Llega el verano y con él los grandes incendios en la zona central de Chile. Hasta ahora —26 de diciembre de 2023—, más de 5 mil hectáreas se han visto afectadas por el fuego. Y muchos kilómetros más por el humo que se desplaza a la redonda a través del viento.
Solo el 10 de diciembre, formalmente todavía en primavera, se registraron más de 50 siniestros forestales en diferentes partes del país. Un déjà vu: en febrero y marzo del presente año, el fuego arrasó con más de 450 mil hectáreas en siete regiones, lo que llevó al gobierno a declarar estado de excepción en tres de ellas: Biobío, Ñuble y la Araucanía.
“Temporada de incendios” le han denominado tristemente algunos al verano de la ebullición global, ese que vaticina la profundización de la crisis hídrica, temperaturas máximas récord y la multiplicación de grandes siniestros forestales. Un vaticinio que parece inevitable aunque la lógica diría lo contrario: de acuerdo a las autoridades, el 99% de los incendios son causados por personas.
Las principales afectadas, por supuesto, son aquellas personas que ven sus terrenos o viviendas amenazadas por las llamas. Pero también son cientos de miles, incluso millones, los chilenos que no corren riesgos vitales ni materiales pero que sí ven su calidad de vida alterada —y perjudicada— por el humo. ¿Qué se puede hacer para no sufrirlo tanto?
Humo en el aire
“Está extraña la luz”, le dice una mujer a otra, mientras esperan la luz verde para cruzar una calle en el centro de Santiago. Es cierto. Son casi las 6 de la tarde de un día de verano, pero más parece una mañana de otoño. La luz solar se hace pálida y opaca, por culpa de una cortina similar a la neblina. Pero no se trata de partículas de agua sino que son gaseosas, propias de la combustión incompleta. Es humo. Y huele a tal: denso, pesado y tóxico.
Una de las tantas consecuencias de los incendios registrados en las últimas semanas en el país es el avance de extensas nubes de humo a varios kilómetros a la redonda del foco incendiario que lo genera. Han sido varias las mañanas, tardes y noches en que éste ha cubierto, por ejemplo, el cielo de buena parte de Santiago.
De acuerdo a Javier Maldonado, jefe de Urgencia de la Clínica RedSalud Providencia, la exposición al humo puede tener repercusiones nocivas en nuestra salud, ya que contiene compuestos que son altamente irritantes y que podrían llevar a desarrollar una inflamación de las vías aéreas.
“Algunos síntomas que pueden experimentar las personas son irritación de garganta, enrojecimiento de ojos, secreción nasal, dolor en el pecho y cefalea (dolor de cabeza)”, detalla el médico urgenciólogo.
La exposición al humo es particularmente riesgosa para adultos mayores, embarazadas y niños y niñas. Estos últimos, dice Maldonado, aún están desarrollando sus vías respiratorias, “por lo que podrían reaccionar a los agentes químicos de una manera más exacerbada”.
Pacientes con enfermedades crónicas, tanto respiratorias como cardiovasculares, también son parte de la población de riesgo, por lo que pueden ser más susceptibles a presentar molestias, como tos u obstrucción bronquial.
Pero el humo no es el único factor de preocupación en el contexto actual. El Fenómeno del Niño, que todavía afecta al país, amenaza con generar olas de calor con temperaturas máximas récord durante este verano. Esto incrementa la probabilidad de que se produzcan golpes de calor en las personas.
“Se trata de un trastorno grave que se ocasiona como resultado de un aumento de la temperatura corporal que es difícil de bajar, generalmente producto de una exposición prolongada a altas temperaturas o de esfuerzo físico en días de calor”, explica Maldonado.
Entre los principales síntomas de los golpes o choques de calor está la fiebre, sed intensa, dolor de cabeza, debilidad y calambres musculares, piel caliente, roja y seca, taquicardia, náuseas, vómitos o ausencia de sudoración producto de la deshidratación, entre otros.
