El nuevo presidente de Argentina quiere adoptar el dólar estadounidense como moneda nacional

Argentina holds second round of presidential election
Javier Milei, que se autodenomina anarcocapitalista, levantó una maqueta de billete de dólar con su representación durante un acto de campaña la semana pasada. REUTERS/Agustin Marcarian

Pero la tercera economía latinoamericana está en quiebra y carece de fondos para cambiar el peso, casi sin valor, por el billete verde.


BUENOS AIRES- El autodenominado anarcocapitalista que ganó la presidencia de Argentina el domingo planea deshacerse de la moneda de su nación, el peso, y adoptar el dólar estadounidense como moneda nacional.

La principal propuesta de campaña del presidente electo, Javier Milei, plantea erradicar la inflación galopante que durante décadas ha asolado a la tercera mayor economía de América Latina, retirando de la circulación la maltrecha moneda nacional y despojando al Banco Central de su poder para imprimir dinero. Según los economistas, la emisión incontrolada de dinero para cubrir el gasto público ha alimentado una inflación del 143%, una de las más altas del mundo.

Cerrar el Banco Central es una obligación moral”, dijo Milei a última hora del domingo.

Pero conseguir el apoyo del Congreso argentino y poner en marcha su llamado plan de dolarización podría estar plagado de dificultades. Otros países que han dolarizado son mucho más pequeños, como El Salvador. Con Argentina en bancarrota, los economistas señalan que el país no tiene los fondos para llevar a cabo una propuesta tan ambiciosa como la dolarización. En los últimos años, el país ha perdido el acceso a los mercados mundiales de deuda.

“Para empezar, se necesita acceso a los mercados de capitales para convertir toda la base monetaria en dólares, y no se tiene”, explicó Alejandro Werner, economista que fue jefe del departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional.

Tras su victoria el domingo, Milei prometió reformar el abultado gobierno argentino, recortar el gasto, abrir la economía del país a los mercados mundiales y vender empresas estatales como la petrolera YPF. Fue aclamado por una multitud enfervorizada que coreaba: “¡Que se vayan!”, en referencia al movimiento populista peronista que ha gobernado Argentina durante la mayor parte de las dos últimas décadas.

Javier Milei
Javier Milei llega a la presidencia con un programa de cambios radicales.

Algunos activos argentinos subieron en Nueva York. Las acciones de YPF subieron un 36% en previsión de los ambiciosos planes de privatización de Milei. Grupo Financiero Galicia SA subió un 20%.

Milei, economista libertario de 53 años y outsider político que durante su campaña prometió acabar con un establishment político al que calificó de corrupto, sostiene que la moneda de su país “no vale ni un excremento”. Señaló a sus compatriotas argentinos que es una locura ahorrar en pesos.

Nunca en pesos”, dijo durante la campaña. “Esa basura no sirve ni como abono”, agregó.

Un obstáculo importante para los planes de Milei de canjear el peso es un Congreso dividido en el que ninguna facción política tiene mayoría. El peronismo de izquierda, que gobernará Argentina hasta la investidura de Milei el 10 de diciembre, y la coalición de centroderecha Juntos por el Cambio, fundada por el expresidente Mauricio Macri, tienen cada uno menos de la mitad de los escaños en el Senado y la Cámara Baja.

En su discurso de victoria, Milei agradeció a la coalición de centroderecha su ayuda, pero no mencionó la dolarización. Aún no está claro cómo responderán al programa de Milei los independientes y moderados, que ocupan los escaños restantes de la legislatura.

Los tribunales son otro desafío. En septiembre, el magistrado de la Corte Suprema Horacio Rosatti declaró al diario español El País que sustituir el peso por una moneda extranjera sería inconstitucional y violaría la soberanía nacional.

Javier Milei ganó la segunda vuelta por casi 12 puntos de ventaja a Sergio Massa.

En un informe publicado el domingo, los economistas de Goldman Sachs afirmaron: “Como con todo en economía, no hay almuerzo gratis, y adoptar, preservar y beneficiarse de la dolarización podría ser un desafío”.

Si Argentina adopta el dólar, se uniría a un puñado de otras naciones más pequeñas de la región que utilizan el billete verde, entre ellas Ecuador, El Salvador y Panamá.

La dolarización proporcionó a esos países estabilidad económica al controlar la inflación y bajar las tasas de interés, al mismo tiempo que imposibilitaba a los gobiernos imprimir dinero para cubrir déficits presupuestarios.

Pero la dolarización en Ecuador y El Salvador no generó automáticamente una corrección de las finanzas públicas, advierten los economistas. Panamá, que adoptó el dólar en 1904 poco después de lograr la independencia, tiene calificaciones de deuda con grado de inversión, pero El Salvador, altamente endeudado, no. Tampoco Ecuador, que incumplió el pago de su deuda por última vez en 2020.

“La dolarización no es una bala de plata”, afirmó Augusto de la Torre, que fue gobernador del Banco Central de Ecuador en la década de 1990, antes de que el país adoptara el dólar.

