Por qué el mundo se ha vuelto loco por el cobre
Estados Unidos y China compiten por adquirir este metal esencial para los vehículos eléctricos y los centros de datos. También Anglo American está en el centro de una batalla por su adquisición por valor de US$ 43.000 millones. Se espera que la demanda de cobre aumente a medida que algunas minas cierren o reduzcan su producción. Los futuros del cobre han subido un 20% este año.
Después de que uno de los principales productores de cobre del mundo sufriera recientemente una crisis financiera, el gobierno de Joe Biden empezó a reunirse con posibles inversores para adquirir una participación en las minas zambianas de la empresa por un valor de hasta US$ 3.000 millones.
La búsqueda no se limita a las compañías estadounidenses, con entidades de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Japón y Arabia Saudita -todos vistos como países amigables con los intereses de Estados Unidos- expresando interés en la participación en First Quantum Minerals, según personas relacionadas con el asunto.
El objetivo es sencillo: mantenerla fuera del control chino y evitar que la superpotencia asiática estreche su manejo sobre el suministro mundial de metales y minerales cruciales.
La licitación, que se espera que concluya a finales de este año, forma parte de una carrera mundial para adquirir más cobre, un componente clave en todo, desde los coches eléctricos a las líneas de transmisión y los centros de datos que impulsan la revolución de la IA.
La OPA récord de casi US$ 43.000 millones de BHP Group por Anglo American, que fue rechazada el lunes, vuelve a poner de relieve la intensa demanda de cobre. Aunque Anglo, que cotiza en Londres, produce una amplia gama de materias primas, desde diamantes a níquel, la australiana BHP ha dejado claro que lo que más valora son los activos de cobre de la firma. Anglo rechazó la primera oferta de BHP el mes pasado, y se cree que otras empresas están sopesando ofertas rivales.
El martes, Anglo anunció su propio plan de reconversión, afirmando que se desprendería de sus negocios de platino, diamantes y carbón siderúrgico, presentando a los inversores una estrategia que hace del cobre un elemento aún más importante para el futuro de la compañía.
El director ejecutivo, Duncan Wanblad, declaró en una rueda de prensa que la empresa estudiaría el crecimiento de su negocio de cobre tanto orgánicamente como a partir de posibles fusiones y adquisiciones, como la toma de mayores participaciones en activos que ya posee.
“El cobre es, por supuesto, la noticia del día”, afirmó.
Aunque el gobierno de Estados Unidos no supervisa el acuerdo propuesto, las autoridades han comunicado a los directivos de Anglo su preocupación por la posibilidad de que la consolidación limite la oferta global de cobre, según personas relacionadas con el asunto. A Estados Unidos también le preocupa que China pueda presionar a BHP para que venda algunos activos o acceda a vender más cobre al país para hacer frente a posibles problemas de competencia desleal.
Para Estados Unidos, el frenesí actual pone de relieve la importancia del esfuerzo que lleva años realizando para aumentar el suministro de metales y minerales esenciales para la transición a la energía verde.
Se espera que la demanda de cobre aumente a medida que algunas minas cierren o reduzcan su producción. Los futuros del cobre han subido un 20% este año.
Estados Unidos no cuenta con un ministerio de minería, ni con un fondo soberano, ni con una gran industria minera nacional. Esto le ha colocado en desventaja frente a China, que puede ordenar a sus empresas estatales que inviertan fuertemente, independiente de la evolución de los precios de las materias primas.
El gobierno de Estados Unidos está limitado en cuanto a la cantidad de dinero que puede inyectar directamente en proyectos de seguridad nacional. Eso significa que debe trabajar con empresas privadas en el país y en el extranjero, así como con países amigos con fondos soberanos, para convencerles de que inviertan en activos útiles para los intereses nacionales.
El Wall Street Journal informó el año pasado, por ejemplo, de que Estados Unidos y Arabia Saudita han mantenido conversaciones para posibles acuerdos en la República Democrática del Congo, en virtud de los cuales Arabia Saudita tomaría participaciones en minas y las empresas estadounidenses tendrían garantizados algunos de los derechos de producción.