“Cuando se combina humo y calor aumentan los riesgos de efectos adversos para la salud”, advierte Ricardo González, urgenciólogo de la Clínica Alemana. “Por ejemplo, en los pacientes que tienen una enfermedad pulmonar crónica —como asma, hiperreactividad bronquial o una enfermedad pulmonar obstructiva crónica—, el humo puede provocar algún tipo de descompensación de su patología de base”.
Algo similar ocurre con quienes padecen alguna enfermedad renal crónica. “En quienes se dializan y tienen una baja ingesta de líquidos, el calor puede aumentar el riesgo de tener una desregulación de su temperatura e hidratación. También los pacientes hipertensos que ocupan diuréticos, ya que las pérdidas de líquido por el calor son mucho más importantes”, sostiene González.
¿Cómo refugiarse del humo?
Humo y calor: una combinación no sólo altamente amenazante en su exposición, sino que tremendamente difícil de controlar. ¿Cómo evitar exponerse a sus efectos cuando ambos factores están presentes?
Cuando el humo provocado por un incendio se hace presente, dicen los especialistas, lo ideal es no salir a la calle y, si se puede, mantenerse en el hogar o lugar de trabajo. “Las recomendaciones principales para las personas, especialmente para la población de riesgo, incluyen mantener cerradas las ventanas y puertas, realizar una ventilación diaria de las habitaciones y conservar el aire interior lo más limpio posible”, dice Javier Maldonado.
“Es fundamental evitar actividades que agreguen más contaminación al interior, como fumar”, agrega el urgenciólogo de RedSalud Providencia.
Ricardo González reafirma la premisa de mantener el aire al interior de la vivienda “lo más limpio posible”. Para ello, aconseja bloquear rendijas de ventanas y puertas, de manera de evitar que las partículas de humo ingresen. Algunos elementos útiles para estos fines son paños húmedos y burletes.
Es posible que aún de esa manera se filtren partículas. Cuando esto ocurre, suelen dejar una capa de polvo sobre las diversas superficies, como el suelo, los muebles o los electrodomésticos. Es importante, al momento de hacer limpieza, tener ciertas precauciones, como no usar plumeros. “Hay que utilizar un paño húmedo, para evitar que las partículas vuelvan a circular en el aire”, dice González.
Para hacer frente al calor, Maldonado sugiere mantener las persianas y cortinas cerradas durante las horas peak y abrirlas por la noche para ventilar y refrescar el hogar. Aparatos eléctricos, como ventiladores, aire acondicionado o enfriadores de aire, también, son aconsejables.
“Si utilizan aire acondicionado, la temperatura ideal es de 20 grados, no menos. Y es recomendable no ponerlo en dirección hacia la cara. Esto evitará congestiones, rinitis, sensación de ahogo y falta de aire, ya que la combinación de humo por el incendio y el calor producirá estos cuadros, especialmente en adultos mayores pacientes crónicos y menores de 5 años”, especifica el urgenciólogo.
¿Y los purificadores de aire? “Son útiles siempre y cuando se disponga también de un buen sistema de ventilación natural. Mi recomendación sería elegir los que no contienen olores para no generar mayor irritación a las vías respiratorias”, responde Maldonado.
En la calle
Ya está dicho: la recomendación es no salir a la calle cuando el humo y el calor amenazan, para evitar exponerse a sus efectos adversos. Sin embargo, no siempre será posible seguir esta indicación. En ese caso, los especialistas aconsejan utilizar mascarillas o elementos que permitan cubrir la nariz y boca, para impedir el paso de partículas de humo.
“Una buena medida es el uso de mascarillas KN95, que son de fácil acceso después de la pandemia. Permiten un sello más adecuado y puede atrapar un porcentaje importante de estas partículas de humo, reduciendo el riesgo a sufrir algún efecto adverso para la salud”, explica Ricardo González.
A ello se suman los siguientes consejos:
- Evitar exponerse al ambiente entre las 10:00 y las 16:00 horas, que es cuando la temperatura alcanza su punto máximo.
- Utilizar ropa de algodón cómoda, de colores claros, gorros y lentes de sol, como también protector solar FPS 50+.
- Mantener el cuerpo adecuadamente hidratado y beber entre 2 y 2,5 litros de agua diariamente.