La columna de Javier Salinas: “El camino que decidamos tomar”
"Este mes se presentará el proyecto de Ley para regular el uso de la inteligencia artificial, la que buscaría (entre otras cosas), que todos se beneficien de estas tecnologías. ¿Podríamos incluir activamente la discusión de los alcances de esta ley en los foros de crecimiento y productividad?"
La inteligencia artificial ha tomado los reflectores en diversos escenarios, esperanzando a muchos con promesas de un mundo en donde las máquinas emulan cada vez mejor diferentes comportamientos humanos (y en algunos casos nos superan), creando así bienestar para toda la sociedad. Data analytics, IA generativa, automatización de procesos, reconocimiento biométrico; palabras que vienen a nuestra mente cuando hablamos de este tema. Sin embargo, no todos son tan optimistas debido a los riesgos de estas innovaciones sobre la economía, la política y la sociedad en general. Y ni qué decir de su efecto sobre el mercado laboral, con temores a ser desplazados por una máquina o un robot.
¿Miedos infundados? Al parecer, no. La evidencia mostrada en el libro “Poder y Progreso” de Daron Acemoglu y Simon Johnson deja claro cómo en múltiples momentos de la historia diversos avances tecnológicos no generaron mejoras significativas en el bienestar social (de hecho, el efecto fue el contrario, con incrementos en la desigualdad y deterioro significativo de la situación económica de grupos enteros de la población), desmintiendo la idea de que toda tecnología nos sube a todos en el “tren de la productividad” de manera automática.
Tomemos como ejemplo el ferrocarril y el telar, desarrollados durante la revolución industrial en Inglaterra. Ambos inventos lograron disminuir de manera significativa los costos en sus respectivos sectores. Sin embargo, el telar tuvo un foco en la disminución de costos, lo que provocó que los artesanos calificados fueran sustituidos y sus habilidades quedaran obsoletas, lo que llevó a una precarización de su situación laboral. En cambio, el ferrocarril generó un incremento significativo en la productividad del trabajo debido a la generación de nuevas tareas y a sus externalidades en otras industrias, provocando así una transformación sistémica en la economía con beneficios tanto para los empresarios como para los trabajadores.
A la luz de esta evidencia, ¿hacia dónde queremos encauzar los avances en inteligencia artificial y las tecnologías digitales en Chile? La discusión acerca del crecimiento económico regresó hace varios meses, pero su foco ha sido la tramitología. ¿No sería interesante pensar en una agenda que incluya el desarrollo tecnológico como eje de la productividad, pero de una forma que incremente la productividad de los trabajadores y logre externalidades significativas en otras industrias? Acemoglu y Johnson nos dan algunas ideas: crear nuevas tareas para mejorar las capacidades humanas con ayuda del aprendizaje automático, seguir integrando el uso de la información en la mejora de procesos de toma de decisiones, conectar de mejor manera a las personas…
Por otra parte, este mes se presentará el proyecto de Ley para regular el uso de la inteligencia artificial, la que buscaría (entre otras cosas), que todos se beneficien de estas tecnologías. ¿Podríamos incluir activamente la discusión de los alcances de esta ley en los foros de crecimiento y productividad?.
El rumbo de los avances tecnológicos está siendo crucial en la evolución de no solamente de nuestros sistemas económicos, sino también políticos y sociales. ¿Qué camino decidiremos tomar?.
El autor de esta columna es economista jefe LarrainVial Research.
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