Wall Street espera que el petróleo a US$ 100 ya no sea lo que era
¿Desbaratará el alza de precios el aterrizaje suave de la Fed? Es complicado. Los economistas afirman que las empresas y los consumidores estadounidenses son menos sensibles a las crisis del petróleo que hace décadas, ya que el aumento de la eficiencia ha reducido la proporción de los costos de combustible en el gasto total. En términos ajustados a la inflación, la gasolina es hoy más barata que en anteriores momentos de peligro.
Una serie de shocks inflacionarios ha puesto en jaque los esfuerzos de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos por controlar la subida de los precios. Los inversores temen que el último sea el petróleo a US$ 100 el barril.
El avance del crudo hacia esa marca ha encarecido los desplazamientos de los estadounidenses. Los camioneros que transportan alimentos por todo el país están cobrando más por el gasóleo a las tiendas de comestibles. Las aerolíneas, que dependen del combustible, exigen tarifas más altas. Y los fabricantes de todo tipo de productos, desde juguetes de plástico hasta asfalto, podrían enfrentarse a componentes más caros.
La subida del petróleo ha suscitado nuevos temores, desde Washington hasta Wall Street, de que la energía pueda echar por tierra el intento de suavizar el aterrizaje de la economía estadounidense, hambrienta de combustible. Algunos inversores y economistas han comparado este momento con periodos anteriores en los que el auge de los precios del petróleo contribuyó a que el país entrara en recesión.
“Hace las cosas más difíciles”, dijo Rob Kaplan, expresidente de la Fed de Dallas. “Sólo porque las agencias o los analistas le pongan ‘x’ al petróleo, la familia de clase media no consigue ponerle ‘x’”, sostuvo.
El galón de gasolina normal costó US$ 3,88 de promedio en Estados Unidos la semana pasada, según los registros federales, lo que supone un aumento de más del 25% desde principios de año. La subida de agosto impulsó los precios al consumo a su ritmo más rápido en más de un año.
Los economistas temen que el aumento de los costos empuje a los estadounidenses a recortar sus gastos en restaurantes, viajes y otros ámbitos, frenando el crecimiento, en una situación conocida como estanflación. El encarecimiento de la energía también podría tensar los mercados laborales, al obligar a quienes tienen salarios bajos o varios empleos a pensárselo dos veces antes de desplazarse al trabajo.
Pero el alcance de estas consecuencias dista mucho de estar claro, lo que crea nuevas incertidumbres para los inversores que intentan calcular el impacto de los futuros tipos de interés en sus apuestas por acciones, bonos y materias primas.
Los economistas afirman que las empresas y los consumidores estadounidenses son menos sensibles a las crisis del petróleo que hace décadas, ya que el aumento de la eficiencia ha reducido la proporción de los costos de combustible en el gasto total. En términos ajustados a la inflación, la gasolina es hoy más barata que en anteriores momentos de peligro.
Los precios de la gasolina en dólares actuales alcanzaron un máximo de US$ 5,71 el galón en junio de 2008, de acuerdo a la Administración de Información Energética. Los precios ajustados a la inflación fueron igualmente superiores a los actuales cuando Estados Unidos se enfrentó a una inflación difícil de contrarrestar, entre 1979 y 1981.
Los economistas omiten estos precios volátiles de la energía de las métricas de inflación preferidas, que tienden a centrarse en los costos de los servicios y los mercados laborales. Los precios del petróleo pueden subir a causa de una nueva demanda, como el auge económico chino de la década de 2000, o caer debido a perturbaciones de la oferta, como el embargo petrolero árabe y la revolución iraní de la década de 1970, lo que difumina las señales que envían sobre la economía estadounidense.
Aun así, el repunte estival de los precios llamó la atención de los banqueros centrales, que observaron cómo se moderaba la llamada inflación subyacente y se preparaban para pausar las subidas de tasas.
El presidente de la Fed, Jerome Powell, calificó el aumento de los costos energéticos de “cosa significativa” en una rueda de prensa el miércoles, afirmando que “puede afectar al gasto de los consumidores. Ciertamente puede afectar al sentimiento del consumidor”.