“No es un sustituto de la reforma estructural”, indicó. “Pero sin duda puede proporcionar estabilidad nominal. Puede proporcionar un entorno de transacciones financieras mucho más estable, y una tasa de inflación mucho más estable”, reconoció.

Según los analistas, la dolarización funciona mejor en los países bien integrados a la economía mundial, un reto potencial para Argentina, un país del G-20 que es una de las economías más cerradas del mundo. La plataforma de exportación de Argentina, basada en las materias primas, también tiene un ciclo económico diferente al de Estados Unidos, a diferencia de Panamá. Eso significa que las decisiones de política monetaria en EE.UU. podrían tener un efecto adverso en la economía argentina.

Sin su propia moneda, Argentina carecería de herramientas monetarias para amortiguar los choques externos, mencionan los economistas.

“Argentina no tiene flexibilidad para absorber shocks como una fuerte caída de los precios de exportación, la volatilidad de los precios agrícolas, el aumento del precio del petróleo, el impacto de la guerra en la demanda de sus exportaciones, la inestabilidad política que lleva a la retirada de depósitos”, aseguró Martín Castellano, jefe de investigación sobre América Latina del Instituto de Finanzas Internacionales, con sede en Washington.

En El Salvador y Ecuador, la dolarización sigue siendo popular más de dos décadas después de que ambas naciones adoptaran el dólar.

El balotaje se llevó a cabo el pasado 19 de noviembre. Milei ganó por un amplio margen.

En Ecuador, a principios de 2000, el entonces Presidente Jamil Mahuad anunció la dolarización en medio de una brutal crisis financiera provocada por las devastadoras inundaciones causadas por El Niño, que destruyeron las plantaciones de banano, una industria de exportación clave. El país se vio afectado por una corrida bancaria, una corrida monetaria y el impago de su deuda.

“Fue una tormenta perfecta”, declaró Mahuad en una entrevista. “Estábamos sufriendo de verdad... y necesitábamos encontrar una forma de sobrevivir”, añadió.

Al aumentar rápidamente la inflación, se formaron largas colas ante los bancos mientras los ecuatorianos intentaban sacar su dinero y cambiarlo por dólares. El gobierno de Mahuad respondió congelando las cuentas bancarias.

En enero de 2000, Mahuad salió en televisión para anunciar que su gobierno abandonaría la moneda sucre por el dólar.

“Ese fue el último recurso”, dijo Mahuad, que fue derrocado unos 10 días después en un golpe militar. “No formaba parte de la campaña política, no se discutió. Fue una respuesta a la necesidad de sobrevivir en términos económicos”, explicó.

El anuncio de la dolarización devolvió rápidamente la estabilidad financiera a Ecuador, que ha tenido una inflación anual promedio del 2,8% durante las dos últimas décadas. La inflación había alcanzado un máximo de casi el 100% en 2000.

Los ecuatorianos de entonces, como los argentinos de hoy, estaban tan acostumbrados a usar dólares que los utilizaban como cobertura contra la volatilidad. El gobierno utilizaba camiones de Coca-Cola para trasladar dólares a pequeñas ciudades andinas y remotas aldeas de la selva para cambiarlos por sucres.

El Salvador le siguió poco después. En aquel momento, tenía una inflación baja, suficientes reservas de monedas y un tipo de cambio estable, pero las tasas de interés llegaron a rondar el 17%.

“Hay dos formas de ver la dolarización, la de Ecuador y la de El Salvador. El caso de Argentina es más parecido al de Ecuador”, manifestó Rafael Barraza, que fue jefe del Banco Central cuando El Salvador adoptó el dólar estadounidense hace más de dos décadas.

En El Salvador, la dolarización del gobierno contó con el apoyo del Fondo Monetario Internacional, el Tesoro de Estados Unidos y el Banco Mundial. “Nos acompañaron con el diseño técnico”, dijo Barraza. “Estaban muy al tanto de lo que ocurría, no había percepción de que fuera algo improvisado”, agregó.

Al igual que los ecuatorianos antes de la dolarización, muchos argentinos tienen una aversión similar a su moneda, que ha perdido alrededor del 90% de su valor frente al dólar en el mercado negro desde el inicio del actual gobierno en 2019. Los locales esconden decenas de miles de millones de dólares en billetes verdes en el extranjero, mucho más que otros países latinoamericanos, mientras que otros prefieren mantener criptomonedas volátiles.

Argentina necesitaría pedir prestados unos US$ 30.000 millones para dolarizar su economía, dicen los analistas, en un momento en que está esencialmente aislada de los mercados de capitales. Esa cantidad podría ser menor si el peso sufriera una devaluación aún mayor. Sin embargo, eso aumentaría los riesgos de hiperinflación, alertan los economistas.

“Argentina es como un paciente en estado crítico, y quizá se le aplica un tratamiento que no se haría en un paciente sano, pero no hay nada más que hacer”, plantea Sergi Lanau, director de estrategia de mercados emergentes de Oxford Economics, una firma de investigación con sede en el Reino Unido. “Es una medida imperfecta”, concluye.

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