Lecciones
"En la adversidad aparecen los verdaderos colores. Se acentúan vicios y virtudes, se revelan contradicciones y paradojas. Tras el golpe del virus, las variopintas reacciones entregan interesantes lecciones del mundo y de Chile que invitan a reflexionar".
Entre las herencias que nos está dejando esta pandemia contamos una rotunda dosis de humildad y varias lecciones. Humildad, pues los forzosos cambios a nuestras emancipadas existencias han hecho presente la fragilidad de la vida. En los peores momentos, la muerte, higienizada y confinada a hospitales, volvió a rondar por las calles. Nos recordó, en medio de la ilusa liviandad de la vida moderna, que nuestra especie está condenada a desaparecer tarde o temprano. Pero también hizo presente cuán cerca estamos unos con otros en este planeta Tierra. Pues una pandemia no es el mero ADN de un patógeno, sino también el reflejo de formas de vida sociales y políticas.
En la adversidad aparecen los verdaderos colores. Se acentúan vicios y virtudes, se revelan contradicciones y paradojas. Tras el golpe del virus, las variopintas reacciones entregan interesantes lecciones del mundo y de Chile que invitan a reflexionar.
China, donde todo comenzó, hizo gala de su efectivo y absoluto poder estatal. El éxito de su apabullante control parece haber corrido límites, pues Beijing -el Estado nanny, como se le tildado- acaba de entrometerse más aún en los espacios íntimos de la familia llegando ha imponer restricciones a las horas de que los niños pueden jugar videojuegos, ayudado por las herramientas de internet y el control centralizado de información.
En Estados Unidos, la reacción a la pandemia elevada a la arena política tomó aires hollywoodenses, desde la negación al rechazo de máscaras, como símbolo de rebeldía al mínimo rayado de pintura a la libertad individual, una perfecta expresión jeffersoniana. Pero luego EEUU hizo desplante de sus ingentes recursos -vacunas por doquier- y una perfecta ejecución en su campaña de vacunación.
Por otro lado, al comienzo Europa dejó entrever los problemas de su truncada unión en una coordinación torpe de países que no sabían si vérselas por sí mismos o supeditarse a los esfuerzos de Bruselas, un burocrático centro político que actuó tarde en la compra de vacunas, luego amenazó con barreras fronterizas, acusó a Inglaterra, terminó retractándose de todo lo anterior. Sin embargo, una vez conseguidas las vacunas y alineados los países han sabido ejecutar y ordenar la solución sanitaria dando a los europeos una temporada estival sin mayores problemas.
En el intertanto, en los países menos afortunados, olvidados y sin recursos, apenas han llegado vacunas y la situación se hace más dramática por la prevalencia de las mutaciones del virus. Nos recuerda cuán valioso es vivir en el mundo desarrollado, no solo para conseguir una vacuna, sino también en la expectativa de calidad de vida e ingreso, como recordó Branko Milanovic en su libro The Have and the Have-nots. El economista del Banco Mundial demostró que el 60% de las diferencias de ingreso entre las personas a nivel global se explican por el país de residencia. Más vale ser pobre en país rico que rico en uno fracasado. Algo de lo que se ha visto en el vecindario al ver el desempeño de Argentina o Perú en contraste con Chile o Uruguay. Nada nuevo bajo el sol. Solo duras verdades hechas presentes en la adversidad del Covid.
Chile no es excepción. El inédito, prolongado y tortuoso cierre de colegios evidencia como la alicaída educación pública está capturada por un Colegio de Profesores con la vocación de servicio de Pepe Cortisona. El desangre de los ahorros para las pensiones a punta de 10% es un exacerbo de la irresponsable clase política, capaz de hipotecar el futuro del país a costa de sus próximos votos. La cacofonía política y social en el ardor de la catástrofe delata una oposición tan constructiva como el presidente Lukashenko en Bielorrusia y gremios como el Colegio Médico con opiniones técnicas propias del Instituto Aplaplac.
Justo reconocer también los méritos del vilipendiado gobierno por su manejo de la incertidumbre y el riesgo para aprovisionarse de vacunas, además de su ejecución de categoría mundial. Sin embargo, la falta de autoridad en la inhabilidad de imponer la ley en las revueltas sociales y políticas, ha llevado a desquitarse con los más débiles, derrumbando el peso de la ley en absurdos y anecdóticos casos de imposiciones sanitarias o la reciente imposibilidad de viajar a menores, lactantes incluidos.
Otras catástrofes vendrán. Con certeza esta no será la última. Ahora lo relevante es sacar las mejores lecciones de este duro periodo para saber enfrentar la próxima de pie y preparados para intentar construir un futuro mejor. Somos capaces, pero tenemos mucho por mejorar.
*Juan Ignacio Eyzaguirre, Ingeniero Civil UC y MBA/MPA de la Universidad de Harvard.