La columna de Javier Salinas: “El peso y su traspaso a la inflación”
La incertidumbre en torno al escenario internacional ha aumentado significativamente durante los últimos meses, y no se avista una reducción de ésta. El cambio de gobierno en Estados Unidos augura modificaciones relevantes en las políticas económicas, en donde una de las principales preocupaciones vienen por el lado de las tarifas y su efecto en las economías abiertas.
China, por su parte, ha estado dando señales de desaceleración, y si bien ha anunciado algunos estímulos, no se perciben suficientes para hacer repuntar la economía. Además, los conflictos geopolíticos continúan. Si estos factores persisten, también lo harán la volatilidad y las presiones depreciativas sobre el peso chileno. En este entorno, el traspaso de la depreciación a precios finales apunta a ser uno de los principales factores que puede alterar la senda inflacionaria durante 2025.
Según cálculos del Banco Central de Chile, el coeficiente de traspaso del tipo de cambio a precios locales es de entre 0,1 y 0,2 en promedio. Esto quiere decir que ante cada depreciación de 10% del peso chileno, la inflación aumentaría entre 1 y 2 puntos porcentuales. Este rango regresa a la mente de todo macroeconomista local ante la pregunta del efecto del peso en la inflación, por más casual que sea ésta.
Sin embargo, hay un par de factores que podrían hacer que esto sea más cercano a 0,1 o a 0,2 y, más aún, sobrepasarlo en momentos puntuales. El primero de ello es el momento del ciclo económico en el que nos encontramos. Cuando la economía se encuentra débil y con holguras, la capacidad de las empresas para traspasar al alza de costos a precios finales disminuye, prefiriendo reducir sus márgenes antes de deprimir aún más sus ventas, por lo que el traspaso del shock cambio a precios es menor. Pero cuando ésta es más dinámica y la demanda por bienes y servicios boyante, el traspaso es mayor, debido a que las empresas importadoras no esperan perder ventas significativas por un incremento en sus precios.
El segundo de ellos es si la depreciación es bilateral o multilateral; es decir, si el peso chileno es el único que se deprecia contra el dólar, o si es un fenómeno generalizado frente a una apreciación del dólar global. Cuando la depreciación es multilateral, las negociaciones entre las empresas chilenas y aquellas domiciliadas en países cuyas monedas también se depreciaron tienen más espacio para ajustar los precios en dólares, provocando que el efecto cambiario para ambos sea menor (cuando se mide en las monedas locales correspondientes). Así, el traspaso a precios finales en Chile es menor.
Chile está enfrentando hoy en día un escenario global complejo, con presiones depreciativas relevantes. Sin embargo, éstas son más bien de carácter multilateral. Además, no podemos descartar que, a pesar de las noticias positivas que provengan del escenario local, el entorno global podría provocar una desaceleración en la actividad económica. Así, ambos factores apuntan a un efecto más acotado de la depreciación de la moneda a precios finales. Si bien hay que seguir monitoreando de cerca el entorno global, el peso y su efecto en la inflación, no hay que sobredimensionar su efecto.
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