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Adela Cortina y fondos de inversión éticos: "Son un excelente modelo de finanzas alternativas"

Semillas de economía alternativa. Con ese nombre se suele conocer a los fondos de inversión éticos, que Adela Cortina, catedrática de la Universidad de Valencia y Directora de la Fundación ÉTNOR, cataloga como un excelente modelo de finanzas.

En vísperas de su participación en el VI Festival Puerto de Ideas Valparaíso (11,12 y 13 de noviembre), la filósofa española explicó a PULSO los principios de la ética empresarial en la actualidad, apuntando a la erradicación del hambre y la pobreza extrema como los grandes temas de las próximas décadas.

¿Qué se entiende por comportamiento ético de las empresas en 2016?

-Es la que intenta crear un clima ético, es decir, generar confianza de que en los distintos niveles de la empresa se toman las decisiones teniendo en cuenta los valores éticos de la empresa. Por eso conviene elaborar un código en que se reconozcan esos valores, contando con todos los stakeholders. Por este término suele entenderse “grupos de interés”, pero nuestro equipo de trabajo lo traduce como “afectados” por la actividad de la empresa que tienen intereses legítimos en relación con ella.

¿Cuáles son los mínimos éticos y a qué se debe aspirar?

-Son los mínimos de justicia que comparten una sociedad moralmente pluralista. En este punto es preciso distinguir entre dos dimensiones de la ética: la justicia, que es exigible a todos, y por eso se concreta en la ética mínima (libertad, igualdad, solidaridad, respeto activo y diálogo); y la felicidad, a la que invitan las “éticas de máximos” (felicidad y autorrealización personal).

¿Dé donde debe venir el lineamiento ético de las empresas?, ¿del mismo directorio o de algún departamento específico?

-Si las empresas concentran los reclamos éticos en un departamento, apartado del resto de la empresa, no hay posibilidad de que se tomen en serio la ética. Lo que importa es que ésta se impregne en el núcleo duro de la empresa, que forme parte de sus estrategias y sea transversal a todos los departamentos, desde el gobierno corporativo y la dirección estratégica, hasta la toma de decisión.

¿Qué le parecen los fondos de inversión éticos?

-Un excelente modelo de finanzas alternativas, que permiten a los inversionistas tener en cuenta los valores en los que creen a la hora de invertir. Junto al comercio justo y al consumo justo, son propuestas que hay que reforzar. En el caso de las finanzas, son -como se ha dicho-, “semillas de una economía alternativa”.

Los asuntos medioambientales son centrales en las definiciones éticas, pero ¿qué otros temas han ganado importancia?

-Los temas medioambientales están en el centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que deberían alcanzarse en 2030, según la propuesta de Naciones Unidas. Una propuesta que coincide con la del papa Francisco en la encíclica Laudato sí. En cualquier caso, los temas prioritarios para las próximas décadas son la erradicación del hambre y la pobreza extrema y la reducción de las desigualdades injustas.

¿Aplican los mismos criterios éticos para grandes y pequeñas empresas?

-La mayor parte de las empresas en el nivel mundial son microempresas y pequeñas y medianas empresas (PYMEs), las grandes empresas son pocas comparativamente. Pero todas se benefician, al medio y largo plazo, de asumir actuaciones éticas. Evidentemente, es preciso adaptar las exigencias al tamaño de las empresas, al sector en el que trabajan, al contexto social, elaborando índices y parámetros adaptados a cada caso. Por ejemplo, nuestra Fundación ÉTNOR (Ética de los Negocios y las Organizaciones) elaboró un documento de Buenas Prácticas para el pequeño comercio que tuvo una excelente acogida.

¿Qué gana la empresa que se guía por un comportamiento ético?

-Aumenta la probabilidad de ser competitiva, es decir, de mantener una buena relación entre calidad y precio, atrayendo nuevos clientes, a medio y largo plazo. La ética impulsa la calidad de la gestión porque mejora la información, genera mayor conocimiento, posibilita una mejor coordinación, permite evaluar los riesgos de forma más precisa, apuesta por la calidad, es un factor de innovación al descubrir nuevas oportunidades y fortalece la reputación, que es esencial para la supervivencia de la empresa.

¿Qué riesgos enfrenta una empresa que no tiene lineamientos éticos claros?

-Uno de los factores a los que se alude habitualmente es la gestión del riesgo. Recuerdo que un empresario de excelente nivel, con una de las empresas más competitivas a nivel mundial, me dijo que se interesaba por la responsabilidad social, tomada en sentido ético, sobre todo por la necesidad de gestionar el riesgo. Las actuaciones inmorales pueden suponer multas abultadas, pero también la denuncia de organizaciones solidarias, como Intermón Oxfam, y el boicot del público.

En cualquier caso, hay que hablar también en positivo, y la mejor ganancia procede de conseguir la confianza de todos los afectados por la actividad de la empresa, lo cual permite generar aliados. La cooperación es clave, como sabemos desde una perspectiva neurocientífica y traté de mostrar en Neuroética y neuropolítica.

Es interesante que algunos grupos propongan hoy en día fomentar una ciudadanía activa, que practique el boicot ante actuaciones inmorales, pero también el “buycot” ante actuaciones éticas: gratificar a las empresas que actúan bien comprando en ellas.

¿Cómo cambió el panorama sobre ética empresarial tras el caso de Volkswagen?

-Reforzó la necesidad de la ética empresarial. Precisamente fue un escándalo, en este caso político-empresarial, el del Watergate, el que propició el nacimiento de la ética empresarial que conocemos en los setenta del siglo XX. Las empresas necesitaban generar confianza y buscaron el modo de fomentar su dimensión ética. Ante cada nuevo escándalo (Enron, la crisis subprime, la catástrofe del Plaza Rana de Bangladesh) se invoca la necesidad de la ética para evitar consecuencias tan desastrosas.

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