La columna de Francisca Jünemann: “Dolor y esperanza”

Las oficinas de Colbún
La columna de Francisca Jünemann: “Dolor y esperanza”

"Tengamos entonces esperanza, esa capacidad de sentir confianza, ilusión y optimismo, que nos permita movilizarnos por nuestro país y no paralizarnos".



Dentro de mis debilidades literarias está Jane Austen. Me calma de vez en cuando leer sus novelas románticas y sensibles. El nombre de esta columna, al estilo “Orgullo y prejuicio” y “Sentido y sensibilidad” es por la influencia de esta escritora inglesa del siglo XIX.

Más de doscientos años después de sus escritos, una mujer chilena, Karen Thal, la primera presidenta de Icare, organización que ha aportado a las buenas prácticas empresariales, celebró los 70 años de vida de esta institución con un discurso también lleno de sensibilidad: “Hoy nos duele Chile (...) Duele ver que nuestro país que iba camino al desarrollo, que estaba progresando, que era un ejemplo dentro de Latinoamérica, hoy parece desorientado, carente de un proyecto país y donde el miedo ha terminado imponiéndose a la esperanza (...) Duele ver que el crecimiento y la creación de empleo, para muchos, haya dejado de ser prioridad. Y que el valor del sector privado, la fuerza de la empresa y las alianzas público-privadas ya no sean un motor de desarrollo, como lo fueron por décadas. Duele ver que Colbún se haya visto obligado a suspender otro proyecto por US$ 1.400 millones”.

Comparto su dolor, porque ese número, US$ 1.400 millones, son 1.600 trabajos que dejan de crearse para personas y oportunidades que se pierden para los proveedores locales. Porque es agua desalada y potable que la comunidad de Paposo deja de recibir. Y porque es energía limpia que no se produce, que alcanzaría para casi medio millón de hogares, en un año especialmente sensible en cuanto a electricidad, por las fallas en la distribución con los extendidos cortes y el alza en las cuentas de la luz para las familias.

Es doloroso, porque el Estado debe apoyar y acompañar a las fuentes de trabajo legal y formal, especialmente en un país donde hay un empleador atractivo y siniestro con el cual es difícil competir: el narcotráfico.

Bien lo dijo Juan Pablo Luna el domingo en La Tercera: “Frente a un sistema político que no mueve la aguja, frente a una economía formal que no provee demasiado empleo ni tampoco crecimiento, los mercados ilegales o informales comienzan a ganar legitimidad en la gente, porque ahí ven un mejor horizonte”.

Creo que hay casos emblemáticos, que deben movilizar a aprobar de manera inmediata una buena ley que -con elevados estándares sociales y ambientales- facilite e impulse proyectos generadores de empleo legal y formal; que de certezas y excluya la discrecionalidad como el Servicio de Evaluación Ambiental de Chile (SEA). No solo la muerte de personas puede acelerar el trabajo legislativo -Ley Zamudio o la Ley Karin- porque hay maneras de ir dando muerte a nuestro país.

Pero como el dolor está acompañado de la esperanza en esta columna, termino citando las palabras de Michael Reid, ex editor y columnista para América Latina de The Economist, en el seminario de la Sofofa de esta semana: “Creo que los fundamentos de Chile, la democracia representativa, la economía de mercado y el estado de derecho siguen de pie. Y eso no es poca cosa; son los fundamentos para poder avanzar. Y creo que, para mirar provechosamente al futuro, hay que aprender de las lecciones del pasado. No quiere decir que no haya un problema. Hay un problema real e importante, pero están a tiempo de enfrentarlo todavía, porque no está desbordado”.

Tengamos entonces esperanza, esa capacidad de sentir confianza, ilusión y optimismo, que nos permita movilizarnos por nuestro país y no paralizarnos.

Porque aún no es tarde.

*La autora de la columna es presidenta ejecutiva ChileMujeres

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