La columna Ornella Bono: “Lo que está en juego es el ejemplo”
"Para bien o para mal, las personas observan atentamente lo que hacen sus líderes, por lo que el modo de actuar que se escoja va a marcar la pauta".
En pocos días más, el mundo dejará de lado sus problemas y discusiones para maravillarse con uno de los eventos más emocionantes que existen: los Juegos Olímpicos. Porque tras la silenciosa experiencia de Tokio -por realizarse en pandemia no se permitió público-, ahora nos reencontraremos en plenitud con esta cita que es mucho más que deporte.
Ante todo, los Juegos Olímpicos nos hablan de valores, y uno que sí o sí veremos desplegado es el ejemplo. Se trata de una cualidad muy especial, porque a diferencia de otras que también serán palpables en esta cita, como la disciplina y el respeto, el ejemplo puede ser positivo o negativo, y lo que hacemos (o no) puede ser tomado por los demás para bien y para mal.
Así, tenemos el caso de Simone Biles, quien es considerada por muchos como la gimnasta más grande de todos los tiempos y cuya resiliencia tras su complejo paso por Tokio; su enorme capacidad de trabajo, su habilidad para la innovación y su humildad la han convertido en la líder indiscutida de ese deporte. En el otro extremo están los lamentables casos de doping que se dieron hace unos años en Rusia, y que llevaron a que los atletas de ese país no pudieran presentarse con el nombre de su patria, ni con su bandera e himno, en grandes competiciones internacionales durante cuatro años (ahora tampoco estarán, pero por otras razones).
De ahí que el ejemplo sea una suerte de pendiente resbalosa: todos tenemos objetivos, pero para que aquel camino sea fructífero no solo para nosotros mismos, sino para las organizaciones donde trabajamos y para la sociedad en general, debemos ser capaces de mirar nuestro actuar y reflexionar sobre el. Esto es crítico, porque al final del día el ejemplo crea cultura, y en ese sentido está en nuestras manos, y en especial en la de los líderes, que ese modo de hacer sea constructivo. Esto tiene, al menos, dos efectos en una organización.
En primer lugar, el ejemplo es uno de los atributos principales del liderazgo. De lo contrario, ¿Cómo inspiramos, cómo influimos, cómo delegamos, si no somos nosotros mismos los primeros en poner el hombro, en apoyar, en comunicarnos de forma efectiva, en respetar a nuestros equipos? No parece posible. Y sí, podemos “hacer doping” -basar nuestro actuar solo en el principio de autoridad, ser inflexibles, hacer demasiada microgestión, entre otros- pero eso no nos llevará demasiado lejos en el largo plazo.
¿Por qué? Porque debemos tener en cuenta que, para bien o para mal, las personas observan atentamente lo que hacen sus líderes, por lo que el modo de actuar que se escoja va a marcar la pauta, y en ese sentido, un líder es quien da el ejemplo en lo rutinario y en lo desafiante. En otras palabras, el ejemplo hay que darlo siempre.
Parafraseando a Ernest Hemingway, pronto París será una fiesta para toda la humanidad. Aprovechemos esta oportunidad que solo se da cada cuatro años para gozar con la belleza del deporte, y también para reflexionar sobre el ejemplo que cada uno de los atletas nos entregará a través de hazañas que sí, nacieron de su talento innato, pero que sin duda se deben más bien a una forma de actuar persistente, creativa y audaz.
*La autora de la columna es socia fundadora y directora de Humanitas Cornerstone
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