“Realmente se reduce a cuán persistentes, cuán sostenidos son estos precios de la energía”, agregó.
Estas perspectivas escapan en gran medida al poder de la política monetaria estadounidense. A principios de este mes, Arabia Saudita y Rusia impulsaron un salto en los precios del crudo al ampliar los recortes de la oferta hasta finales de año, asegurando prácticamente que la demanda récord de combustible superaría la producción mundial.
El barril de crudo Brent, referencia mundial, ha tocado desde entonces los US$95 y cerró el viernes a US$ 93,27. En Wall Street, incluso los analistas más bajistas afirman ahora que el petróleo podría alcanzar o superar la barrera de los US$ 100 a finales de año, pero pocos esperan que los precios suban mucho más, en parte debido a la producción récord de petróleo en Estados Unidos.
“El hecho de que la revolución del esquisto haya tenido tanto éxito, mantendrá a raya los precios reales”, señaló Nikolai Roussanov, profesor de finanzas de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania. Los precios podrían retroceder si Arabia Saudita y Rusia aumentan la oferta, añadió, o si una recesión frena la demanda.
Hasta ahora, el gasto de los consumidores, motor clave de la economía estadounidense, se ha mantenido firme frente al encarecimiento de los préstamos y los precios del combustible. Las ventas al por menor, excluida la gasolina, subieron un 0,2% en agosto con respecto al mes anterior, según el Departamento de Comercio.
Algunos economistas advierten que la subida de los precios se sumará al peaje económico junto con la reanudación de los pagos de los préstamos estudiantiles y la liquidación de los ahorros de la era de la pandemia. Si los estadounidenses trabajan menos o piden salarios más altos para compensar el llenado de sus depósitos, los mercados laborales también podrían seguir siendo obstinadamente estrechos.
En las afueras de Las Vegas, Desiree Wood antes dividía su tiempo entre conducir camiones, dirigir una organización sin fines de lucro que defiende a las mujeres que hacen largos recorridos y transportar a turistas y residentes de un trabajo a otro o de un casino a otro. Pero la escalada de los precios de la gasolina ha hecho que su salario por el uso compartido de aplicaciones como Uber se reduzca a US$ 10 o 15 la hora.
“Empiezas a preguntarte: ¿Qué le estoy haciendo a mi auto?”, dice esta mujer de 59 años. “No vale la pena”, agrega.
A partir de octubre, Wood se dedicará a tiempo completo a transportar productos como calabacines y bayas por todo el país. El cambio le permitirá dejar de compartir auto, pero también la obligará a retirarse del trabajo sin fines de lucro.
“Estoy comiendo en casa, quedándome en casa e intentando no gastar dinero en nada”, aseguró Wood.
Algunos inversores esperan que si tensiones similares se extienden, ralentizando el crecimiento de EE.UU., la Fed podría bajar las tasas de interés el próximo año para impulsar la economía. Pero las subidas del precio del petróleo han contribuido anteriormente a aterrizajes mucho más duros después de que el banco central empezara a recortar los tipos en 1990, cuando Irak invadió Kuwait, y en 2008.
En este último episodio, los precios del petróleo se dispararon hasta alcanzar máximos históricos, empujando a los estadounidenses a recortar la compra de automóviles de alto consumo y provocando la ralentización de las fábricas nacionales de automóviles, según James Hamilton, profesor de economía de la Universidad de California en San Diego. Esto, unido a la crisis de las hipotecas de alto riesgo y a otros factores, causó estragos económicos.
La subida del 29% del crudo estadounidense de referencia en los últimos tres meses es menor en comparación con la sacudida de los precios de 2007 a 2008, así como con la fuerte subida de 2020 a 2022 que contribuyó a desencadenar el actual brote inflacionario.
“Es un aumento mucho más modesto”, indicó Hamilton. Pero “es suficiente para marcar una pequeña diferencia, y la Fed está observando pequeñas diferencias en este momento”, concluyó.
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