En abril, el Fondo Monetario Internacional ajustó sus proyecciones de crecimiento de las economías latinoamericanas; como conclusión, estima que el 2018 Chile dejó de ser el país de Latinoamérica con mayor PIB per cápita, siendo superado por Panamá.
"No viene al caso" dirán algunos, aduciendo que Chile es una economía más grande, más diversificada y más compleja que la de Panamá (donde las actividades ligadas directamente al Canal de Panamá representan cerca del 20% del PIB, según el BID). Y tendrán razón. Pero también tendrán razón los que opinarán que esta noticia no sólo es verídica, sino que está añeja, porque – si bien en paridad de poder de compra Panamá recién superó a Chile en PIB per cápita el año pasado – lo cierto es que las estadísticas del Fondo Monetario muestran que ya lo hizo, medido en dólares constantes, el 2017.
Los paralelos históricos son interesantes, porque ambos países parten una era moderna con transiciones a gobiernos democráticos en 1990. En ese año, nuestras economías eran comparables también, aunque el PIB per cápita de Chile era algo superior (US$5.860 vs US$4.935 a PPP, según el Banco Mundial) y la distribución de ingresos de Panamá algo peor (el índice GINI de Panamá en 1991 era de 58,2, el de Chile en 1990 57,2, también de acuerdo al Banco Mundial)
En las casi tres décadas transcurridas desde entonces, ambos países se han destacado por mantener economías excepcionalmente abiertas, y han crecido y se han desarrollado fuertemente, beneficiándose del libre comercio mundial y fomentando la inversión en sus respectivas economías. Si bien hay diferencias que se explican por distintos ciclos de inversión (infraestructura en Chile en los 90, la ampliación del Canal en Panamá en la última década) los senderos de crecimiento de ambos países han sido muy parecidos hasta los últimos 4 años. Es ahí donde Panamá ha seguido creciendo de manera consistente con su tendencia anterior, mientras en comparación Chile se ha frenado de manera medible.
¿Qué pasó? Sin duda, pasó que hay un macrociclo de commodities que nos impactó (aunque uno esperaría que eso también se refleje en menor crecimiento de comercio a través del Canal); y que China –aunque sigue creciendo su participación en la producción global, de acuerdo al informe Asia in Transitions elaborado por el Credit Suisse Research Institute– ya no crece a la misma velocidad (también uno esperaría que se refleje en los volúmenes del Canal). Pero lo que también ocurrió, totalmente bajo nuestro control, es que nosotros aplicamos la teoría de "quitar los patines", con todas las reformas que eso implicó; Panamá, no.
Y lo cierto es que la teoría de los patines ha funcionado porque, así como nuestra tasa de crecimiento cayó, nuestra distribución de ingresos mejoró más que la de Panamá. Entre el 2013 y el 2018 el PIB per cápita de Chile, medido en PPP, subió un total de 5,9%; el de Panamá, en cambio, 18,1%. Desde el mismo 2014 hasta el 2017 (el dato más reciente publicado por el Banco Mundial). Nuestro coeficiente GINI mejoró 0,9 puntos, de 47,51 a 46,6, el de Panamá mejoró menos, 0,6 puntos de 50,5 a 49,9.
Entonces, aquí está el meollo del asunto: pagamos -sustancialmente- en crecimiento por mejorar marginalmente la distribución.
No cabe duda de que queremos –y debemos– avanzar hacia una economía más justa. El reto para nuestros legisladores es generar un marco para hacerlo de manera medida, manteniendo la competitividad de nuestra economía a nivel mundial, incentivando la inversión y permitiendo que la nivelación de la riqueza en el futuro sea creando riqueza para todos en vez de empobrecer al país.