Uno de los principales asesores del Presidente Biden, Amos Hochstein, es uno de los pilares de este esfuerzo. Hochstein y un pequeño equipo del Departamento de Estado han estado volando por todo el mundo, reuniéndose con funcionarios gubernamentales del África subsahariana un día y con inversores estadounidenses al siguiente.
En cuanto al cobre, “no tenemos mucha oferta nueva en todo el mundo”, sostuvo Hochstein en una entrevista. “Lo que me preocupa es que incluso cuando se hace un descubrimiento, podrían pasar entre siete y 15 años antes de que salga el primer cobre”, indicó.
Estados Unidos ha comprometido más de US$ 1.000 millones en el Corredor de Lobito para desarrollar infraestructuras locales, incluida energía limpia y un ferrocarril que conecte Angola, Congo y Zambia para exportar minerales críticos. También en Zambia, Estados Unidos instó el año pasado a EAU a que considerara la posibilidad de invertir en Mopani Copper Mines, de acuerdo a personas familiarizadas con el asunto.
El esfuerzo tuvo éxito: Zambia eligió en diciembre a International Resources Holding, de los EAU, como nuevo socio capitalista.
Hochstein se rehusó a hacer comentarios sobre acuerdos concretos.
Hochstein dijo que él y su equipo han dejado claro a los gobiernos africanos que Estados Unidos está tratando de proponer un modelo alternativo que no dé lugar a la deuda, la corrupción y la degradación del medioambiente.
“Estamos poniendo nuestro dinero donde está nuestra boca”, afirmó Hochstein.
Una parte fundamental del esfuerzo estadounidense es la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo, una agencia federal que ayuda a financiar proyectos en el extranjero. La agencia acordó invertir US$ 740 millones el año pasado en el sector minero, por encima de los US$245 millones que había comprometido para proyectos mineros heredados.
Actualmente está en conversaciones para financiar una mina de cobre multimillonaria en Pakistán que, cuando entre en funcionamiento en 2028, será uno de los mayores proyectos de cobre del mundo, según fuentes familiarizadas con el asunto.
Una empresa irlandesa llamada TechMet es una de sus inversiones emblemáticas. Bajo las administraciones de Trump y Biden, la agencia ha dado a TechMet unos US$ 105 millones en financiación y se ha convertido en su segundo mayor accionista. Una empresa de inversión respaldada por un vástago de la familia Walton también invirtió en la ronda de recaudación de fondos más reciente, que valoró la empresa en más de US$ 1.000 millones.
“Estamos en una segunda Guerra Fría”, asegura el sudafricano Brian Menell, director general de TechMet. “Cada vez hay que elegir más bandos. Para mí nunca ha habido dudas. Es una competición entre los valores occidentales y la dictadura”, agrega.
TechMet tiene participaciones en mineras de litio, cobalto, níquel, vanadio y tierras raras.
Mientras tanto, los mineros chinos, con el respaldo del gobierno, se están haciendo rápidamente con activos. En los países de la Franja y la Ruta, que no incluyen Brasil ni Australia, China gastó más de US$ 19.000 millones el año pasado en inversiones en metales y minería, un 158% más que en 2022, según el Green Finance & Development Center de la Universidad Fudan de Shanghái. Se trata del nivel más alto desde 2013.
En el último ejemplo, una empresa china está en conversaciones avanzadas para comprar Chemaf, un productor de metales que está desarrollando una mina de cobalto y cobre en el Congo, según personas familiarizadas con el asunto.
Al menos dos pretendientes occidentales estaban interesados en comprar la empresa, según personas relacionadas con el asunto, incluida Chilean Cobalt Corp. o C3, una empresa estadounidense con operaciones de cobre-cobalto en el norte de Chile.
Duncan Blount, director ejecutivo de C3, dijo que habló con la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo y el Departamento de Estado sobre la posibilidad de hacer una oferta, pero llegó a la conclusión de que habría sido demasiado caro. No obstante, “nos han ayudado mucho en este proyecto y en otros. Están muy interesados en que empresas y empresarios estadounidenses vuelvan al Congo”, añadió.
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