La columna de Arturo Cifuentes: “Cuándo abandonar un libro”

Clase Abierta - lectura crítica

"Con una pequeña modificación—introduciendo un factor de decaimiento exponencial—se puede estimar cuanto se debe esperar a alguien que se atrasa".



Esta es la época del año en que muchos columnistas anuncian sus recomendaciones de lecturas veraniegas. Motivados, por supuesto, por la desafortunada hipótesis de que la lectura es una actividad solo de verano, y que el resto del año se debe descuidar. En esta columna, seguiré una tendencia un poco contraria. No; no voy a recomendar que libros no leer—solo me limitaré a compartir una receta que me ha servido para decidir cuándo debo abandonar un libro. Y aquí la infausta reforma al sistema de pensiones sirve de guía.

Una de las malas ideas enquistadas en la reciente reforma es la de los fondos generacionales (un tema serio para otra columna). Solo me referiré a la regla típica usada por la versión más básica de estos fondos. Es decir, que el porcentaje de su portafolio que una persona debe invertir en acciones debe ser igual a cien menos su edad, y el resto en bonos. Por ejemplo, un joven de 25 años, según este concepto, debe tener un 75% de su fondo previsional (100 – 25) en acciones; y 25% en bonos. En tanto que un viejo de 80 años debería tener solo un 20% (100 – 80) de sus ahorros en acciones, y el resto (80%) en bonos.

Pero como decía H. L. Mencken, todos los problemas complejos tienen una solución simple y clara, pero que desgraciadamente es equivocada. Es el caso de la fórmula anterior: tiene la “ventaja” de ser intuitiva y apelar al sentido común, sencilla para explicar y simple para implementar, y—algo fantástico para los reguladores—fácil de monitorear. El único problema es que la evidencia empírica no la avala: no funciona.

Pero sí funciona para decidir cuánto progresar antes de abandonar un libro. Su aplicación se basa en un supuesto difícil de objetar: cuando envejecemos, el tiempo que nos queda es cada vez más valioso. Cien menos la edad es el número de páginas que le debemos dedicar a un libro. Y si en ese momento no ha logrado cautivarnos, adiós. Lamento no haber conocido esta fórmula cuando tenía 15 años y un sentimiento de culpa mal orientado me llevó a terminar “Durante la Reconquista”: un bodrio de 585 páginas que afortunadamente ya no se encuentra en ninguna librería.

Algunas recientes víctimas de esta receta mágica: Septología (Jon Fosse); Libro del Desasosiego (Fernando Pessoa); y Niña, Mujer, Otras (Bernardine Evaristo). La fórmula mencionada me liberó en todos estos casos. Más aún, recientemente he descubierto que la fórmula también se puede aplicar para calcular el número de minutos que uno le debe conceder a un café con una persona latosa. Y con una pequeña modificación—introduciendo un factor de decaimiento exponencial—se puede estimar cuanto se debe esperar a alguien que se atrasa.

*El autor de la columna es investigador principal en Clapes UC

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