La columna de Patricio Meller: “Aislacionismo y proteccionismo de Trump: causas y consecuencias”
"Si Trump intenta destruir el actual orden internacional, ¿Quién ocupará su lugar? Obviamente China. ¿Está dispuesto EE.UU. a dejar que China sea la potencia hegemónica del siglo XXI?"
En la década de 1990, la mayoría de los países quiere integrarse al mundo global; acelerado a partir de la desintegración de la Unión Soviética. Hay tres mecanismos para ello: comercio internacional, inversión extranjera y TLC (Tratados de Libre Comercio). Las exportaciones se transforman en nuestro motor de crecimiento.
En 2001, China ingresa a la OMC (Organización Mundial de Comercio) y rápidamente se convierte en uno de los motores más importantes de la economía mundial.
La globalización genera homogeneización en el consumo (la mayoría usa las mismas zapatillas) y convergencia en la producción (uso de PC e Internet).
El enfoque predominante desde la 2ª Guerra Mundial –reducción de barreras comerciales (disminución de tarifas)– genera un mayor intercambio comercial entre países. Este es un juego de suma positiva: los países ganan al comerciar y se especializan en la producción de bienes en los que tienen ventajas comparativas
Adicionalmente, se reducen los conflictos bélicos generando mayor crecimiento y bienestar. Por ejemplo, Francia y Alemania –enfrentados en varias guerras durante un siglo– crean la base de la actual Unión Europea.
Se creía que en este siglo XXI la globalización y el libre comercio conducirían a un mundo de mayor crecimiento económico y bienestar. Es por ello que las potencias hegemónicas tienden a promover el libre comercio; Reino Unido, en el siglo XIX, y EE.UU., en el siglo XX. Al mismo tiempo, asumen la responsabilidad de promover el orden y la paz mundial.
¿Por qué Donald Trump, con un programa aislacionista y proteccionista, fue elegido por mayoría Presidente de EE.UU.? Parte importante de la respuesta está conectada con China. Esta se ha transformado en la “fábrica industrial mundial” generando un proceso de “desindustrialización” y “deslocalización” en EE.UU. (también en Europa y en varios países de Latinoamérica). A esto se agregan las innovaciones tecnológicas –automatización, robótica, inteligencia artificial–, lo que ha producido una gran caída del empleo industrial.
La consecuencia ha sido una disminución significativa del empleo industrial en EE.UU. (estable y bien remunerado); de generar cerca del 30% del total de los empleos, la industria aporta ahora con menos del 12%. Existe preocupación mundial sobre cuántos empleos se generarán a futuro y en qué sectores.
Proteccionismo
Trump quiere revertir este fenómeno y para esto recurre al argumento mercantilista: el comercio es un juego de suma cero, es decir, “las importaciones son malas y las exportaciones son buenas”. Los déficits comerciales perjudican a EE.UU.: generan desempleo y reducen las remuneraciones. ¿Por qué cuando hay un desequilibrio comercial sólo se tiene que ajustar el país que tiene el déficit? ¿Por qué no exigirle mayor apertura al país con superávit?
Para lograr un “comercio balanceado”, Trump sugiere que utilizará las tarifas, “la palabra más hermosa del diccionario”. Aranceles del 60% a las importaciones chinas y 10% a 20% a las del resto del mundo.
Como, además, Trump va a disminuir los impuestos a las empresas y subsidiar a las empresas norteamericanas que retornen a EE.UU., plantea que las tarifas crearán más puestos de trabajo y ayudarán a financiar el presupuesto fiscal.
Sin embargo, la aplicación de los aranceles a las importaciones afectará directa y negativamente el poder adquisitivo de los consumidores norteamericanos. Adicionalmente, los países afectados reaccionarán aplicando represalias vía tarifas a las importaciones estadounidenses. Habría un shock profundo para la economía global.
El enfoque de que el comercio se esté constituyendo en una razón de conflicto en lugar del mecanismo para generar alianzas para los países debería causar intranquilidad. Es paradojal que China sustituya a EE.UU. como el país que promueve el libre comercio y la globalización. Por esto se ha sugerido que este planteamiento proteccionista de Trump es simplemente una estratagema de negociación para estipular un mejor trato bilateral en términos de acceso al mercado externo y protección de la propiedad intelectual estadounidense.
Aislacionismo
El orden internacional post 2ª Guerra Mundial ha sido moldeado por la preeminencia económica, financiera y militar de EE.UU. El programa de Trump de aislar la economía norteamericana con aranceles sugiere que estaría abandonando su rol hegemónico de promover la paz y la prosperidad mediante la construcción de vínculos económicos con otras naciones.
La mayoría de los estadounidenses son reticentes a la participación global y 74 millones de votantes creen que los otros países se aprovechan injustamente. Quieren que los asuntos internos prevalezcan por sobre los internacionales. Esto es lo que MAGA (Make America Great Again) representa: un movimiento inconformista y crítico contra el tipo de “internacionalismo benigno” de EE.UU. post 2ª Guerra Mundial (“Estados Unidos primero”).
Trump ha criticado a Europa por no gastar lo suficiente en defensa. “Nuestros aliados tienen que compartir la carga de garantizar la paz mundial”, ha dicho. Pero, en la guerra de Ucrania el aporte de Europa constituye un 47% del monto total recibido, comparado con el 40% de EE.UU. Además, medido por el porcentaje PIB, EE.UU. ocupa el décimo lugar precedido por los países europeos.
Esta tendencia aislacionista sería una advertencia para el resto del mundo que ya no puede contar con EE.UU. como “garante clave de la seguridad global”. En su lugar, Trump proyecta esa imagen de que es tan imprevisible que los adversarios de América del Norte estarán demasiado intimidados para intentar nada.
De hecho, es posible que Trump pueda llegar a un acuerdo con Putin para que Ucrania no termine con tanques rusos en Kiev. También puede ser capaz de ejercer presión sobre Irán y disuadir a China de usar el poder militar para dominar Asia. Pero si las amenazas de Trump parecen fanfarronadas, es igualmente probable que su imprevisibilidad aliente la agresión china y rusa (The Economist).
Si Trump intenta destruir el actual orden internacional, ¿Quién ocupará su lugar? Obviamente China. ¿Está dispuesto EE.UU. a dejar que China sea la potencia hegemónica del siglo XXI? La agria, dura y compleja competencia tecnológica entre ambos se vincula cuál de los dos será la próxima potencia hegemónica.
¿Qué puede hacer un país que está en el fin del mundo y que tiene como sus principales socios comerciales a China y EE.UU.?
*El autor de la columna es profesor de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile
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