Es una realidad y una expresada en US$ 89,7 miles de billones adheridos al United Nations Program for Responsible Investments (PRI) (UN - PRI, 2018).

Lo cierto es que el mundo de las inversiones tiene hoy una influencia muy poderosa: la sostenibilidad, también conocida como prácticas ASG (ESG en inglés) y que se ha convertido en la mayor tendencia de los mercados financieros de las últimas décadas (Clark, et al., 2015); sin embargo en Latinoamérica recién nos estamos dando cuenta y prueba de ello es que, de esa tamaña cifra, representamos menos del 0,5%. Pero ¿es esto una moda o una tendencia que puede mostrar resultados concretos muy aparte de los beneficios a todos los grupos de interés que defiende?

La sostenibilidad como filtro y componente del análisis de las inversiones tomó mucha fuerza primero en Europa y luego EEUU hace 15-20 años. Las razones no solo tienen un componente altruista o de equidad: estudios comprueban que las prácticas ASG reducen el riesgo, incrementan las métricas de rentabilidad de las empresas y generan un rendimiento superior a inversionistas.

¿Ejemplos? Coca Cola redujo en 20% la intensidad de su uso de agua del 2003 al 2013 generando ahorros significativos; Marks & Spencer introdujo un plan de reducción de residuos y ayuda a comunidades que le significó más de US$ 200MM de ahorros anuales; en el 2014 Phillips tenía más del 50% de sus ingresos asociados a la venta de "productos verdes" lo cual implicaba eficiencias en energía, empaques eco-ambientales, productos reciclables, entre otros (Clark, et al., 2015). Sin embargo, para las empresas que deciden comprometerse con ESG esto no es solo aparentar o "cumplir por cumplir".

Los resultados inherentes a la aplicación de prácticas de sostenibilidad necesitan una gerencia comprometida con el tema y una empresa que tenga dichos objetivos enraizados en su cultura organizacional (Eccles, et al., 2012). Los inversionistas son cada vez más conscientes de los aspectos ligados a la sostenibilidad.

La reducción del riesgo en las empresas es una consecuencia directa de la incorporación estratégica y cultural de prácticas ligadas a la sostenibilidad (Kurucz, et al., 2008). La razón se fundamenta en que con estas se mitiga o reduce la probabilidad de eventos que impacten negativamente los flujos de caja futuros (Minor & Morgan, 2011). Por ejemplo, un estudio demostró que las empresas con mejores prácticas ESG tenían una volatilidad casi 12% menor y un riesgo específico 14% menor que sus pares con peores calificaciones ESG (Dunn, et al., 2018).

Asimismo, las empresas se vuelven más productivas al utilizar más eficientemente los recursos y gestionar mejor el capital humano; lo cual se traduce en mejores métricas de rentabilidad (Giese, et al., 2017). Todo esto tiene implícitamente como consecuencia una mayor valorización de las compañías tomando como referencia un sencillo modelo de descuento de flujos de caja. Una menor probabilidad de eventos de cola que afecten los flujos futuros y menores costos por la mayor productividad generan un numerador más alto. Una menor tasa de descuento implica un denominador más bajo. Consecuencia: mayor valor de la empresa.

Veamos números concretos: El índice MSCI ESG Leaders Latam, que agrupa las empresas con las mejores prácticas ESG de la región, ha superado al índice MSCI Latam por 38,9% desde que se cuenta con data de este hace 11,5 años. ¡Esto es una media de 2,9% anualizado!

Haciendo la lógica y la matemática, todo hace sentido. Y se está comprobando en todo el mundo: no es moda, es una realidad y quedarnos fuera es el mayor riesgo.