De tanto en tanto, y cada vez de manera más frecuente, Mr Market me recuerda esos dibujos animados que podían seguir corriendo en el aire una vez que se les acababa el piso, todo bien hasta que se les ocurría mirar para abajo, ver que estaban parados sobre nada, y solo entonces caer como plomos.

Entiendo perfectamente que esta analogía animada no explica completamente cómo en pocas semanas una empresa pasa de estar valorizada en US$47 mil millones, ad portas de realizar un mega IPO, bajo la supervisión de Adam, su mesiánico líder y aspirante a convertirse en el primer trillonario de la historia, a ser hoy una empresa no muy lejos de la quiebra y con su CEO apartado.

Vamos por parte. Nunca el "mercado" valorizó WeWork (o We si prefiere) en US$47 mil millones. Fue la valorización de otro mesiánico, que lidera Softbank, y que colocó en la compañía más de US$10 mil millones después de reunirse 30 minutos con Adam. La apuesta de Softbank, quizás, era bombear la acción para el IPO y así beneficiarse de las hordas de "greater fools" que abundan en esas instancias. Si quiere saber en una línea por qué WeWork pasó en semanas de "valer" más que Delta (esa historia para otra columna) a nada, la respuesta corta es que se le acabaron demasiado rápido los "greater fools".

En el mundo de las inversiones, el "piso", sobre el que sí pueden correr tranquilamente los monos animados, se llama utilidades. Con pérdidas crecientes toda su historia, perdiendo US$1,9 mil millón en 2018 mientras facturaba US$1,8 mil millón (sus costos duplican sus ingresos), decir que la empresa "vale" US$47 mil millones ya era cómico. A esto se le agrega lo proclive que es la empresa para publicitar números sin sentido, como el chistoso "Community adjusted EBITDA", quizás el "Earnings Before Everything" más descarado que he visto. O que se considere parte de la genialidad de Adam sacar cientos de millones de la compañía para comprar propiedades que él las arrienda a la misma compañía, arbitrando el "25 veces venta" de WeWork con su mucho más modesto múltiplo de inversionista inmobiliario. O el poder político sin contrapeso de su líder (20 votos por cada acción). O que sea un negocio familiar (después de la muerte de Adam su esposa elegiría al nuevo CEO, independientemente del directorio). O que a Adam le guste tomar tequila y fumar marihuana en la oficina. O que la misma marca de la empresa no fuese de la empresa, sino que de su actual Ex CEO. Exactamente: ¡Peligro por doquier!

Si bien este caso es extremo, creo que en general los unicornios de hoy ya no están saliendo como los de antes. Que sus líderes estén hoy en día más enfocados en su "exit strategy" que, en construir una gran empresa a través de los años, auguran más caídas en el futuro.

Amigos emprendedores, si me permiten: sean más como Jeff y menos como Adam.