China está armando una bazuca económica, pieza por pieza

China está armando una bazuca económica, pieza por pieza

El Banco Central de China y los principales líderes políticos parecen estar abandonando su reticencia a actuar con contundencia sobre la economía. Sin embargo, las esperanzas de estímulo se ven atenuadas por las preguntas aún sin respuesta sobre cuánto está dispuesto a gastar Beijing y, sobre todo, cuánto está dispuesto a poner en los bolsillos de los maltrechos consumidores chinos.


Los dirigentes chinos llevan tres años alimentando a cuentagotas su maltrecha economía. Esta semana han aumentado la dosis.

Una importante inyección de estímulo por parte del Banco Central -y promesas de más apoyo gubernamental por parte del máximo órgano decisorio del Partido Comunista- marca el inicio de un enfoque más enérgico por parte de Beijing para enderezar la economía tras meses de vacilación, según los economistas.

El anuncio electrizó a los mercados, provocando un séptimo día consecutivo de ganancias en la bolsa de Shanghai, que ha llevado al índice de referencia a subir un 11% -su mayor subida en cuatro años- y a situarse en terreno positivo en lo que va de año.

La nueva urgencia de los responsables políticos de Beijing sigue a un torrente de señales de advertencia económica: reducción de los ingresos fiscales, caída de los precios de la vivienda y los bienes industriales, ralentización de las ventas al por menor y caída de la producción y la inversión en las fábricas.

“Después de la pandemia, nos hemos dado cuenta de que ganar dinero no es tan fácil”, declaró Liu Ailing, ama de casa de 47 años en Beijing. Liu se mostró esperanzada por algunas de las medidas anunciadas esta semana, especialmente la reducción prevista de los tipos hipotecarios para los propietarios de viviendas, que espera contrarreste el creciente costo de la educación de su hija de tercer grado.

Sin embargo, las esperanzas de estímulo se ven atenuadas por las preguntas aún sin respuesta sobre cuánto está dispuesto a gastar Beijing y, sobre todo, cuánto está dispuesto a poner en los bolsillos de los maltrechos consumidores chinos.

Las autoridades tampoco han explicado aún cómo piensan poner fin a la prolongada crisis inmobiliaria del país, una tarea fundamental para que la economía encuentre una base más sólida, en opinión de los economistas.

Persisten otros grandes problemas. La mano de obra china envejece y se reduce, mientras que el aumento de la capacidad industrial alimenta las tensiones comerciales en el exterior y disminuye los beneficios y los precios en el interior. Las finanzas de los gobiernos locales están sometidas a fuertes tensiones y los bancos sienten la presión de los préstamos dudosos y los márgenes de beneficio reducidos. El sector privado del país se ha visto acobardado por la represión de sectores antaño florecientes, como la tecnología y la educación.

El resultado es que, aunque Beijing logre una recuperación a corto plazo, China se enfrenta a un prolongado período de crecimiento más lento, mientras debe lidiar con estos y otros problemas que se acumularon durante los años de su expansión.

“China se encuentra en un aprieto sistémico”, afirmó George Magnus, investigador asociado del China Center de la Universidad de Oxford y antiguo economista jefe de UBS. “No se debe a que las tasas de interés sean demasiado altas, ni a que los tipos hipotecarios sean demasiado altos, ni a que los pagos iniciales de las segundas viviendas sean demasiado altos”, comentó, refiriéndose a las medidas adoptadas por el Banco Central para bajar las tres tasas de interés esta semana. “Esa no es la razón por la que China se encuentra en este parón económico”, sentenció.

Los medios estatales chinos afirmaron el jueves que el Politburó, presidido por Xi Jinping, dedicó su reunión de septiembre a analizar la economía. La economía suele debatirse en las reuniones de abril, julio y diciembre, lo que da una idea de la seriedad con la que los funcionarios tratan de remediar el malestar de esta.

La información sobre el análisis del Politburó fue escasa en detalles, pero los funcionarios, encabezados por Xi, prometieron más apoyo fiscal y monetario para la economía y prometieron más medidas para estabilizar el sector inmobiliario. Jing Liu y Erin Xin, economistas de HSBC, señalaron en una nota a sus clientes que el tono directo y la falta de sincronización temporal indican un nuevo sentido de la urgencia.

“La marea ha cambiado: El crecimiento económico es la prioridad”, explicaron.

El índice de referencia chino Shanghai Composite respondió con un fuerte incremento, con los valores inmobiliarios y de consumo a la cabeza, lo mismo que el Hang Seng de Hong Kong, donde cotizan algunas de las mayores empresas chinas.

La reunión se produjo después de que el Banco Popular de China anunciara el martes una serie de medidas de apoyo. El paquete, que incluía recortes de tasas y una promesa de miles de millones de dólares en apoyo de los alicaídos mercados bursátiles chinos, animó a los inversores por su amplitud.

