La columna de Claudio Pizarro: “Talento y cooperación para problemas complejos”
"El país, sus empresas y sus ciudadanos no pueden farrearse la oportunidad de aprovechar la colaboración entre la academia, el Estado y la empresa privada".
En el año 2022, un equipo de investigadores del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI) ganó el premio Edelman, algo así como el Premio Nobel de investigación de operaciones, por las herramientas analíticas desarrolladas para combatir el Covid-19, en un esfuerzo conjunto con el gobierno de Chile y Entel. Los beneficios se estimaron en cerca de 3.000 muertes menos, un ahorro de US$ 200 millones y más de 65 mil infecciones por Covid-19 evitadas.
Durante el año 2023 y lo que va de este año, varios de los mismos investigadores han trabajado con el Ministerio de Salud en la pionera estrategia nacional de inmunización contra el virus sincicial en niños. Los resultados preliminares indican una reducción del 70-80% en el número de niños hospitalizados, comparado con años anteriores.
Recientemente, otro equipo de investigadores se adjudicó un premio de alcance global por las mejoras en el proceso de compras públicas del Estado de Chile, con beneficios estimados en US$ 75 millones al año.
Otros equipos, por su parte, trabajan hace años con análisis de datos -inteligencia artificial- para crear herramientas, con el fin de combatir el delito, tema de primera importancia nacional. También para atacar el fraude de las licencias médicas, donde ya hemos visto persecución penal y condenas.
Todos estos trabajos son excepcionales, no solo por sus resultados, sino porque se logran a partir del esfuerzo coordinado entre académicos, autoridades y profesionales de organismos públicos. Es la única manera de resolver los problemas complejos que el país enfrenta, aquí y ahora.
Así también, en los últimos 30 años hay muchos trabajos como los mencionados que se han realizado con empresas privadas, en industrias tan diversas como minería, forestal, transporte marítimo y acuicultura, entre otras. Todos ellos han mejorado la competitividad de las empresas involucradas.
El país, sus empresas y sus ciudadanos no pueden farrearse la oportunidad de aprovechar la colaboración entre la academia, el Estado y la empresa privada. Tenemos, por una parte, equipos de investigación de nivel mundial, instituciones con desafíos gigantes (seguridad, salud pública, educación, productividad, cambio climático, por nombrar sólo algunos) y empresas privadas con un potencial enorme para crear valor y fortalecer su competitividad en mercados globales.
Al mismo tiempo, el país tiene el desafío y la oportunidad de crear conocimiento y talento calificado, incluso con potencial exportador de gran escala. Esto, ya sea en la forma de nuevas tecnologías, formación de profesionales y/o fortalecimiento de la competitividad de nuestras principales empresas y las que están en desarrollo.
Tenemos talento de clase mundial y tanto el Estado como las empresas privadas pueden y deben aprovecharlo. Ello requiere mirada estratégica, confianza y liderazgo. Hay muchos y muy buenos resultados, pero es necesario profundizar los puentes entre estos mundos, de manera que la comunicación y el trabajo fluya fácil. Solo así producimos una conexión virtuosa, es decir, colaboración con impacto.
Los problemas que enfrentamos, y los que vienen, son de una complejidad tal que es imposible abordarlos si no contamos con equipos multidisciplinarios y diversos en expertise y experiencias. Las soluciones requieren distintas especialidades que se integren y su implementación exige humanidad para convocar a todos aquellos que deben hacer su aporte para lograr los resultados. Apelando a Kant, asumamos la responsabilidad de construir un mejor futuro para nuestro país. No importa dónde estemos, lo que importa es lo que haremos con lo que tenemos y hacia dónde vamos.
*El autor de la columna es profesor adjunto de ingeniería industrial en la Universidad de Chile y managing partner en CIS Consultores
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