Banca para todas y todos
"En un sistema de finanzas abiertas, nuevos competidores ingresarán al mercado y tendrán la habilidad de ampliar el acceso al crédito a quienes antes presentaban dificultades para acceder a ellos, como pymes, mujeres, migrantes, entre otros".
A nivel global se han desarrollado iniciativas que obedecen a la creación de políticas financieras con foco en el bienestar del consumidor y en la contestabilidad del mercado. Es el caso de los sistemas financieros abiertos, implementados con éxito en la Unión Europea, Australia y recientemente en Brasil, que regulan la apertura de la data financiera de clientes -previa autorización de ellos- en poder de instituciones financieras tradicionales, y permite entregarla a terceros a través de una interfaz de programación de aplicaciones abiertas ágil y segura.
También el contexto sanitario actual ha acelerado la transformación digital, obligando a distintos sectores a adaptarse, incluyendo el financiero, con mejoras en la banca en línea, por ejemplo, así como el surgimiento de nuevas Fintech.
Pese a ello, aún hay quiénes piensan que la banca abierta no es para países en desarrollo dado el escaso acceso que tiene la población a ella. Una visión alejada de lo que plantea el Grupo Consultivo de Ayuda a los Pobres del Banco Mundial que, en su reciente informe, destaca que esta iniciativa puede ser crucial para ellos, al fomentar la innovación y reducir los costos de modo que sea más económico prestar servicios a las personas subatendidas y no bancarizadas y ofrecer productos y servicios más adecuados a sus necesidades. La solución es clara: un buen diseño de banca abierta promoverá la resiliencia, la inclusión financiera y la competencia en este mercado.
Se trata de políticas que pueden ser efectivas en términos de cobertura en nuestro país, donde existen 22,4 millones de suscripciones a internet, de las cuales el 84,4% proviene de un dispositivo móvil; y donde el boom tecnológico, junto con la posibilidad de intercambio de información financiera basado en el consentimiento del cliente, se traducirán en la disminución de los costos de los servicios financieros, la creación de nuevos productos de ahorro y crédito que se adapten a las necesidades de la masa de clientes que ahora se encuentra desatendida y en mejoras de acceso al crédito y en la gestión financiera.
De esta forma, en un sistema de finanzas abiertas, nuevos competidores ingresarán al mercado y tendrán la habilidad de ampliar el acceso al crédito a quienes antes presentaban dificultades para acceder a ellos, como pymes, mujeres, migrantes, entre otros.
Adicionalmente, se pueden desarrollar servicios orientados a la rehabilitación de la deuda y que disminuyan la dependencia en sobregiros o productos que impliquen altos intereses, como también que brinden asesoramiento en materias de gestión financiera y promoción del ahorro y de comportamientos financieros saludables. Todo ello para que los consumidores tengan mayor control de su información financiera y puedan hacer un uso más eficiente de sus productos financieros.
Así, un buen diseño de banca abierta, puede convertirse en una excelente alternativa que potencie la utilización de servicios bancarios por parte de clientes marginados, permitiendo la evolución de nuestro sistema financiero hacia uno más competitivo, inclusivo y al alcance de todas y todos.
* La autora es abogada Red ProCompetencia