La economía cerró 2016 con un crecimiento de 1,5%, y para este año las perspectivas se ubican bajo 2%. ¿Cuál es su perspectiva para la actividad en 2017?

-El panorama para este año no sería muy distinto al de 2016. Todo apunta a un crecimiento nuevamente entre 1% y 2%, pese a que habrá mayores impulsos externos e internos. Estos, de consolidarse, no parece que vayan a reflejarse antes de 2018.

¿Cuáles son esos impulsos externos?

-El entorno ha venido mejorando para Chile, pese a que siguen latentes varios riesgos y mucha incertidumbre.

¿En qué aspectos ha mejorado el escenario externo?

-En casi todos los factores externos. Por el lado real, hay signos de reaceleración de la economía mundial y han mejorado los términos de intercambio, con el alza de varios precios de exportación. Por el lado financiero, las condiciones externas se han mantenido expansivas, pese al alza de tasas en Estados Unidos. Lo más importante ha sido la estabilidad global del dólar que ha revitalizado los flujos hacia emergentes.

¿Cómo juega el panorama interno en la aceleración de la actividad?

-Justamente en lo local hay ciertos frenos que impiden, al menos este año, capitalizar esos reimpulsos externos. Por un lado, no se visualizan mejoras en las expectativas de los consumidores y empresarios. La incertidumbre y riesgos sobre el curso futuro de las políticas reforzarán la cautela. Y, por otro, tampoco las políticas de demanda reflejan mucho impulso.

El Banco Central afirmó que si bien el ciclo de ajuste minero está llegando a su fin, existe un mayor riesgo ahora en la construcción, ¿cómo espera que se comporte la inversión este año?

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-La inversión en ambos sectores suele ir rezagada en el ciclo. Tiende a reacelerarse una vez consolidada la reactivación. Lo más probable, entonces, es que la inversión siga estancada en 2017.

¿Ve que el escenario de elecciones presidenciales pueda impactar positivamente a las expectativas o bien también hay factores de incertidumbre?

-Inevitablemente el escenario electoral recuperará el debate sobre la importancia del crecimiento. Eso es positivo tras años de subordinación a otros objetivos o malas políticas. Pero eso no asegura que ellas se reviertan o pueda concretarse alguna medida pro crecimiento desde 2018 en adelante.

Algunos bancos de inversión han señalado que el factor Alejandro Guillier puede dañar las expectativas, ¿cuál es su visión al respecto?

-Dependerá de sus definiciones, programa y equipo. Pero sobre todo de la percepción sobre su liderazgo para repriorizar el crecimiento y frenar presiones populistas. Esa duda estará presente todo este año y, por lo tanto, acota una posible recuperación de expectativas basada en factores externos.

¿En qué plazo el país podría comenzar a crecer más cerca de su potencial (3%) y recuperar mayores tasas de actividad?

-El reimpulso externo apunta a que ello podría ocurrir en 2018. Pero la magnitud de la reactivación estará condicionada por las políticas que adopte la nueva administración. Y que retroceda el reimpulso externo.

Con respecto a la política monetaria, el mercado espera que se concrete una segunda baja en marzo, ¿cuál es su visión al respecto, y cuál es la trayectoria que espera para la tasa de interés?

-El Banco Central debió haber bajado la tasa en el segundo semestre del año pasado. Ahora se está poniendo al día. Si bien el IPC subyacente sorprendió al alza en enero, los fundamentos reafirman un escenario de inflación controlada. Porque finalmente se abrieron holguras y las presiones salariales se moderaron. Es cierto que se pasó de absorber deflación a inflación externa, pero ello está siendo compensado por la apreciación del peso, que podría continuar.

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¿Hay espacio para que el BC reaccione agresivamente recortando la TPM y llevándola, por ejemplo, a un nivel de 2%?

-No parece ser el escenario central, salvo por una gran caída del dólar o un empeoramiento del contexto externo. Lo más probable es que el Banco Central baje la TPM en marzo y deje entrever una o dos bajas adicionales. El piso parece estar en 2,5%.