Desde que explotaron, hace más de una década, las redes sociales —y el intercambio de contenido digital en ellas— es algo que siempre se ha dado por descontado. A través de los años, Facebook, Twitter e Instagram fueron rápidamente acumulando usuarios hasta transformarse en acaso los tres pilares fundamentales de la vida social digital. Eso, hasta que hace algunos años entró Snapchat a la arena y cambió las reglas del juego. Se trataba de una nueva red social que, por primera vez, establecía —sin quererlo— una línea etaria divisoria entre usuarios veteranos y nuevas generaciones, que no tenían tantas ganas de estar compartiendo el mismo espacio digital que sus papás, tíos o abuelos.
Con Snapchat, en cambio, tenían una novel red social, cuya mecánica era el posteo de fotos y videos cortos por un máximo de 24 horas. Después de ese lapso, desaparecían. Considerando que todo lo que se postea en internet se vuelve una huella prácticamente imborrable, el concepto de contenido que se desvanecía carecía de sentido común. O sentido digital. Y eso provocó que una gran parte de la audiencia, mayoritariamente mayores de 30, sencillamente no lograra comulgar con la idea, y Snapchat pasó a ser, por un tiempo, la red social de las nuevas generaciones. “Es que no lo entiendo, no tengo claro cuál es la idea”, sentenciaron muchos padres frustrados. Era entendible su falta de entendimiento.
Eso, hasta que el concepto de postear contenido por 24 horas fue adoptado por otras redes sociales, como Instagram —las actuales “historias”— y la idea se multiplicó en otras plataformas. Hoy, esa mecánica es un estándar digital. Y Snapchat perdió su magia al ser lentamente absorbido por medios y público general. Los tres gigantes seguían dominando el panorama de las redes sociales. Eso, hasta que llegó un nuevo competidor, y no precisamente desde Silicon Valley.
El origen
Fue en septiembre del 2016, en China, que Bytedance, una empresa tecnológica asentada en Beijing, lanzó una app social llamada Douyin, que fue un éxito inmediato. Menos de un año después, se internacionalizó con un nuevo nombre fuera de China, para penetrar de mejor manera el mercado occidental: se llamó TikTok. En EE.UU. estuvo disponible a partir de agosto del 2018, después de que la app se fundió con Musica.ly, otra aplicación de breves videos musicales que estaba haciendo furor entre el público más juvenil. A partir de entonces, TikTok se hizo rápidamente conocido. Hoy, está disponible en más de 40 idiomas a lo largo del mundo.
El concepto de TikTok no es nuevo, pero está muy bien implementado: el objetivo es crear videos “divertidos” de hasta un minuto, donde el usuario hace mímica de una canción o un audio, con una importante cantidad de filtros y stickers, para después compartirlos. Suena inocente, pero el impacto y el crecimiento que ha tenido la aplicación ha sido brutal. Actualmente, está disponible en 155 países y tiene más de 800 millones de usuarios activos (en comparación, Twitter tiene 330 millones de usuarios activos; Instagram, mil millones) y fue uno de las tres aplicaciones más descargadas en el mundo durante el 2019. Es la primera aplicación china que logra estos números.
Pero el detalle relevante es que el grueso de su base de usuarios sigue siendo un público joven. Según Statista, el 41 por ciento de los usuarios de TikTok tiene entre 16 y 24 años de edad. La llamada Generación Z, básicamente. La diferencia con Snapchat es que la adopción general de TikTok ha sido mucho más fluida y democrática. Hoy, cualquier persona puede y es capaz de usar la app sin mayores problemas.
Los famosos, por cierto, también cayeron. Hoy, celebridades como Dwayne “La Roca” Johnson, Selena Gómez, Jason DeRulo, Jennifer López, Camila Cabello y Will Smith son algunas de las personalidades más activas y seguidas en TikTok. Pero también las marcas han caído en el embrujo: Coca-Cola, Nike, Google y la cadena ABC han hecho campañas publicitarias en la plataforma.
¿Cómo ocupar Tik Tok?
Si se tiene algo de experiencia en redes sociales, el proceso no debiese ser muy engorroso. Especialmente para almas más jóvenes. La aplicación, gratuita, se descarga normalmente desde las respectivas tiendas de Apple y Google. Una vez instalada en el celular, se crea una cuenta (vía correo u ocupando credenciales de otras redes sociales) y listo: se deja correr la creatividad y el deseo de hacer mímicas o el llamado lip-synching.
Existe toda una biblioteca musical que puede ser utilizada para estos propósitos, pero cualquier audio subido por el usuario también puede servir. Como el ya famoso meme de la “Mariana”. De hecho, TikTok se transformado en la nueva cantera de generación de memes que se han viralizado por cuanta red social y de mensajería existe.
Pero la clave es el uso musical (o de audios). Existe un ícono en la parte inferior de la interfaz que abre las posibilidades de búsquedas musicales, tal como sucede con Spotify. También se pueden revisar canciones disponibles en Apple Music. Ojo: no son canciones completas —por un tema de derechos, tal como sucede en las “historias” de Instagram—, sino que trozos de algunos segundos los que pueden ser editados y utilizados.
Posteriormente, si se quiere, el video en cuestión puede ser editado y modificado a gusto del usuario. Al final, se sube a la red. También está la posibilidad de hacer “duetos”, en pantalla dividida, con otros usuarios. A la larga, mientras más se usa la plataforma, más personalizados serán los contenidos. Incluso, TikTok utiliza inteligencia artificial para anticiparse a las necesidades y gustos que pueda tener el usuario, cosa de ofrecerle la canción precisa o el filtro perfecto para su posteo.
Ahora, si la creatividad o las ganas de ser chistoso no abundan, sencillamente se puede ver el feed de contenidos, de acuerdo a la gente que el usuario sigue, bajo la misma mecánica de otras redes sociales: se pueden “favoritear” posteos, compartirlos o comentarlos. Y como buena red social, obviamente es posible revisar visionados y métricas por parte de la comunidad para sentirse popular. O no.