La columna de Ornella Bono: “Hacer bien nos hace bien”

servicios
La columna de Ornella Bono: “Hacer bien nos hace bien”

"La productividad no solo tiene que ver con una ganancia para otros, sino también con una ganancia personal".



La discusión sobre la productividad está llena de adjetivos, explicaciones y, sobre todo, de noticias que nunca son alentadoras. Sin ir más lejos, la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP) entregó su “Informe Anual de Productividad”, el que reveló un preocupante estancamiento. Y, al momento de hacer zoom a la productividad laboral, concluyó que, si bien esta creció un 1% respecto de 2023, el avance se debió a un aumento del capital por trabajador -acceso a más recursos, como herramientas y tecnología-, y no a factores como capital humano y eficiencia general.

La productividad es un concepto que siempre lo hemos entendido desde la economía, pero vale la pena partir por mirarlo más allá de esas fronteras, ubicándolo en una dimensión humana. Sin ir más lejos, la palabra viene de producir, la que tiene sinónimos tan evocadores como originar, motivar, crear o provocar. Y es que dicha acción tiene un profundo impacto en las personas y en su satisfacción personal y laboral, pues despierta experiencias de logro, autoeficacia y autorrealización.

La productividad no solo tiene que ver con una ganancia para otros, sino también con una ganancia personal, porque el trabajo enfocado y dedicado que realizamos en un momento determinado -más allá de su magnitud o, incluso, de si nos gusta o no- tiene resultados positivos para uno mismo. Hacer bien, a fin de cuentas, nos hace bien.

Si ahora incorporamos a lo anterior la economía, podemos ver que el deseo de hacer bien las cosas deben ir acompañado de la creación de valor. Y acá es donde es importante estudiar el fenómeno en toda su capilaridad, dejando de lado algunas explicaciones -y comparaciones- que no son del todo informativas. Como explica el economista Javier Mejía, detrás de la baja productividad no solo de Chile, sino de otros países latinoamericanos, se han deslizado motivos que van desde elementos culturales a la pobreza material. Sin embargo, él alerta que la razón se encuentra, más bien, en la composición sectorial de la fuerza de trabajo. Y con una tasa de ocupación informal que rodea el 30% en Chile, no es difícil ver que tenemos un enorme desafío, pues se trata de un sector donde se laboran muchas horas, pero que genera muy poco valor por hora de trabajo. El Banco Mundial, por su lado, ha mostrado que factores como la segregación territorial e, incluso, las enormes distancias interurbanas, generan bolsones de poca productividad en nuestra región, y se suman a los otros elementos más conocidos, como la ya nombrada economía informal, brechas educativas y poca competencia, entre otros.

La productividad, en palabras del presidente de la CNEP, Raphael Bergoeing, es la variable más importante que determina el crecimiento de un país, porque mejora la eficiencia en el uso de recursos y tiene un potencial ilimitado. No es un concepto aislado y no puede ser analizado desde lugares comunes. Y si pensamos que hace pocas semanas todos deseamos un próspero 2025 a nuestros cercanos, es importante constatar que, si de verdad queremos que ese anhelo sea una realidad, tenemos que ser capaces de fomentarla desde el convencimiento.

El Estado tiene un rol, en cuanto a diseñar políticas que creen un entorno favorable para el crecimiento económico sostenible, el desarrollo de capacidades y la I+D. Las organizaciones asimismo juegan un papel clave, especialmente en la medida en que adopten tecnologías de información y apuesten más decididamente por la innovación. Pero también desde el ámbito individual podemos aportar. A diferencia de otros fenómenos, en la productividad todos tenemos algo que decir.

*La autora de la columna es socia fundadora y directora de Humanitas/Cornerstone Chile

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.