¿Elegir lado?

Rusia

"Históricamente Chile ha seguido una política de neutralidad para mantenerse ajeno a las tensiones geopolíticas. Sin embargo, esa estrategia nos jugó una mala pasada en la Primera Guerra Mundial".



La horrida guerra en Ucrania ha marcado un quiebre en el orden global post caída del muro de Berlín, con importantes consecuencias para Chile.

Las drásticas sanciones económicas impuestas a Rusia y el alza de tensiones entre Estados Unidos y China, sumadas a las recientes disrupciones de las cadenas de suministro producto de la pandemia, han hecho repensar las cadenas de producción global, relevando la fiabilidad sobre la eficiencia de costos.

Por décadas operamos bajo el paradigma de la interdependencia económica como fuente de paz mundial. Sin embargo, el inescrupuloso ataque de Putin sobre Ucrania socavó tales bases, especialmente después de que Xi Jinping dijera que la asociación entre China y Rusia no tenía limites solo días antes del ataque ruso.

El proceso de globalización llevó a relocalizar plantas y trabajos en países emergentes. Sin embargo, empresas como BMW y Volkswagen están sufriendo las consecuencias de situar su cadena productiva en Ucrania. Ahora están considerando llevar miles de trabajos de vuelta a la Unión Europea. El auge de India y Vietnam muestra como otras grandes empresas han comenzado a diversificar su dependencia productiva china.

Años atrás, Eric Schmidt, uno de los líderes de Google, presagió dos internets. Uno bajo control chino y otro occidental. Ahora algunos proyectan una divergencia hacia dos zonas económicas, una bajo el eje chino-ruso y otra occidental. Cual Chagall arrancando de los bolcheviques, los rusos ya sienten de vuelta la estética soviética tras la partida de Ikea, McDonald’s y la gran mayoría de empresas occidentales que les dieron acceso a la vida moderna. En su último discurso, Putin justificó una autarquía dolorosa que brindaría más independencia a los rusos.

Esta situación puede ser muy peligroso para una economía pequeña como Chile, especialmente si nuestro principal activo -un cuarto de las reservas mundiales de cobre- se transforma en una ficha de la geopolítica global.

La crisis de energía gatillada por la guerra de Ucrania ha acelerado la transición energética, pues para las economías occidentales es imperativo reducir la dependencia al gas y petróleo ruso. Tal aceleración está íntimamente relacionada con nuestra minería. Un auto eléctrico requiere cinco veces el cobre de uno de combustión interna, los parques fotovoltaicos y las granjas eólicas consumen mucho cobre además de la necesidad de grandes cables para transmitir su electricidad. La demanda “verde” de cobre ya superó el millón de toneladas anuales y, según algunos, llegaría siete millones en 2030, equivalentes al 30% de la producción actual. Se necesitaría otro Chile más en el planeta para suplir esa cantidad.

Europa y China han sido las regiones más entusiastas de las energías renovables y el auto eléctrico, pues carecen de petróleo y gas. Para ambos, el cobre será cada vez más estratégico, tal como en el siglo XX Estados Unidos definió el acceso al petróleo como un asunto de seguridad nacional, especialmente tras la crisis de 1973 cuando la OPEC le impuso un embargo gatillando una grave crisis económica.

China, cuyas políticas han mostrado un profundo entendimiento de la historia, se ha adelantado en asegurar el acceso a materias primas estratégicas. Ya domina las reservas de metales raros -fundamentales para manufactura de electrónicos, aviones, autos eléctricos y fibra óptica. Bien conocemos sus avances en el litio, instrumental para las baterías, piedra angular de la electrificación de la matriz productiva, y es el principal comprador de nuestro cobre.

Históricamente Chile ha seguido una política de neutralidad para mantenerse ajeno a las tensiones geopolíticas. Sin embargo, esa estrategia nos jugó una mala pasada en la Primera Guerra Mundial. Una de las primeras batallas navales sucedió en Coronel, en noviembre de 1914, cuando alemanes e ingleses se enfrentaron por asegurarse el acceso salitre chileno, insumo fundamental para la producción de pólvora de la cual Alemania era el principal destino.

La soberanía y neutralidad de Chile fueron pasadas a llevar por ambas potencias mundiales, especialmente cuando las fuerzas inglesas bloquearon las exportaciones del salitre a Alemania. Los alemanes lograron industrializar el proceso de nitratos sintéticos de Haber-Boch que, trajo la ruina de la industria exportadora chilena, pero evitó importar la devastadora guerra a nuestras tierras.

En la incertidumbre de nuestro tiempo la historia es buena consejera. Nuestras reservas minerales pueden ser una maldición en un mundo escindido entre las democracias liberales y el eje de autócratas. Debemos resguardar nuestra infraestructura básica -en donde hemos visto inversiones chinas en áreas estratégicas como la distribución y transmisión de electricidad- y ser muy cuidadosos en la manera de explotar nuestros recursos, pues un movimiento en falso -como la nacionalización del cobre- puede arrojarnos a los peligrosos movimientos geopolíticos actuales.

*El auto de la columna es ingeniero civil de la UC y MBA/MPA de la Universidad de Harvard

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