La mayoría de los inversionistas japoneses ha acogido la determinación del primer ministro Shinzo Abe de debilitar el valor de la moneda y embarcarse en una nueva ronda de estímulo fiscal. Desde la elección de Abe, el índice accionario japonés Topix ha subido 22% y el yen se ha debilitado dramáticamente. Ahora Haruhiko Kuroda, un burócrata que ha desarrollado su carrera en el ministerio de finanzas, y recién nominado para el Banco de Japón (BoJ), presidirá durante una ronda más agresiva de alivio cuantitativo.

Sin embargo, otros son más escépticos y creen que estas políticas van a llevar a elevar las tasas de interés sin contrarrestar los beneficios, dada la falta de una reforma estructural, una demografía adversa, baja productividad y la amenaza competitiva de vecinos como China y Corea del Sur.

Por años, si no décadas, apostar contra el yen japonés y el mercado de bonos del gobierno japonés fue conocido como el cementerio de las transacciones dado que las pérdidas crecieron. Ahora gracias al valiente, aunque difícilmente nuevo, mundo de “Abenomics”, las transacciones están permitiendo ganar dinero y los pesimistas sobre Japón están extendiendo sus pesimistas apuestas a las empresas niponas.

Sus posiciones muestran lo que está en juego en lo que el gobierno está tratando de hacer y por qué los gestores de dinero y economistas son pesimistas sobre la posibilidad de que el nuevo gobierno sea capaz de de poner al país en una trayectoria más duradera y fuerte. Eso se debe a que la agenda del gobierno consiste ampliamente en rápidos arreglos que no lograron funcionar en el pasado y que son incluso más peligrosos hoy, después de décadas de crecimiento bajo o negativo. (Y Japón hoy está nuevamente en recesión después de tres trimestres de contracción).

En algunos niveles un yen barato contribuye a las ganancias de los exportadores japoneses. Pero el impulso es, en cierta medida, artificial. Mejor que hacer más atractivos los productos y tener poder de precios. Y, en cualquier caso, un yen más débil está lejos de ser una bendición. Japón continúa dependiendo de las importaciones de materias primas. Es más dependiente de la energía importada que lo que fue antes del desastre de Fukushima, luego del cual la energía nuclear se ha reducido drásticamente. Tanto la cuenta corriente como la balanza comercial estarán bajo mayor presión.

Más aún, si el yen sigue debilitándose como lo desea el gobierno, los inversionistas extranjeros van a demandar más retornos para compensar los riesgos en el lado de la moneda. Son una pequeña parte de las inversiones en el mercado, pero los cambios siempre comienzan en un margen. Elevar las tasas de interés será un problema tanto para el gobierno como para las compañías japonesas sobreendeudadas, el objetivo de los inversionistas que no están convencidos.

Las políticas de gasto del gobierno probablemente también resultarán mal concebidas. En el pasado, las políticas de estímulo del gobierno no han tenido ningún efecto multiplicador, reflejando las demandas para los intereses establecidos, especialmente en la industria de la construcción. Esto llevó a que los famosos ríos rodeados con líneas de concreto e impresionantes puentes para pequeños arroyos en las montañas. De hecho, en el pasado, esas políticas tenían un efecto reversivo porque los consumidores se sentían obligados a ahorrar incluso más en anticipación del aumento de los impuestos para pagar por trabajos que la gente no quería.

Habría sido mucho mejor crear hogares de enfermos en vez de carreteras, dado que la población está envejeciendo en Japón. Tales instalaciones también ayudarían a nutrir el poco desarrollado sector de servicios y reducir el incentivo para ahorrar para el retiro.

Más aun, incluso si Abenomics tiene éxito en inducir una inflación más alta como resultado del debilitamiento del yen, las probabilidades son que los salarios no mantengan el ritmo porque nunca lo hacen. La demanda doméstica debilitada se volverá entonces más débil.

Por todas estas razones, algunos gestores de hedge funds al otro lado del Pacífico ahora están tomando posiciones negativas en las empresas japonesas antiguas, que deberían ser las grandes beneficiarias de las políticas de Abe. Están, por ejemplo, comprando protección en los mercados de credit default swaps (canjes contra riesgo de impago) en una serie de empresas en los sectores de papel, envíos y el acero, no porque esperen que estas compañías caigan en impago, sino debido a que el costo de la protección parece bajo en comparación con el riesgo de un deterioro del negocio.

Algunas compañías de acero tienen más apalancamiento que ArcelorMittal – y están más expuestas a China. Las compañías de papel finalmente están viendo la demanda caer a medida que los japoneses usan sus dispositivos en vez de mapas para encontrar sus direcciones desconocidas.

Más aún, incluso muchos japoneses están preocupados por lo que pueda ocurrir si estas políticas son fugaces o improductivas, dada la mirada de derecha nacionalista de Abe. Desde la era de los Meji hace 150 años, algunos banqueros destacan que los japoneses se han recuperado de la recesión sólo mediante la guerra, preferentemente la guerra de otros, como la de Corea en los ‘50. Si las acciones de las empresas de armas empiezan a subir, la suerte de Japón podría crecer en el corto plazo, pero podría ser incluso más riesgoso en el largo plazo.

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