Pese al revés que sufrió el Gobierno la semana pasada en el proyecto de reforma de la Constitución -donde la comisión respectiva rechazó un artículo clave de la iniciativa-, La Moneda ha insistido en que no ralentizará el trámite de los proyectos que hoy están en discusión y que incluso reimpulsaría una serie de debates que hasta hoy se mantienen en discusión parlamentaria con distintos ritmos, como ha sido el caso de la reforma educacional.
Obviamente, esta agenda y las declaraciones gubernamentales complican identificar cuánto hay de intervención mediática más que legislativa, de cara a la segunda vuelta presidencial, y cuánto de real interés del Gobierno para dejar legislaciones "ícono" de cara a una nueva administración en La Moneda.
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Pero el actuar del Ejecutivo es una constante en las anteriores administraciones que, buscando huir con urgencia del denominado "síndrome del pato cojo", prefieren activarse en pos de marcar pauta hacia el final de su mandato. Al respecto, el debate es interesante: por un lado se critica siempre al Presidente y la administración saliente por "acelerar el tranco" hacia el final de su mandato, desconociendo que, entre los períodos electorales y el cambio de mando, puede haber hasta cuatro meses (de triunfar un candidato en primera vuelta presidencial). Por lo mismo, no resulta conveniente criticar este tipo de agendas, pues el contrafactual sería "inmovilizar" a un gobierno por un período extenso de tiempo.
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Sin dejar de lado un debate ordenado y técnico, quizás lo conveniente sería reestudiar las fechas entre elecciones y cambio de mando, buscando reducir al máximo ese período de tiempo y así evitar que el último trecho de cualquier carrera electoral se vea "ensuciado" por agendas legislativas y políticas particulares.