La columna de Pedro Pizarro: “Edad de jubilación, un tema incomodo”

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"La edad de jubilación es técnicamente un parámetro más que debe estar en la ecuación del tema previsional, así como lo son el monto de cotización y otros. No debe ser un guarismo inamovible ante los cambios de la pirámide demográfica y, subsiguientemente, de la población activa".



La edad de jubilación es, por supuesto, tema de discusión en Chile y a nivel mundial. Un estudio reciente de la consultora Mercer señala que la edad de jubilación en los países con mejor sistema -en términos de sostenibilidad del sistema, de cobertura poblacional y montos de pensiones, entre otros- es de 67 años. No obstante ello, la ministra del Trabajo descartó que la edad de jubilación será materia de la reforma previsional.

No hay que asombrarse. Subir o bajar la edad de jubilación es una iniciativa políticamente incómoda, impopular y ningún gobierno quiere asumir ese costo.

Sin embargo, la edad de jubilación es técnicamente un parámetro más que debe estar en la ecuación del tema previsional, así como lo son el monto de cotización y otros. No debe ser un guarismo inamovible ante los cambios de la pirámide demográfica y, subsiguientemente, de la población activa.

Recordemos cómo se ha intentado enfrentar el asunto. Sabiendo que modificar la edad de jubilación no es políticamente viable, lo que se ha hecho a nivel de políticas públicas es generar incentivos para la postergación voluntaria de esta. En 2008, durante el primer gobierno de la presidenta Bachelet, el acceso al pilar solidario se fijó desde los 65 años para las mujeres, igual que los hombres. Y con ocasión de la creación de la pensión garantizada universal (PGU) durante el gobierno del presidente Piñera, se innovó en este tipo de incentivos, permitiendo que las personas mayores de 65 años reciban ese beneficio, aunque no se hayan pensionado y sigan trabajando (anteriormente, para recibir el pilar solidario era requisito estar pensionado).

Útil resulta recordar que el proyecto de reforma previsional del presidente Piñera -estancado en el Senado-, contemplaba un beneficio económico para las personas que voluntariamente postergaban la edad de jubilación, consistente en recibir en un pago una parte de las cotizaciones realizadas entre la edad legal de jubilación y la edad de jubilación real.

Aunque más allá de los incentivos -sólo aplicables a algunas personas- para retrasar la edad de la jubilación, falta avanzar en inclusión y oportunidades laborales para las personas mayores, ya que no se puede pretender cambiar esta edad si no hay reales oportunidades laborales para que ese grupo siga trabajando más tiempo. De todos modos, podría pensarse en alternativas: por ejemplo, sabiendo que las cotizaciones de los primeros años son las que tienen un mayor impacto en la pensión final, se podría definir que, desde determinada edad en adelante, las personas coticen sólo una parte de los 6 puntos adicionales que contempla la reforma en discusión, haciendo así más conveniente su contratación. Y se podrían mejorar las posibilidades de capacitación para este segmento etario.

Políticamente, pues, el tema de la edad de jubilación resulta incómodo, pero no puede suponer que no se aborde de modo alguno. Sigamos mejorando los incentivos para postergar voluntariamente la jubilación y las oportunidades laborales para las personas de mayor edad que quieran seguir trabajando. El impacto en el monto final de las pensiones por cada año de postergación en la jubilación ciertamente es relevante, y las personas así lo entienden: en Chile las mujeres se pensionan, en promedio, a los 62 años y los hombres, a los 66. La reforma en tramitación no contiene propuestas en estos sentidos. Aún es tiempo para incorporarlas.

* El autor es socio Guerrero y Cía. Abogados