Hace algunos días salió al mercado el que de seguro será el videojuego que más dará que hablar en los próximos meses: la secuela de The Last of Us, el celebrado título del 2013. El juego, que debutó de manera exclusiva para PlayStation, mantiene la esencia del anterior, en un escenario post apocalíptico devastado por una pandemia. Pero los niveles de excesiva violencia y las decisiones morales de su historia, junto con sus mecánicas de juego y sus arcos narrativos, han hecho que ya esté en boca de todos. Para bien y para mal.
Videojuegos polémicos han existido desde siempre. Incluyendo la cúbica época del Atari 2600, a comienzos de los 80s, en donde por esos inocentes días debutó el infame Custer’s Revenge (1982), un pobrísimo juego en donde es mejor que el lector investigue de qué trataba su trama. Fue quizás la primer gran polémica relacionada con un videojuego.
Fue recién en 1994, donde a partir de la violencia desplegada por un nuevo videojuego llamado Mortal Kombat (incluyendo sus populares fatalities), que se formó la Entertainment Software Ratings Board —más conocida como la ESRB—, entidad autorregulatoria nacida dentro de la propia industria norteamericana, que se encarga de asignar clasificaciones etarias a los títulos que se van estrenando. Es decir, para qué rango de edad es recomendable el videojuego en cuestión. De todos ellos, un buen puñado ha recibido la calificación “AO”, o adults only, principalmente por la excesiva violencia gráfica que presentaban.
Pero las controversias, mucho más allá de la violencia —acaso la principal cantera de reclamos de esta industria—, se han ido abriendo a otros tópicos que van desde la sexualidad, el uso de drogas, el racismo e, incluso, contenidos relacionados con temáticas LGBT.
Call of Duty: Modern Warfare 2 (Activision, 2009)
En esta secuela del exitosísimo Modern Warfare —que reinventó la franquicia de la saga Call of Duty, con escenarios bélicos modernos—, se plantea el clásico conflicto internacional entre distintas potencias que están a un tris de iniciar la Tercera Guerra Mundial. Pero el juego, más allá de su narrativa, sus mecánicas de juego o sus modos multijugador, causó una inmensa polémica al establecer una etapa (que puede no ser jugada por el usuario, si así lo prefiere) que encendió con dinamita la polémica. Y con justa razón.
En el nivel, llamado “No Russian” (”nada de ruso”), el jugador encarna a un agente encubierto de la CIA que se infiltra dentro de una célula terrorista rusa, cuya misión es acribillar a una multitud de civiles desarmados e indefensos que están en un aeropuerto en Moscú. La carnicería dura varios minutos, es tensa, cruel y sangrienta, aunque el jugador no tiene que necesariamente disparar.
La etapa levantó muchísima controversia en varios flancos de la industria de videojuegos, desde la opciones morales con las que cuenta un usuario para llevar a cabo una opción hasta el tema de cuánto sufrimiento humano puede —o debe— mostrar un medio de entretenimiento masivo como lo es un videojuego.
De todos modos, el juego fue un éxito comercial y de críticas, con más de 25 millones de unidades vendidas. Poco más de una década después, da la casualidad de que la campaña del juego fue recientemente remasterizada por Activision para las actuales plataformas de videojuegos.
Manhunt / Manhunt 2 (Rockstar, 2007, 2009)
Hasta el día de hoy, este juego —y especialmente su secuela—, se erigen como probablemente los más brutales, híper violentos y sangrientos de la historia de este medio. Ambos juegos son aventuras de horror psicológico con mecánicas de sigilo, en donde el amnésico protagonista—–escapado de un manicomio— debe torturar y ejecutar a sus contrincantes con distintas armas, con extrema brutalidad y, por cierto, con lujo de detalles.
La secuela generó aún más polémica cuando el juego fue asociado incorrectamente a un asesinato en el Reino Unido, pocos días antes de salir a la venta. La controversia explotó al otro lado del Atlántico y varios activistas conservadores y políticos —incluyendo a Hillary Clinton— trataron de detener la venta del juego e incluso de censurarlo por ser “extremadamente visceral y sadístico”.
