Álvaro Mangino es uruguayo, tiene 60 años y hace diez abrió una empresa de distribución de insumos para la industria vitivinícola. Es un emprendedor y en su vida ha sufrido todos los altos y bajos que tiene cualquier persona que, entre otras cosas, abre su propia empresa. Pero hay una gran diferencia con millones de emprendedores. Él fue uno de los sobrevivientes del histórico accidente aéreo ocurrido en la Cordillera de los Andes hace 41 años, que sirvió como argumento a la película "Viven".
Y justamente esta experiencia le da un plus a valores como la resiliencia y trabajo en equipo que se necesita hoy para abrir, por ejemplo, una start-up. Tiene cientos de consejos en su bolsillo y viene a sacarlos y entregárselos a los asistentes del Encuentro Anual de UDD Ventures, que organiza la Universidad del Desarrollo el próximo miércoles 6 de noviembre.
Para refrescar la memoria, el 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya sufrió un accidente frente a un farellón en plena cordillera cerca de Mendoza, a 3.500 msnm. El avión, que iba a Santiago llevaba 40 pasajeros y cinco tripulantes, con la misión de trasladar al equipo de rugby Old Christians, formado por alumnos del colegio uruguayo Stella Maris. 13 personas murieron en el accidente o pocos días después. El resto, trató de sobrevivir a las bajas temperaturas e inanición, teniendo incluso que alimentarse de carne humana. Luego de 72 días, los 16 que aún se mantenían vivos fueron rescatados. Los detalles de la historia están bastante documentados.
¿En qué se centrará tu charla en Chile?
-La temática es una sola. Voy a contar lo que sucedió hace 41 años atrás y lo fuerte de la experiencia, que tuvo una estrategia y una serie de toma de decisiones clave. Pero sobre todo, cómo el grupo fue desarrollando creencias cada vez más consolidadas.
Tú viviste de forma impactante el concepto de resiliencia. ¿Cómo ese valor se puede traspasar a una mentalidad emprendedora?
-En la vida hay que saber que todo se puede hacer y que depende principalmente de una actitud, pero sobre todo, de mucho esfuerzo y trabajo. Me he caído tantas veces y me he vuelto a parar, sabiendo perfectamente que con trabajo se puede lograr cualquier cosa. En este momento tengo una empresa que le va muy bien (Tonelería Nacional), pero no ha sido para nada fácil.
¿Cómo llegaste a armar tu empresa?
-Había tenido durante muchos años una importante experiencia laboral en una compañía donde no gané ni perdí mucho. Pero no me sentía cómodo. Ahí fue cuando hace 10 años comencé con un socio chileno un emprendimiento. Hoy tenemos una importante empresa reconocida en el mercado vitivinícola.
Pero imagino que tu experiencia en los Andes ha ayudado bastante…
-Por supuesto que ha beneficiado el negocio. Es una importante carta de presentación.
¿Qué consejos le darías a los emprendedores más jóvenes?
-Creo que sobre todo, hay que ser muy sagaz, especialmente en este mundo que cambia muy rápido. Y para ello, hay que informarse constantemente para tomar decisiones correctas. Leer los medios, internet, todo lo que se pueda. Por otro lado, ser un buen emprendedor no es sólo vender y administrar, sino tener una visión de lograr la excelencia para competir en el mercado.
¿Y cómo ves a las nuevas generaciones?
-Mucho más preparados que nosotros desde el punto de vista profesional. Pero les cuesta emprender, porque hay más seguridad laboral. Tienes muchas opciones. Es un mundo más dinámico donde la capacidad de estudio es muy importante.
¿Te sientes un "motivador" del emprendimiento?
-Quienes sobrevivimos a la tragedia en los Andes podemos transmitir durante muchos años nuestra experiencia y siempre la respuesta de quienes nos escuchan es de un profundo agradecimiento. Nuestro objetivo es contar las atrocidades que sufrimos y que finalmente, la clave está en el amor al otro. En la unión. En el cariño. En ese aspecto sí creo que logramos motivar bastante hacia el optimismo para lograr cosas.