Es difícil imaginar cuánta más evidencia necesitan los políticos europeos antes de reconocer que su plan de crecimiento de la eurozona no está funcionando.
Las cifras dadas a conocer la semana pasada muestran que incluso dejando de lado los efectos relacionados al clima, la economía alemana tuvo un peor desempeño de lo esperado al contraerse 0,2% en el segundo trimestre del año. La contracción arrastró a la baja el crecimiento del segundo trimestre en la eurozona y llevó a los rendimientos de los bonos del Tesoro alemán por debajo del 1% por primera vez en la historia. La economía francesa estuvo un poco mejor, tras tener un desempeño plano en el segundo trimestre. Y el ministro de finanzas francés, Michel Sapin, aprovechó la oportunidad para decir que Francia incumpliría la meta fiscal de 3,8% del déficit como porcentaje del PIB este año y que sólo podría reducirlo a un “ritmo apropiado” después.
Pese a todo lo que has pasado, la creencia oficial sigue siendo que el camino de la eurozona hacia el crecimiento es la consolidación fiscal. En realidad, la eurozona está arriesgando un estancamiento crónico y una continua amenaza de caer en deflación.
La reforma estructural para tratar de alcanzar mayor crecimiento de la productividad es siempre importante. Pero los gobiernos como los de Francia e Italia, que están tratando de iniciar dolorosos programas de liberalización, deben saber que la política expansiva tanto fiscal como monetaria estará presente para premiarlos con mayor demanda de corto plazo.
La unión monetaria no puede volver a la salud sin que sus principales economías generen crecimiento. El actor con la responsabilidad de evitar la caída es el Banco Central Europeo. La crisis de deuda de la eurozona vio a las autoridades fiscales nacionales y al Fondo Monetario Internacional dar vueltas por dos años antes de que Mario Draghi, presidente del BCE, terminara la amenaza de catástrofe al prometer lo que fuera necesario. De la misma forma, el BCE es la única institución con el alcance y la credibilidad para enfrentar la deflación en la economía europea.
El BCE casi con certeza en cierto punto se verá forzado a un alivio cuantitativo para ayudar a rescatar a la economía real, tal como fue eventualmente forzado a rescatar a los países de la periferia. El problema sigue siendo la resistencia entre algunos gobiernos, principalmente Alemania y el Bundesbank. Draghi ha dado a conocer la idea de comprar valores respaldados por activos. Mientras más rápido la conversación llegue a una conclusión de lanzar un QE, será mejor.
Desde que empezó la crisis de la eurozona en 2010, las autoridades consistentemente se han demorado en captar la verdadera naturaleza del tema y han sido lentas para responder. Su demora ha causado un innecesario dolor económico en gran parte del continente. La alarmante nueva evidencia de que la eurozona va hacia una deflación y estancamiento debiera convencer a los gobiernos y al BCE de enfrentar este problema de una vez por todas.
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