Evidentemente, el juego recibió la clasificación de “AO” y, acaso por lo mismo, no fue un éxito de ventas. A la larga, pasó a transformarse en un juego de culto más que otra cosa, y a uno de los referentes más evidentes de la violencia extrema en los videojuegos.
Spec Ops: The Line (2K Games, 2012)
Esta interesantísima variación de El corazón de las tinieblas, la novela breve de Joseph Conrad —y en alguna medida, de la película Apocalipsis ahora—, relata la historia de un pequeño comando de soldados norteamericanos encomendados a la búsqueda de un general rebelde, oculto entre las dunas y ruinas de un devastado Dubai. Al comienzo, Spec Ops: The Line parece ser otro bélico y genérico juego de disparos, pero al ir avanzando en la aventura, las atrocidades de la guerra comienzan a invadir el subconsciente del jugador hasta llegar a su final, donde, después de pesadillescos episodios, pareciera ser que el suicidio es el mejor destino para el protagonista. Es decir, para el usuario.
Más que polémica, el juego —que fue más bien ignorado cuando salió a la venta— se ha transformado en un título de culto a partir de las múltiples vueltas de tuerca que tiene su arco dramático. Apelando a la clásica glorificación de la violencia que ocurre habitualmente en títulos de este tipo, el juego comienza a “hablarle” al jugador, hasta hacerle ver que su rol de soldado-bueno-para-los-disparos es más bien el de un genocida que ha aniquilado a cientos de inocentes.
Ganador de varios premios ese año, probablemente ningún otro juego se ha cuestionado tanto el uso de la violencia como este título, que además tiene uno de los finales más perturbadores que yo haya experimentado. Hasta el día de hoy, el juego es comentado y discutido en foros.
Grand Theft Auto: San Andreas (Rockstar, 2004)
Si hay una saga que se ha caracterizado por ser polémica, es ésta, que desde un principio fue representada como una serie de acción y aventuras en donde criminales o personajes de muy dudosa reputación son los héroes de la historia. Todos los juegos de la saga han generado algún tipo de controversia, de la mano con estar entre los más vendidos de la historia: violencia extrema, desnudos, diálogos repletos de garabatos, sexualidad, uso de drogas, éticas discutibles y variadas temáticas adultas han hecho de la franquicia creada por Rockstar Games una favorita a la hora de atacar videojuegos por sus contenidos.
Pero hubo un título que ha levantado más polémica que ningún otro de la saga. Específicamente, este juego —que muchos consideran el mejor de la serie— incluía una modificación llamada “Hot Coffee”. Si el jugador la aplicaba, podía acceder a una escena de sexo escondida (no explicita, aclaremos) con su novia. La secuencia era bastante inocente para los estándares actuales, pero fue suficiente para que Rockstar la terminara eliminando por completo.
El último juego de la saga, el popular Grand Theft Auto V (2013), también tuvo su particular cuota de polémica ante una brutal secuencia de tortura realizada por uno de los tres protagonistas del juego a uno de los personajes.
Hatred (Destructive Creations, 2015)
Este juego independiente, creado por un pequeño estudio polaco, presenta una simple premisa: el protagonista es un misántropo que no tiene más intenciones que arrasar con la raza humana y con quien se le cruce en su ruta de destrucción. Listo. No hay mucho más. En definitiva, el juego tiene como personaje principal a un genocida que es controlado por el jugador y cuyo objetivo es asesinar a la mayor cantidad de inocentes posible.
El juego se presenta como un oscuro título de disparos de vista isométrica, con una acentuada paleta de colores grises y rojos. El protagonista, armado hasta los dientes, comienza su masacre al salir de su casa y, sin discriminar, asesina a quien se le pase por delante, incluyendo a mujeres, policías, etc.
Cuando fue presentado el tráiler y el concepto del juego, los creadores se defendieron tratando de escudarse en la creación artística de un juego que fuera lo opuesto a lo políticamente correcto, a los colores vívidos, argumentando que los videojuegos sí pueden ser “arte” o “rebeldes”. La verdad es que el juego es derechamente malo: repetitivo, fome, con controles torpes y controversial solo por el hecho de querer serlo. Estuvo a punto de no salir a la venta, pero finalmente lo logró. Evidentemente, fue vapuleado por la prensa y se ganó merecidamente un rating “AO”.