La economía china fue durante mucho tiempo el motor del crecimiento mundial: su estímulo masivo sacó a la economía mundial de la crisis financiera de 2008-2009. Su poderío industrial resultó esencial para proporcionar al mundo los suministros médicos que necesitaba durante la pandemia.

Los últimos años han sido más duros. En agosto de 2020, los reguladores tomaron medidas drásticas contra los excesos financieros de los promotores inmobiliarios. China Evergrande Group, en aquel momento el mayor de los promotores inmobiliarios, dejó de pagar sus deudas al año siguiente, iniciando una crisis inmobiliaria que aún se arrastra.

Mientras tanto, la economía estadounidense ha registrado año tras año un sólido crecimiento a pesar de la dolorosa inflación y la fuerte subida de las tasas de interés.

“Ahora es la economía estadounidense la que va a la cabeza. China va a la zaga, tiene dificultades”, afirmó Mark Zandi, economista jefe de Moody’s Analytics en Nueva York.

Las autoridades chinas fijaron un objetivo de crecimiento en torno al 5% para este año. Pero con el paso de los meses, esa meta empezó a parecer cada vez más inalcanzable, lo que provocó una oleada de rebajas de calificación por parte de los bancos de Wall Street.

Al mismo tiempo, la economía se ha vuelto cada vez más desequilibrada, con sus fábricas beneficiándose de las boyantes exportaciones y de un torrente de inversiones dirigidas por el gobierno, incluso cuando el gasto de los consumidores languidece.

Las empresas extranjeras se han visto afectadas. Mercedes-Benz y su rival bávara BMW recortaron sus previsiones de beneficios este mes, acusando al débil gasto de los consumidores ricos en China. Marcas de lujo como los fabricantes de bolsos LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton y Kering también han informado de una caída de las ventas en el crucial mercado chino.

En China, el pesimismo de los consumidores se percibe en las centrales lecheras, las cadenas de restaurantes y los centros comerciales. En agosto, PDD Holdings, propietaria de Temu, trató de moderar las expectativas de los accionistas de un crecimiento incesante de los beneficios, alegando que sus rivales de gama más alta le estaban comiendo cada vez más terreno al atraer a los compradores chinos preocupados por las gangas, con ofertas a precios reducidos.

Tang Palace, que gestiona cadenas de marisquerías y casas de té en toda China, declaró que el número de clientes y el gasto promedio en sus restaurantes disminuyeron en el primer trimestre en comparación con el año anterior, lo que redujo sus ingresos y beneficios. Las acciones de la empresa en Hong Kong han bajado un 55% desde principios de año.

“Antes había una prima de fin de año, pero ahora ya no”, sostuvo Xi Xi, una oficinista de 28 años de Beijing. Como sus ingresos no han vuelto a los niveles prepandémicos, Xi, que trabaja en el sector cultural, dice que busca en las redes sociales descuentos en café, té con leche y comidas en restaurantes.

Muchos economistas afirmaron que otorgar al consumo un papel más importante en la economía china, en la que predomina la inversión, situaría a este país en una senda de crecimiento más sostenible. Para ello se necesitarían grandes reformas económicas, como la ampliación de la sanidad y la red de seguridad social, que son políticamente inaceptables para líderes chinos como Xi, que considera el “asistencialismo” de estilo occidental un anatema para su objetivo de convertir a China en un coloso tecnológico que pueda hacer frente a Estados Unidos.

Incluso impulsar el consumo a corto plazo ha resultado difícil, dada la elevada propensión de los hogares chinos a ahorrar en lugar de gastar. La incertidumbre sobre el empleo y los ingresos ha acentuado este impulso.

El mes pasado, Ting Lu, economista jefe para China de Nomura, sugirió que Beijing impulsara el consumo ofreciendo ayudas específicas a los grupos más pobres, reduciendo su necesidad de ahorrar y fomentando un mayor gasto.

Propuso que el gobierno aumentara las pensiones de los agricultores, los trabajadores emigrantes y otros grupos de renta baja, financiara un mejor seguro médico para los peor pagados y proporcionara subsidios en metálico para fomentar la natalidad. El precio de su plan es de unos tres billones de yuanes, equivalentes a unos US$ 426.000 millones.

Yang Ke, trabajadora de una empresa de Internet de Beijing, se ha mostrado más cauta a la hora de hacer grandes desembolsos, ya que las perspectivas de su sector son cada vez más sombrías. El dinero extra que obtendría de unos tipos de interés más bajos lo destinaría probablemente a pagar su hipoteca. “Prefiero ahorrar más y pagar el préstamo”, aseguró.

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