La columna de Javier Vega: “¿Balde de agua fría o baño de realidad?”
"La actividad de mayo solo muestra que llevamos demasiado tiempo creciendo a un ritmo bajísimo. El agua fría parece más bien un baño de realidad que sirve para recordarnos que es necesario hacer un cambio profundo si queremos salir del pantano económico en el que estamos atrapados".
La actividad económica de los primeros meses del año hizo entusiasmar a algunos, con la esperanza de que había quedado atrás el periodo de letargo económico. El crecimiento de febrero (+4,1%) y el de abril (+3,5%) parecían demasiado buenos como para entretenerse mirando los factores estadísticos que los explicaban. En los primeros cinco meses del año el crecimiento acumulado llegaba a 2,6%, lo que elevó las expectativas para el año, algunas hasta por sobre el 3%.
El dato de mayo fue calificado como un balde de agua fría a las proyecciones más auspiciosas. El crecimiento de solo 1,1% del Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec) fue peor de lo que esperaba el mercado y eso que estuvo apuntalado por el salto en la minería, que anotó un sólido 7,6% anual. El resto de los sectores estuvo prácticamente estancado en un año. Es preocupante que el dato de mayo acumuló tres caídas consecutivas mensuales, con los datos desestacionalizados.
¿Qué pasó que pareciéramos perder el impulso de comienzos de año? Las condiciones externas para Chile se han ido complejizando, con China moderando sus niveles de expansión y con turbulencias en el sector inmobiliario, con Europa con niveles de crecimiento bajísimos, con Estados Unidos en proceso contener la inflación y con mayores tensiones geopolíticas y renovados impulsos proteccionistas en todo el mundo, que tienen como principal foco los productos chinos. La demanda interna, por su parte, continúa débil y al frágil desempeño de la inversión se ha sumado en lo reciente una debilidad del consumo mayor a la estimada inicialmente. Un reflejo de esto es lo que ocurre con el sector del comercio, que acumula entre enero y mayo de este año una caída de 3,1%, usando los datos limpios de estacionalidad.
Pensar que la dinámica económica de Chile responde solo a factores coyunturales es soslayar las razones de fondo que explican el magro crecimiento estructural que arrastra Chile desde hace una década. Por ejemplo, en la década previa al 2014, la formación bruta de capital fijo creció a un ritmo de 9,7% promedio anual, mientras que en los últimos 10 años estos niveles se disiparon, promediando un incremento de la inversión productiva de solo 0,7%. Es evidente que los ajustes regulatorios que hemos implementado desde 2014 en adelante han socavado la capacidad de crecer y han quitado los incentivos para atraer inversionistas que expandan nuestra capacidad productiva a un ritmo aceptable.
La actividad de mayo solo muestra que llevamos demasiado tiempo creciendo a un ritmo bajísimo. El agua fría parece más bien un baño de realidad que sirve para recordarnos que es necesario hacer un cambio profundo si queremos salir del pantano económico en el que estamos atrapados. Si seguimos imperturbables a esta realidad, tendríamos la extraña combinación de un país con peces sintientes y personas apáticas a la realidad económica.
*El autor de la columna es socio de Mirada Externa
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