Llevamos un tiempo escuchando voces que hablan sobre la economía de Brasil y los cambios que la harán más próspera y sostenible en el mediano y largo plazo.

Pero como moradores de la región, sabemos que muchas veces nuestros vecinos pueden mostrar brotes verdes, generar expectativas y luego decepcionar de gran manera. Por esto, veamos uno a uno los principales catalizadores de un posible despegue de la economía de Brasil.

Primero está la reforma al sistema de pensiones, cuyo apoyo en la Cámara Baja fue mayor al anticipado y luego fue aprobado sin mayores contratiempos en el Senado.

Y a pesar de que hoy el Gobierno ha decidido implementarla de forma más pausada, los ajustes al sistema previsional para las fuerzas armadas de ese país permiten creer que los cambios avanzan por el camino correcto. De esta forma, comienzan a eliminar gran parte de la carga fiscal que amenazaba con hacer insostenible la recuperación de la economía brasileña.

Ya lo decía un reporte de Bradesco Asset Management dado a conocer durante octubre: los ahorros con la reforma son relevantes para el Estado, alcanzando cerca de 200 mil millones de dólares en 10 años.

Pero eso no es todo. La más reciente posibilidad de simplificar el sistema tributario en el primer trimestre del próximo año abre un abanico de posibilidades de mejora en eficiencias, especialmente para pequeñas y medianas empresas.

Además, la disminución de las tasas de interés, que permite que hoy el indicador de política monetaria se encuentre en 5% frente al 14% en que estaba hace menos de tres años, es otro factor relevante a favor de este mejor escenario.

Adicionalmente, los mercados están incorporando recortes por otros 50 puntos básicos en un año, por lo que es muy probable que veamos la tasa monetaria en niveles más bajos pronto, especialmente si consideramos que la inflación core de Brasil está contenida.

Si esto se concreta, habrá un gran espacio para que las empresas bajen su endeudamiento o refinancien a menores costos, lo que impulsará el CAPEX, especialmente en Real Estate. Y por el lado de los privados, el bajo endeudamiento deja un gran espacio al crecimiento del crédito y por ende del consumo doméstico.

Hay otros dos fenómenos positivos que, aunque son menos conocidos y de impacto algo más acotado, valen la pena destacar.

Uno es el cambio en la mentalidad del inversionista local que, acostumbrado a tasas de 10% o más, sólo se preocupaba de invertir en renta fija local. Pues bien, con otra realidad sobre la mesa y con los inversionistas aceptando que esos tiempos de tasas por las nubes probablemente no van a regresar, hemos comenzado a ver rotaciones en los portafolios hacia renta variable y Hedge Funds, especialmente entre inversionistas Institucionales.

Por último, la actividad de M&A y IPO se está recuperando, con nuevas compañías entrando al mercado de capitales y cuyas colocaciones muchas veces son sobre suscritas y esperamos que el 2020 la tendencia se intensifique aún más.

Con todo, vemos bastantes oportunidades en renta variable, en especial en compañías con exposición a consumo doméstico que se beneficien de manera directa las recientes cambios macroeconómicos y las reformas. Esto, mientras que en renta fija somos positivos en soberanos y corporativos de igual forma.

Así, esperamos que las buenas noticias se comiencen a reflejar en datos concretos de crecimiento el próximo año, que será clave para el repunte del precio de los activos financieros.