La columna de Charles Kimber: “CPTPP: perspectiva empresarial un año después”

En su columna “A un año del CPTPP: dato mata relato”, el ex subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales (Subrei), José Miguel Ahumada, presenta una evaluación crítica de los efectos inmediatos del CPTPP (el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico), argumentando que las ganancias han sido nulas y destacando una disminución en la importancia relativa del bloque como destino de las exportaciones chilenas.

Sorprende que un ex Subrei realice un análisis tan apresurado, cuando es de conocimiento básico, que los acuerdos comerciales requieren de un horizonte temporal más amplio para la entrega progresiva de sus beneficios completos. La evaluación de Ahumada parece omitir la comprensión del impacto de tratados como el CPTPP no pueden ser medidos únicamente por los datos de exportación de un año. Es fundamental reconocer que los tratados comerciales están diseñados para fomentar un crecimiento económico sostenible, mejorar la competitividad internacional y abrir nuevas oportunidades para las empresas en el largo plazo.

En ese contexto, los empresarios sabemos que la adaptación a los mercados y la capacidad de las empresas para aprovechar las ventajas ofrecidas por estos acuerdos toman tiempo, innovación y ajustes estratégicos. Así, más allá de las ventajas en materia arancelaria, se deben considerar también las ventajas no tangibles. Los empresarios necesitamos previsibilidad y uniformidad en los procedimientos de exportación, así como simplificación en la presentación de documentación, aspectos cruciales que facilitan la internacionalización de las empresas, cualquiera sea su tamaño.

El acuerdo otorga incentivos para diversificar las cadenas de suministro, incluyendo proveedores de otros países, lo que permite mantener los beneficios arancelarios. La agilización de los procedimientos aduaneros promovida por el CPTPP representa otra ventaja importante, reduciendo las barreras administrativas y facilitando tanto la importación como la exportación de productos. La armonización de estos procedimientos aporta una mayor predictibilidad para las empresas en sus operaciones, elemento esencial para las exportaciones de nuestro país.

Asimismo, se promueven normativas que brindarán incentivos a la diversificación de cadenas de suministro con proveedores internacionales y manteniendo beneficios arancelarios. Además, facilita la importación y exportación mediante la simplificación de trámites aduaneros, reduciendo barreras y aumentando la predictibilidad para las operaciones empresariales, vital para el comercio exterior de Chile.

El tratado también aborda el comercio digital, un sector en auge, estableciendo reglas claras y predecibles que son fundamentales para el desarrollo del comercio electrónico transfronterizo. Una característica destacada del CPTPP es la nivelación de estándares, especialmente en aspectos ambientales y laborales, promoviendo que las empresas se alineen con normativas internacionales. La inclusión de disposiciones específicas para las pequeñas y medianas empresas asegura que los beneficios del acuerdo sean accesibles para las empresas de todos los tamaños que existen en Chile.

Por otra parte, es crucial garantizar su correcta difusión e implementación. Para aprovechar todo el potencial de este acuerdo, es imperativo que el gobierno realice un plan para difundir a todas las partes interesadas sobre las ventajas del tratado. Esto implica un enfoque global que incluya, en especial las PYMEs, para orientarlas sobre utilizar eficazmente los beneficios del acuerdo. Solo con un sector empresarial bien informado y estratégicamente equipado podrá materializarse el verdadero éxito del CPTPP.

Evaluar los beneficios del CPTPP meramente en términos de cifras de exportación tras su primer año de implementación es limitado. La verdadera medida del éxito del CPTPP se verá en la capacidad de las empresas para integrarse eficazmente en este nuevo marco comercial. Desestimar este potencial basándose en una visión parcial y de corto plazo es, en última instancia, antojadizo y poco aporta al debate público, al futuro económico y comercial de nuestro país y al quehacer empresarial.

*El autor de la columna es consejero y presidente del comité internacional de Sofofa