Hace una década, como les gusta decir a veces a los economistas, el occidente experimentaba una era de “Gran Moderación”; al menos, en el sentido de que la inflación estaba dominada, los bancos centrales parecían sabios y el crecimiento económico estaba asegurado. Luego, cuando irrumpió la crisis financiera, la moderación fue reemplazada por una Era de Turbulencias (para usar irónicamente el título de las memorias de Alan Greenspan).
Pero ahora, una tercera fase ha tomado el control: una era de política arriesgada. Como consecuencia de la victoria del Presidente Barack Obama el martes pasado, hay una gran especulación de los inversionistas respecto de si EEUU podría caer en un abismo fiscal a fines del año a medida que alcanza una partida triple del techo de la deuda, la expiración de impuestos de la era de Bush y los planeados recortes de gastos.
Pero lo que probablemente se aproxime ahora no es simplemente una caída sino una serie de continuas confrontaciones. En los próximos meses, los políticos podrían estar al borde del precipicio, incluso podrían provocar pequeñas crisis, al no cerrar un acuerdo antes de que el techo de la deuda expire o el alza de impuesto se avecine. Pero sospecho que podría tropezar con un gran desastre, con mecanismos de retraso, antes de embarcarse en más políticas al límite. Este juego de bailar al borde del abismo podría durar un largo tiempo.
Grandes voceros de Obama rechazan fuertemente este escenario. Después de todo, argumentan, el resultado de las elecciones debería darle la confianza al presidente de sellar un gran acuerdo fiscal, particularmente dado que tiene menos iniciativa de buscar electores en su segundo período y final. En momentos en que los políticos han estado discutiendo temas fiscales por más de dos años, al menos se han expuesto los términos.
Por lo tanto, no hay necesidad de preocuparse por el fracaso del presidente en 2010 con el plan bipartidista Bowles-Simpson para el alza de los impuestos y recortes de gastos presupuestarios; lo que importa es que este esquema existe como un punto de partida del debate y eso acelerará el proceso de negociación.
Hay un tercer punto además: los líderes empresariales estadounidenses ahora están hablando, junto con la Reserva Federal, y presionando para un gran acuerdo fiscal, a través de la vía del plan Bowles-Simpson o algo similar. Eso debería elevar la posibilidad para que Obama haga una gran oferta.
Pero el problema es que por casi cualquier factor de esa lista “optimista”, hay algo que puede hacerla fracasar. Por ejemplo, el presidente podría tener más incentivo ahora para impulsar una gran oferta, pero no está claro si las partes republicanas del congreso estarían dispuestas a hacer esto.
De manera similar, mientras los líderes de negocios están presionando un gran acuerdo fiscal, no hay eventos externos que puedan llevar a ambos partidos a comprometerse. Esto es importante. Después de todo, el Congreso sólo acordó respaldar el programa de rescate financiero en 2008 luego de que los mercados cayeran. Pero ahora los mercados están extremadamente tranquilos, en parte debido a las políticas de la Reserva Federal. De hecho, los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años cayeron la semana pasada. Y las nefastas advertencias de las agencias de calificación o incluso del FMI casi han perdido su capacidad de sorprenderse. A menos que Estados Unidos caiga al precipicio, el sentido del drama puede seguir silenciado.
También existe un problema estructural más sutil: una incompatibilidad en el horizonte del tiempo. Como Claudio Borio del Banco Internacional de Pagos (BIS, su sigla en inglés) dijo en un discurso reciente, los auges y caídas crediticias ocurren en ciclos de muchas décadas y requieren igualmente políticas de largo plazo. Como sea, el ciclo de las políticas de Estados Unidos son dos años. “Los acontecimientos económicos que realmente importan ahora toman más tiempo en desplegarse, el tiempo económico se ha retrasado en tiempo calendario y aún así el planear los horizontes de los agentes económicos se han acortado”.
Esto es pernicioso. Cualquier paquete que realmente funcione necesitará dos elementos cruciales: ser claramente articulados, acuerdos fiscales proactivos a largo plazo y una secuencia inteligente de políticas. Lograr esto será difícil.
Ninguna de estas cosas es motivo de desesperación. La buena noticia es que los inversionistas han tenido muchas oportunidades para acostumbrarse a estar al límite del vacío durante los últimos años. Grandes titulares de desastres pueden minar la confianza pero no ocasionan un shock total del modo en que lo hacían en la “Era de la moderación”. Pero la trampa es que precisamente porque los mercados se han vuelto indiferentes respecto de las políticas al límite, podría hacerse más difícil crear el ambiente de drama que fuerce la creación de un pronto acuerdo bipartidista.
A menos, claro, que Obama encuentre la capacidad de salir con otra audaz sorpresa, o los políticos e inversionistas finalmente pierdan la paciencia y la era de turbulencias tome el control nuevamente.
*Editora de Financial Times para Estados Unidos
COPY RIGHT FINANCIAL TIMES
© The Financial Times Ltd, 2011.
Debes saber
¿Qué pasa?
Hace una década el occidente experimentaba una era de "Gran Moderación": el crecimiento estaba asegurado, la inflación estaba dominada y los bancos centrales parecían sabios. Esa era fue reemplazada por la de turbulencias, y ahora enfrentamos la fase de política arriesgada.
¿Por qué?
Tras la reelección de Obama, ahora el desafío es llegar a acuerdo sobre la expiración de impuestos de la era Bush, recortes de gasto y el techo de la deuda.
¿Qué implica?
Los mercados han estado extremadamente tranquilos, lo cual muestra que se han vuelto indiferentes respecto de las políticas límite. Esto podría hacer más difícil crear el ambiente de drama que obligue a los congresistas a ponerse de acuerdo para no caer en el fiscal cliff.