taco eterno y caluroso puedas sentirte muy identificado con él. “Estamos en grandes transiciones”, plantea Lillo. Mucha gente se están readaptando a la presencialidad, mientras que otros andan aún en formato híbrido. “Varios estuvimos encerrados durante mucho tiempo, y para quienes salían, los trayectos eran mucho más fluidos”. Hemos vuelto a la normalidad que no nos gustaba, “pero desde ahí es importante ser empático con el resto pero también nosotros mismos”, comparte.

Cuando estés en un momento de espera, lo aconsejable es “abrazar esta frustración y está ansiedad en este proceso de transición hacia esta ‘nueva normalidad’”.

“Hay que entender que las emociones desafiantes son parte de la vida y no tenemos que resistirlas”, explica Lillo. Esto, eso sí, es fácil de decir pero difícil de hacer. “Mucho sufrimiento se produce cuando nos resistimos a esta realidad, queriendo que sea diferente a la que yo quisiera. Uno piensa: “debería llegar a mi casa en diez minutos pero llevo una hora en este taco”, relata. El desafío de cada persona es conectarse con el presente, aceptar la situación y fijar la atención en sus sentidos.

Desde OTEC Impulsa, dice, se están haciendo distintos programas de mindfulness, tanto para personas individuales como organizaciones. El beneficio de estas prácticas es que aportan al bienestar de las personas a nivel mental y relacional. Una de las que suelen practicar es el stop, que se puede hacer en tres minutos o incluso menos. “Es hacerse un auto chequeo en estas dimensiones: cuerpo, emociones y pensamiento, y después seguir”, cuenta. “Si yo me chequeo más en el día, puedo gestionar mejor lo que me está pasando”.

Acéptalo e inténtalo

“Sufrimos más a veces con nuestra reacción frente a ciertas experiencias difíciles que por las experiencias mismas”, acuña Crempien. Ya sabemos que un taco “es una lata, pero puede volverse peor si tú luchas y peleas contra él. Como nunca lo vas a vencer, siempre te vas alterar”.

En lugar de resistir, lo que se debe hacer es aceptar. “Ok: tengo una hora para estar conmigo mismo y ver cómo puedo aprovecharme de eso”, recomienda. Así esta velada en el limbo de la espera “puede ser de reflexión, escuchar música, planificar un poco; un tiempo de soledad que puede ser muy provechoso”.