La columna de Juan Ignacio Eyzaguirre: “Disueltos”
"Los drásticos reveces políticos son parte del lujo que nos otorga la democracia, equivocarnos y poder revertir el camino, muchas veces con costos relevantes pero sin dilapidar lo mas importante: la libertad de las personas"
Disuelvo la Asamblea Nacional y convoco nuevas elecciones para fines de Junio, decretaba el presidente Emmanuel Macron antes de que se terminaran de contar los votos de las elecciones europeas. El partido de Marine Le Pen se llevó un tercio de los representantes, doblando la votación del oficialismo. La avezada movida de Macron guarda lecciones para nuestra democracia y sus ciclos. A ojos de algunos, la disolución de la Asamblea Nacional, más que una arriesgada apuesta, sería una movida brillante. Los votantes y el tiempo dirán.
Desde 1997 no se disolvía la Asamblea Nacional. Este mecanismo de la Quinta República esta diseñado para dar un golpe al tablero cuando el Ejecutivo no puede llevar adelante su gobierno. En el octógono el presidente nombra a su primer ministro y su gabinete, pero quien tenga la mayoría en la Asamblea puede sacarlos con un simple voto de desconfianza, lo que fuerza a una cohabitación cuando un partido opositor se lleva la mayoría de la Asamblea. Sucedió a Mitterrand con Chirac y Balladur, luego a Chirac con Jospin.
Con tres años de presidencia por delante y sin mayoría en la Asamblea, Macron tiene poco que perder. Frente a los resultados de la elección europea, el status quo solo aumentaría el momento político de Marine le Pen, su popularidad se alimentaria criticando desde la gradería las políticas del gobierno, pavimentando su camino a la Presidencia en 2027. Tres años de agonía.
En cambio, disolver la Asamblea Nacional presenta tres posibles resultados. El primero, una Asamblea Nacional balanceada entre multiples partidos, similar al estatus quo, pero de paso desinfla el momentum de le Pen pues ya no sigue victoriosa. Segundo, sacar una mayoría con una coalición de centro que enfrente a la derecha e izquierda más extremas. Esto seria equivalente a la victoria de su primera elección en 2017, pero es menos probable. Y tercero, una victoria del Rassemblement National que deje como Primer Ministro a Jordan Bardella, popular delfín de le Pen de apenas 28 años. Esto, a ojos de Macron, seria el mal menor, pues desfondaría las chances de Marine le Pen para la presidencia el 2027.
La mejor esperanza contra el populismo es ponerlos en el gobierno, sugirió Janan Ganesh, analista del Financial Times. A los radicales, de izquierda o derecha, las presiones de gobernar los fuerza a moderarse -como ha sido el caso de Giorgia Meloni en Italia- o simplemente revela la ineptitud, incompetencia y torpeza de respuestas simples a problemas complejos. Al fin y al cabo, el tiempo gobernando regula el poder, pues las difíciles decisiones indefectiblemente alienan a ciertos votantes que migran en sus preferencias y alimentan el péndulo democrático de la alternancia del poder.
Para Macron, tres años de cohabitación darían un baño de realidad a las exaltadas consignas de los radicales y revelarían a los ciudadanos franceses el verdadero valor de las propuestas del Rassemblement National, dándole palco para criticar cualquier traspié.
Las republicas democráticas brindan a los ciudadanos el lujo de equivocarse y poder enmendar el camino. He ahí la gran diferencia con las dictaduras. “Yo creo que los franceses son inteligentes, pueden ver qué es coherente y lo que no lo es, ellos sabrán qué hacer”, dijo el presidente galo.
Nuestra última década política en Chile ha sido confusa y tensa. Sin embargo, bien podemos interpretarla como una búsqueda de nuestro camino. Los drásticos reveces políticos son parte del lujo que nos otorga la democracia, equivocarnos y poder revertir el camino, muchas veces con costos relevantes pero sin dilapidar lo mas importante: la libertad de las personas. Confiando en la sabiduría de los chilenos y contando con apropiados liderazgos políticos podemos guardar la esperanza de que sabremos finalmente encontrar el camino correcto.
*El columnista es autor del libro” DesPropósito, El sentido empresarial y cómo la corrección política amenaza el progreso”
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