"La gente está entusiasmada con las elecciones de diciembre. Creen que si ganan los independentistas se validarán sus acciones", asegura Johanna Vera (34), ingeniera comercial chilena que cursa un MBA en la Universidad de Barcelona y que vive en el barrio pro independencia de Gràcia, con múltiples esteladas -la bandera de Cataluña- y donde ha tenido una vista privilegiada de los últimos acontecimientos. "Es visto como algo oficial, donde los catalanes le demuestren al mundo que sí quieren su independencia", agrega.
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La espera es tensa. Juan Pablo Cornejo (28), periodista que realiza un posgrado en gestión y dirección deportiva en la UPF Barcelona School of Management grafica el día a día en la comunidad autónoma que más aporta al presupuesto de España. "El clima es raro, la gente no está muy feliz y no se refieren al tema muy abiertamente, porque hay quienes están a favor y en contra", relata.
Y aunque reconocer la legitimidad de un proceso impulsado por el gobierno de Mariano Rajoy no es música en los oídos de la dirigencia separatista, no pueden omitir la importancia de los comicios de fin de año, donde los independentistas se juegan el todo o nada.
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Si consiguen la mayoría y retienen el Goverment "se reforzaría la moral catalana en el sentido de decidir su propio futuro", afirma a PULSO Enric Ravello, vocero de SOM Catalans, partido derechista e independentista. Además, sostiene que en ese escenario "la UE tendría que plantear darle una solución a esto (…) No creo que vayan a apoyar la independencia, pero sí pueden interceder para una salida negociada".
Una derrota, por el contrario, podría barrer con el octubre rebelde de Cataluña. "El movimiento mutaría de intensidad, ya no sería el desafío completamente abierto hacia las instituciones del Estado. La independencia sería una demanda que sigue ahí, pero la agenda política se centraría en otros temas", sostiene Antonio Barroso, analista para España de Teneo Intelligence.
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Ravello explica que no solo daría cuenta de una reducción de su electorado, sino que además implicaría una pérdida de influencia en medios de comunicación e incluso en la educación. Consultado sobre si sería un jaque mate al actual proceso de separatismo, responde: "prácticamente sí".
El camino recorrido
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Hasta ahora, el independentismo no ha sido vencido por la Constitución ni por el Estado de Derecho, poniendo su bandera de lucha en la agenda pública. El secesionismo catalán ha perdido una batalla, pero no la guerra.
Lamentablemente para ellos, el proceso no resultó del todo claro. Si bien el 1-O abrió una oportunidad a la independencia que jamás tuvo, las imágenes de las fuerzas de seguridad impidiendo las votaciones reforzaron la propaganda antiespañola. Los movimientos posteriores, sin embargo, que se enmarcaron en la unilateralidad y ambigüedad, atascaron esa ventaja sin encontrarse hoy en una posición mejor que la de hace un mes.
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"Como no todos los partidos tienen la misma postura ante este dilema, es probable que las diferencias dentro del Proceso Constituyente en Cataluña se vean extremadas en las próximas semanas", dice el editor de Politikon y columnista de El País, Jorge Galindo.
Lo que muchos cuestionan es el hecho de que los independentistas acepten que habrá elecciones regionales, lo que confirmaría de que son conscientes que las decisiones, hasta ahora, no han ido en línea con los objetivos.
"Desde el 1-O, la reacción del gobierno de España ha sido impecable. Con apoyo de PSOE y Ciudadanos, y pese a la actitud antisistema de Podemos, las instituciones han defendido la Constitución Española y han garantizado el necesario fin del proceso independentista", comenta el director del Foro de Regulación Inteligente, Diego Sánchez de la Cruz.
La huida de Puigdemont a Bruselas tampoco coopera con la causa. Al parecer, el destituido líder de la Generalitat, se fue a Bélgica a espaldas del grueso de su propio partido, el Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCat), generando un importante desconcierto no sólo en el independentismo, sino también en el mundo entero. Tanto así, que ni Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) ni la Candidatura de Unidad Popular (CUP), apoyaron el movimiento.
El editor de opinión de Libertal Digital, Mario Noya, es categórico en señalar que "las decisiones del Gobierno destituido de la Generalidad han sido un despropósito desde el primer momento", y agrega que lo que vive el país es un ridículo para un movimiento separatista "que, a la vez que afirma que ha proclamado la República Catalana, se apresta a participar en unas elecciones regionales convocadas por el Gobierno del Reino de España".
La unidad será clave
De cara al 21-D la propia ley electoral enreda más el panorama, según Sánchez de la Cruz, quien detalla que "asigna el mismo número de escaños a sus cuatro provincias. De modo que puede haber mayoría de diputados independentistas pero minoría de votos".
Así, la una victoria resulta más probable si hay unidad. "El PDeCat y la ERC fueron en una lista común 2015, lo cual les dio la ventaja. Si ahora deciden ir de forma separada arriesgan quedar muy lejos de la mayoría", sostiene Barroso, quien apuesta a que las recientes diferencias entre ellos primarán, mermando su llegada al electorado y conduciendo a una derrota.
Diferente es el análisis de Ravello. "Creo que al final intentarán presentarse unidos", sostuvo en referencia a los PDeCat y Esquerra Republicana, quienes junto a otras organizaciones más pequeñas formaron la coalición Junts Pel Sí, ganando los comicios de 2015.
"Los independentistas saben que es crucial movilizar a su electorado. Si consiguen convencerlos de que ganar en diciembre será un paso determinante y entonces ganarán. Pero si lo defraudan y sus votantes comienzan a creer que realmente nunca declararán la independencia, entonces perderán", sentenció Ravello.
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